Mamá ¿soy invisible? – Lo que siente el hermano mayor

Mamá ¿soy invisible? – Lo que siente el hermano mayor

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«Eres el hermano mayor»

«Tienes que cuidar de tu hermano/a»

«Tienes que dar ejemplo a los pequeños»

«¿Qué le has hecho que está llorando?»

«Tienes que ceder tú que él/ella es pequeño/a»

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¿Os suena alguna de estas frases o parecidas?

hermano mayorSoy la hermana mayor de una familia numerosa. Y soy la mayor de toda una legión de primos, por ambas partes. Me pasé toda mi infancia oyendo frases como esa.
A los hermanos mayores nos otorgan un papel en la dinámica familiar que condicionará toda nuestra vida. Muchos rasgos de carácter vienen influenciados por el lugar que se ocupa dentro del orden de nacimientos en la familia. Mucho se ha escrito sobre ello desde la aparición de la Birth order theory (Teoría del orden de nacimiento).
Según Frank J. Sulloway, del Instituto de Investigación Social y de la Personalidad de la Universidad de Berkeley (California, EE UU):

 «El entorno explica al menos el 50% de las variaciones en la personalidad, como sabemos gracias a los estudios en genética del comportamiento, así que también influye bastante en el desarrollo de las diferencias. El orden de nacimiento conforma la personalidad y el comportamiento mediante mecanismos biológicos, psicológicos, sociales y antropológicos»

Tiene todo el sentido por varios factores:

  • Los primogénitos llegan a un hogar sin experiencia previa en el rol de padres
  • Son los recipientes de todas las expectativas irreales sobre la m/paternidad
  • Pagan el precio de ser cuidados por adultos que desconocen cómo son  y qué necesitan de verdad los bebés y niños
  • Generalmente con ellos los padres aprendemos «sobre la marcha», y muchas veces entre lágrimas, la diferencia entre lo que debe ser y lo que es.
  • El tiempo que se les dedica no se comparte con hermanos, disfrutan de más tiempo en exclusiva con su madre (y/o padre) del que tendrán sus hermanos.
  • Cuando llegan hermanos se les asigna, en mayor o menor medida, el rol de cuidador, modelo, ejemplo …
  • Crecen «de golpe» a nuestros ojos sencillamente porque llega un bebé, comparado con el cual, el primogénito parece ahora muy mayor.
  • Pasan de ser criados en solitario a sentir «la comparación» constante. Lo que antes funcionaba ahora no es válido: «Ahora eres el mayor, ya no te puedo llevar en brazos»
  • Reciben del entorno mensajes contradictorios sobre el bebé que llega. A veces para evitar «celos» oyen cosas como : «Mira el bebé qué tonto es que no sabe hablar y se hace pis encima, pero tú no, tú ya eres mayor»

Estos y otros factores personales, familiares, culturales  y sociales influyen para que nuestros hijos mayores, a veces, en vez de disfrutar de la llegada de los futuros compañeros de vida, juegos y aprendizaje, se sientan desconcertados, solos, perdidos, frustrados, enojados y empujados hacia adelante a un camino para el cual no estaban preparados.

«Todas las familias felices se parecen, sólo las infelices lo son cada una a su modo»
Tolstoi -«Anna Karénina»

Cómo hacer más llevadera la situación de ser «el hermano mayor»

 

Lo primero es reconocer que siguen siendo niños. Que como todo cambio introducido dese fuera, va a requerir un tiempo de ajuste.
No es fácil adaptarse a cambios tan bruscos, y este posiblemente sea uno de los que más les afecte en su corta vida. Ponernos en su lugar  y reconocerles el derecho a enfadarse por ello es lo primero. Pretender que siempre van a comportarse según la imagen idílica de amor fraternal suele ser una utopía.

hermanosPor supuesto que aman a sus hermanos, pero en ocasiones el resto de emociones negativas asociadas a esa llegada podrá más que el cariño. Sobre todo porque el cariño cree con el roce, y sobre todo en los niños, no es algo intelectual. No van a querer al bebé porque sí, porque «es tu hermano/a». Le querrán a medida que se vinculen con él. Cuando lo sientan así, no cuando les impongamos que ha de ser así.
Si se ha compartido con ellos el embarazo, si han visto ecografías, si les hemos ido explicando cómo crece, cómo se mueve… si para ellos tiene entidad, el vínculo ya comenzó a crearse. Pero va a requerir de tiempo y contacto para que crezca y se desarrolle.

Mientras tanto, lo que van a percibir es el enamoramiento colectivo de todo su entorno hacia otro ser que no son ellos. No hará falta hablar, dará igual que la abuela luego les diga que él es más guapo, ellos se dan cuenta de que ahora hay una especie de agujero negro de luz que atrae las miradas, las sonrisas y el amor. Requiere tiempo aprender que el amor que se da a otro no es a costa del que nos dan a nosotros. Esa lección de vida aún hoy muchos adultos no la tienen clara, no exijamos a nuestros hijos la madurez que a veces nos falta a nosotros.

En una ocasión un hijo mayor estaba de compras con su madre y su hermana pequeña. Al cabo de un rato de cruzarse con extraños que sonreían y saludaban a la pequeña, que le alababan lo preciosa y simpática que era , el niño le dijo a su madre:

-«Mamá, ¿soy invisible?»

Así se sienten nuestros hijos mayores muchas veces: invisibles.

hermana mayorDe ahí que el rol que suelen asumir, impulsado por la propia familia y sociedad, sea el de «cuidador»: Si todo el mundo mira al pequeño y yo cuido al pequeño me mirarán también a mí.
Por supuesto es mucho más complejo que todo esto, pero este escrito va para todos los padres, para quienes criamos hijos mayores y medianos y pequeños. Para que seamos conscientes de que no podemos ni debemos criar a todos nuestro hijos de la misma forma, es imposible y sería injusto. Pero sí debemos hacer lo posible por empatizar con las emociones que sienten, todas ellas, respetar su derecho a estar molestos sin catalogarlo de «celos» o «envidia».

 

Demonizando lo que sienten, que no es sino necesidad de reafirmarles que les queremos aunque ya no sean los bebés adorables de hace años, aunque ahora sean esos niños permanentemente  malhumorados, que parecen no estar nunca satisfechos con nada, enfadados con nosotros y con el mundo… demonizando todo eso no les ayudamos a gestionarlo.

Hagámosles sentir que a pesar de todo eso que sienten y que a veces nos desborda y nos sobrepasa, les amamos. Y sabemos que ellos nos aman. Y aman a sus hermanos, y aún les amarán más.

 

Y ahora os hablo como hermana mayor y no como madre:

hermano mayorLanzar a un hijo por muy mayor que sea, el mensaje de  que ahora es él el cuidador del siguiente hijo les deja en cierto sentido huérfanos.  Lo que cree cuando le colocamos en esa situación  es que si puede cuidar de otro es porque puede cuidar de sí mismo sin nuestra ayuda, y no es así. Nuestros hijos tienen que sentir que aún son niños, que nosotros seguimos siendo sus cuidadores, que seguimos siendo incondicionales, con o sin hermanos.

Aumentar su responsabilidad dentro de la dinámica familiar y respetar su creciente autonomía es una cosa, imponerle un rol que no es el suyo es otra bien diferente.

 

Porque luego pasa lo que pasa… como podéis ver en este vídeo. Cuando además del rol por orden de nacimiento se da la circunstancia de la diferencia de género, podemos, sin querer, alimentar estos patrones tóxicos desde la infancia.

Dejemos a nuestros hijos ser eso: hijos. No son padres sustitutos chiquititos.

Criemos para que no asuman que son los directores de la vida de sus hermanos, sino compañeros de viaje en el más amplio sentido de la palabra.

hermano mayor

 

Música para bebés y niños

Música para bebés y niños

Los seres humanos necesitamos música para vivir.

Desde antes de nacer, el bebé ya percibe sonidos en el vientre materno, siendo el útero su primer aula de aprendizaje.

Durante el embarazo no sólo se desarrolla el cuerpo del bebé, sino también patrones de comportamiento y emocionales. A través de los sonidos nuestro bebé se entera de todo lo que nos rodea, de las primeras cosas que escucha y percibe es la voz de la madre.

Las experiencias prenatales son intensas y nos acompañan toda la vida.

El oído es lo primero que se desarrolla en el vientre materno y el último que se extingue al morir.

El bebé desde el cuerpo de la madre percibe sonidos procedentes de muchos sitios como por ejemplo: sistema circulatorio y corazón, sonidos de los diferentes movimientos corporales, sonidos procedentes de la ingesta de la comida y bebida, etc…

El líquido amniótico transporta casi todos los sonidos audibles y eso hace que tres o cuatro meses antes del nacimiento el bebé reaccione de forma motora ante los sonidos (por ejemplo dando patadas).

Es costumbre en algunas culturas que la madre cante al bebé que está por nacer. Yo como madre y músico os invito a que cantéis a vuestros bebés, que sintáis ese momento tan bonito de conexión entre los dos.

Hay estudios que demuestran que los bebés son capaces de recordar la música que escuchaban en el vientre materno y por lo tanto adquiere después del parto un significado especial para el bebé. Normalmente, si escuchamos o cantamos una canción en particular durante todo el embarazo, si el bebé después de nacer la escucha, se relaja mucho y se nota un cambio especial en su estado, se calma y tranquiliza.

Es importante hablar y comunicarnos con nuestro bebé, si nosotras estamos tranquilas él también lo estará. Lo mismo pasa con la música, si la madre escucha algo que musicalmente le gusta y se siente bien escuchándolo, ese mismo estado de serenidad se lo trasmitirá al bebé.

La mayoría de los niños cuentan tras su nacimiento con un sentido auditivo completo que les ayuda a desarrollar el lenguaje. Sin una educación musical temprana (0 a 4 años) la mayoría pierden esa capacidad y la desarrollan más tardíamente.

Es importante que desde el nacimiento les pongamos buena música y nosotros sepamos la importancia que tiene la educación musical para su desarrollo.

Todos los niños nacen con las herramientas necesarias para la musicalidad, solo necesitamos ayudarles a que disfruten de la música y así ellos gozarán de todas sus ventajas.

Os propongo a continuación una serie de actividades muy sencillas que podéis realizar con vuestros hijos en etapa de educación musical temprana:

  • Podéis cantar canciones que os gusten. Breves y sencillas para los más pequeños y vamos variando el contenido de la misma en función de la edad.
  • Es interesante que marquéis canciones especiales para el momento de despertarse, la hora de comer, el baño, la hora de dormir…
  • Podemos trabajar esas mismas canciones u otras diferentes en función de la edad con diferentes instrumentos de pequeña percusión.
  • En otros momentos, las podemos realizar con diferentes ritmos pero realizados con nuestro cuerpo, por ejemplo y dependiendo de la edad (dando palmas, saltando o haciendo el ritmo en nuestras rodillas sentados en indio)

Estas son algunas pautas que podéis seguir de forma sencilla en casa.

Solo quería haceros reflexionar un poquito sobre la importancia de la música para nuestros hijos.

Nunca perdáis el espíritu de la música.

Sin música, la vida sería un error. Friedrich Nietzsche

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Ya en el útero escuché música y la absorbí con la leche materna. Yehude Menuhin

Separarse y superarse

Separarse y superarse

 

En estos días se cumple el primer aniversario de mi separación. Digamos que estoy culminando mi duelo, pero aún así, no puedo dejar de pensar y sentir que es un proceso doloroso y difícil. Os quiero contar mi experiencia, por si pudiera servir de ayuda a alguna familia en una situación parecida.

 

No voy a explicar aquí los motivos de mi separación, pero sí os quiero contar que fue una de las decisiones más difíciles a las que me he enfrentado. Ser madre es uno de los motivos de ello, porque antes de tomar la decisión, mi mayor temor era separarme de mi pequeño. Incluso podría afirmar que retrasé un tiempo la decisión porque me sentía absolutamente incapaz ni siquiera de imaginarme el estar separada de mi hijo. Mi hijo es parte de mi cuerpo y de mi alma, así lo sentía entonces y así lo siento ahora.

Mi separación significó también la ruptura de mi ideal de familia. Mi niñez también se vio ensombrecida por la separación de mis padres y siempre quise darle a mi hijo esa familia feliz y unida que jamás tuve. Sentí durante meses mucha frustración, impotencia y culpabilidad.

 

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Ahora sé que mi hijo, su padre y yo seguimos siendo una familia, pero de distinta forma. Sobre todo sé que somos LA familia de mi hijo.

Cuando por fin tuve el valor de tomar la decisión, el siguiente paso más difícil fue comunicárselo al padre de mi hijo. Fueron momentos muy tristes y dolorosos que aún hoy me emocionan. Lo más importante fue la comunicación libre de acusaciones y juicios. Intentamos hablar desde nuestros sentimientos y sensaciones.

Como he comentado antes, mi mayor miedo era separarme de mi hijo, máxime sabiendo lo importante que soy para él, como cualquier madre para su hijo. No había cumplido ni 3 años, durante los cuales habíamos estado las 24 horas del día juntos desde que nació.

Así que nos tocó madurar a su padre y a mí, tragarnos un poquito nuestros sentimientos, para intentar hacer todo lo necesario con el fin de que nuestro hijo sufriera lo menos posible sin descuidarnos tampoco a nosotros. Tuvimos que definir nuestros propios límites. Acudimos a una sicóloga infantil para asesorarnos sobre cómo hacer las cosas. Le comunicamos la noticia juntos, con serenidad y palabras sencillas, que pudiera entender y asimilar. Las pernoctaciones con su padre tardaron en llegar unos cuantos meses. Primero probamos con las siestas y luego con alguna noche suelta. Y así, poco a poco, nuestro hijo se fue adaptando a la nueva vida.

A día de hoy, todavía no hemos llegado a la custodia compartida como tal. Seguimos en el proceso paulatino y suave. Este proceso durará lo que necesite nuestro hijo. Él ya sabe que tiene dos casas, la de papá y la de mamá, aunque la mía sigue siendo más “su” casa, pues es la que le vio nacer. Ya hace meses que me dejó de preguntar dónde está su padre; ahora lo tiene claro.

 

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Cada día pasa más tiempo y más noches con él. Y me apena a veces verle cómo nos echa de menos, cómo intenta que hagamos actividades los tres juntos, como una familia unida. Afortunadamente su padre y yo nos llevamos muy bien y, de vez en cuando, sí que hacemos cosas los tres juntos. Hemos intentado llevarlo con la mayor naturalidad posible, como un continuum hacia la realidad que tenemos ahora en nuestras vidas.

La separación, desde luego, no es el ideal para ningún niño, pero tampoco lo es un ambiente rancio o sin amor en casa. He aprendido mucho de mi proceso de separación, de mí misma, de mi ex-pareja y de mi hijo. También he descubierto que hay muchas formas de ser familia, que no hace falta vivir bajo el mismo techo para serlo.

Un hijo es un proyecto en común para toda una vida, aunque el camino de los padres vayan por sitios diferentes.

Y como todo en la vida, tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Cuando estoy con mi hijo sola por varios días, muchas veces me saturo tantísimo que me siento ahogada. Pero luego se va por unas horas o unos días con su padre y siento un vacío tan grande, que me hace sentir triste y mal. Sin embargo, esos momento de soledad me son necesarios para seguir adelante con mi vida y muchísimas veces los disfruto al máximo y estoy deseando tenerlos.

No dejan de ser extraños estos cambios de “criar sola” a “estar como si no fuera madre”. Supongo que con el tiempo todo irá más fluido para los tres.

Si estás pasando por una separación, espero que estas palabras puedan ayudarte, son mi experiencia personal. Cada familia es un mundo, pero para intentar conseguir una separación lo más respetuosa posible con los niños, hay que tener humildad, madurez, empatía, buena comunicación, respeto, hablar desde el corazón y poner mucho de nosotros mismos para lograrlo. Si se puede criar desde el continuum también se puede uno divorciar desde ahí. ¡Es la prueba de fuego, lo sé!

Por último y no menos importante, quiero decir que me siento profundamente agradecida hacia el padre de mi hijo que, a pesar del dolor, siempre ha intentado poner lo mejor de su parte para facilitarle las cosas al niño.
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Créditos fotos:
Hijo del divorcio via photopin (license)
Family
I Like Writing On Walls… via photopin (license)
Criar contracorriente

Criar contracorriente

Después de hablarte de la necesidad del proceso de duelo para sanar las heridas tras un aborto , y de tratar de desmontar falsos mitos del porteo, esta vez me acerco hasta aquí con la intención de rendir un homenaje.

Hoy quiero centrar mi atención en los cientos de madres convencidas de que existe otra forma de criar. Seguras de que el contacto y el respeto

son la base para lograr una sociedad tolerante, empática y feliz.

A esas madres que, con el propósito firme de criar niños libres y con confianza en sí mismos, luchan cada día a pesar de los obstáculos. Esas que crían en contra de la corriente.

Porque no descubro nada cuando digo que son / somos muchas las que sorteamos a diario todo tipo de críticas por la manera en la que hemos decidido afrontar la crianza de nuestros hijos.

 

Nadar en contra

 

  •  Criamos en contra de una sociedad que dice defender la maternidad, pero que a la primera de cambio nos recuerda que somos lo que producimos, y que del tren de la maternidad hay que apearse cuanto antes, porque si te da por querer disfrutar del viaje, ni te molestes en bajarte que ya no habrá sitio para ti.
  • Criamos en contra de nuestras propias madres. Aquellas que, con la mejor de las intenciones, tratan de advertirnos de los «peligros» del exceso de mimos. Las mismas que nos previenen de que nuestra leche es de mala calidad, y que nos ahorraríamos un disgusto si nos olvidáramos de dar el pecho y comenzáramos cuanto antes con el biberón.
  • Criamos en contra de nuestro círculo de amigos, que abogan por una maternidad externalizada y no entiende que sigamos compartiendo habitación y cama con nuestro hijo, o que prefiramos postergar al máximo su incorporación al cole.
  • Criamos en contra de algunos profesionales que insisten en despojarnos del título de mamífera, y ya puestos del de adulta.
  • Criamos en contra de algunos feminismos mal entendidos. Aquellos para los que si elegimos (sí, elegir, optar, escoger) de un modo consciente e informado utilizar nuestro cuerpo para alimentar a nuestros hijos, nos abroncan e insinúan que hemos sido abducidas por el patriarcado, estamos siendo manipuladas y que no sabemos lo que significa el progreso.

Y así suma y sigue…

 

Criar_contra_corriente

 

El enemigo en casa

 

Nadar constantemente en contra desgasta, desgasta mucho. Pero lo más extenuante, lo que más consume nuestras fuerzas, mina nuestra moral y nos agota física y mentalmente, es criar en contra del peor enemigo posible: nosotras mismas.

 

Tropezamos frontalmente contra nosotras, porque cómo concebimos la crianza de nuestros hijos choca radicalmente con cómo vivimos la nuestra propia.

 

Muchas pertenecemos a la generación del «porque sí», «porque yo lo digo» , «aquí mando yo», los castigos y las collejas, y hacemos un esfuerzo hercúleo por alejarnos de eso, por cambiar ese chip con el que crecimos y que tenemos grabado a fuego en el fondo de nuestro cerebro.

Nos hallamos a diario contando hasta diez y repitiendo en voz baja “El adulto soy yo, el adulto soy yo” como un mantra para templar los nervios. Nos miramos al espejo con la certeza de que nosotras somos el verdadero espejo desde donde nuestros hijos aprenden. Tratamos de ayudarles a poner voz a sus emociones, a respetarlas y a estar alerta por si algo falla.

 

Hemos aprendido a desaprender, a sanar heridas del pasado para acompañar a nuestros hijos.

 

Y aún así, dudamos, sufrimos momentos de flaqueza y nos cuestionamos: ¿estaremos andando por el camino correcto? ¿nos estaremos equivocando?

Y de repente nos traiciona nuestro pasado y nos sorprendemos a nosotras mismas gritando y repitiendo todas esa frases manidas que oíamos en casa. Y entramos en pánico porque nuestro ayer está aún hoy demasiado presente, y tal vez sea momento de claudicar.

Pero rectificamos, pedimos perdón y volvemos a la casilla de salida. A intentarlo de nuevo, pegándonos de bruces contra lo que haga falta.
Así que, cuando te sientas exhausta, agotada, y la rutina o las críticas no te dejen ver con perspectiva, no te rindas, recuerda al salmón, cuya tenacidad e instinto le dan fuerzas para seguir en los momentos más duros.

Y por encima de todo, no olvides que nuestro hijos merecen aprender aquello por lo que vale la pena luchar, porque ellos serán el germen de esta revolución.

 

Salirse de la manada

Salirse de la manada

Las once y media de la noche y mis hijos dándose un chapuzón en la playa. Qué locura, qué divertido, cómo se te ocurre, se van a poner malos, qué irresponsable, esos son los momentos que van a recordar de mayores…. Cualquiera de estos comentarios serían normales según  nuestras vivencias personales, según nuestras creencias o lo que nos quede de ellas.

Cuando nos convertimos en familias tendemos a repetir modelos, a hacer lo que hemos aprendido, a criar como nos criaron nuestros padres y éstos a la vez como lo hicieron nuestros abuelos.

¿Pero, qué ocurre cuando cambiamos nuestro modelo?

A veces el cambio es mínimo e imperceptible, otras es moderado, y otras totalmente radical.

Ocurre que algunas veces, la familia, el entorno más cercano se sienten cuestionados porque no estamos repitiendo lo que ellos hicieron, no estamos haciendo lo que esperaban de nosotros. Para ellos es como si lo hubiesen hecho mal como padres, como abuelos.

¿Cómo es posible que mi hijo lo haga diferente con lo bien que yo lo he criado? Y tienen razón, ellos han criado lo mejor que han sabido con las herramientas que han tenido en su momento.

La cuestión es que nos cuesta salirnos de lo establecido, de lo que hace la mayoría, de lo común. En la crianza como en la vida es muy difícil nadar contra corriente, y por lo general se hace muy duro tener que enfrentarte a lo establecido por la sociedad, por el entorno o como queramos llamarlo.

Ya de por si crear una familia donde la suelen componer dos adultos con creencias diferentes, con distintos modelos de crianza es complicado llegar a un consenso, aún más si le añadimos el tener que seguir a la manada cuando no estamos de acuerdo con algunas maneras de actuar de la misma.

La (p)maternidad viene cargada de miedos propios y ajenos, de crecimientos y de infantilizaciones.

Según en contexto sociocultural en el que vivamos tenderemos a criar de una forma u otra, a vestir de determinada manera, a escolarizar a cierta edad.  Aunque en España la edad obligatoria para la escolarización es a partir de los seis años lo hacemos desde los tres, si viviéramos en Finlandia a pocas familias se les ocurriría hacerlo antes de los seis.

Lo que en un sitio es «normal» en otros puede ser una auténtica locura. 

Las cosas no se hacen ni mejor ni peor, cada familia debe buscar lo mejor que se adapte a su modo de vida, a sus creencias, a sus necesidades y como no, al bienestar de los hijos.

Que lo haga la gran mayoría no significa que tenga que ser lo correcto.

Seguir a la manada te da la seguridad y el confort de pertenecer al grupo,  salirte de ella te abre a nuevas posibilidades.

 

 

 

 

Adiós bebé, hola niño

Adiós bebé, hola niño

Adiós bebé, hola niño

 

Estar de celebración y estar de duelo… contenta pero triste… eufórica pero desanimada…  Así me siento éstos días en los que mi último bebé es cada vez menos bebé y cada vez más niño. En éste carrusel emocional en el que me digo que debería sentirme feliz porque mi pequeño crece sano y fuerte, pero mis entrañas se rebelan diciéndome que está creciendo demasiado rápido y que ya no habrá más barriga de embarazada, ni parto, ni olor a recién nacido, ni ropa minúscula, ni todas esas cosas de “bebé pequeño”.

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No puedo quejarme, me digo a mi misma. Tengo cuatro hijos, son más de los que suele tener la mayoría. Y no quiero tener más. Aún así, mis entrañas opinan otra cosa, se revuelven cuando ven a un bebé recién nacido, siguen teniendo ansias de vida… Es como una lucha de mi cerebro contra mis instintos primarios ¿estoy completamente loca? Creo que no.

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Pienso en los demás mamíferos. Perros, gatos, osos, caballos, monos, koalas, vacas, zorros, ballenas… ¿Conoces a alguno que tenga algo parecido a la planificación familiar? Me da la risa sólo de pensar en una pareja de ratones de campo diciendo que “ya se plantan”. También es cierto que no todos los mamíferos tienen una relación tan estrecha con sus hijos ni el grado de implicación de por vida que tenemos nosotros, pero hay un gran número que sí, y ni unos ni otros paran de tener hijos durante toda su vida reproductiva.

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Por lo tanto, y respetando por supuesto a las mujeres que deciden no tener hijos o que tienen x y no sienten la necesidad de tener más, creo que es, hasta cierto punto, normal sentir deseos de seguir teniendo hijos, a pesar de que “ya se tienen suficientes”. Porque el “suficientes” lo pone nuestra parte racional, nuestro “nuevo cerebro” pero lo cierto es que biológicamente estamos hechas para tener descendencia durante toda nuestra vida reproductiva, como el resto de nuestras compañeras mamíferas. Es desde luego lo que nuestro cuerpo nos pide y por eso seguimos siendo fértiles mucho tiempo después de haber decidido que no vamos a tener más descendencia.

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¿Tener un hijo detrás de otro? Eso hoy es impensable, al menos en sociedades como las nuestras. Hoy día, que criamos en la soledad de nuestras cuatro paredes. Que somos una o dos personas para criar a 1, 2, 3, 4… Una sola persona o una pareja… dónde antes había una tribu entera.

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Mi bebé, ese con el que paso 24 horas del día y muchas de esas horas sola, ya corre, habla (a su manera), me lleva la contraria… y yo me lo miro y me pregunto ¿cuándo ha pasado esto? ¿cómo es posible que haya crecido tan rápido? Y a veces la mano se me va instintivamente al vientre, vientre que lo albergó y que no va a albergar a más bebés. Y siento tristeza… y luego siento rabia por sentir tristeza, y luego tristeza por sentir rabia…

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Hay muchos tipos de duelo. En el caso de la maternidad los más conocidos (aunque no tan normalizados como nos gustaría) suelen ser el de no poder tener hijos o el de perder a un hijo (antes, durante o después del parto). Pero ¿existe también un duelo para la mujer que se despide de su etapa reproductiva? Y no hablo de la menopausia. Hablo de ese momento en el que te das cuenta de que ya no vas a tener más hijos. Ese momento en el que te dices que deberías dejar de girarte cada vez que ves pasar un carrito de bebé. Ese momento en el que te dices que deberías dejar de comprar portabebés porque tu hijo ya apenas quiere ser porteado. Ese momento en el que tu corazón deja de latir por un momento y sientes como si te faltara el aire, como si estuvieras en el fondo de un abismo, ese momento en el que cae una estrella, se hace el silencio y sí, te das cuenta de que ha acabado una etapa y empieza otra.

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Yo estoy en ese momento ahora mismo… y trato de disfrutar cada segundo que mi bebé “grande” me otorga, olerle, mirarle, portearle, darle el pecho… porque sé que esto se acaba… y quiero y no quiero que se acabe.

Porque llegará el día en el que ya no querrá ir aúpa… ¿os suena esa frase de “se acostumbran a los brazos”? Bien, pues es mentira… tarde o temprano, queramos o no queramos, abren sus alas y echan a volar…

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[youtube http://www.youtube.com/watch?v=U1ZoEubNTCo]

 

Y aquí estaremos para ver cómo emprenden el vuelo.

Madres contra madres, madres contra padres, padres contra madres…

Madres contra madres, madres contra padres, padres contra madres…

Si  eres habitual  de las redes sociales   y/o de la blogosfera maternal seguro que has leído a menudo sobre las guerras entre madres.

Al parecer hay que estar en algún bando.

Hay muchos donde escoger y todas pertenecemos, sabiéndolo o no, a alguno:

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  • Teta o biberón
  • Estivill o González
  • Colecho o Supernanny
  • Trabajar fuera de casa o quedarse a criar a los hijos
  • Carrito o Porteo
  • Porteadoras con lo básico o coleccionistas de fulares
  • Papillas o sólidos
  • Libertad o límites
  • Escuelas o Homeschooling
  • Y así hasta el infinito…

 

Parece que necesitamos reafirmar lo que hacemos o no hacemos en contraposición con el resto. Es como si siguiésemos en la etapa de la reafirmación desde el No que tienen los niños pequeños.

Personalmente hace tiempo que me hastían los debates en ese tono, tanto las defensas como los ataques. Entre madres me refiero, cuando se trata del ámbito profesional aún mantengo el radicalismo que me da la, hasta el momento,  evidencia científica.

Pero estoy convencida de que el juicio entre madres nunca va a dar nada positivo.

Primero porque a nadie le gusta que otro le enmiende la plana y le diga que lo que hace se debe mejorar, ¡sobre todo si no han preguntado! Y segundo porque en demasiadas ocasiones el juicio no aparece para mejorar la situación del juzgado sino para reafirmar la posición de superioridad de quien juzga.

En ambos casos si lo que se espera es eso: el mayor bienestar de un tercero ( el bebé) el enfrentamiento con su progenitor y/o cuidador,  no es la vía más inteligente.

Como escribía el oro día mi compañera Elena López, el transfondo siempre es la culpa que planea sobre las madres como los buitres sobre los cadáveres que devoran los leones… esperando su parte del pastel.

Culpas, miedos, juicios y castigos

Hemos crecido con la culpa como compañera de viaje, sobre todo las mujeres. Imagino que porque es un medio fantástico de  controlar. El miedo ha sido la herramienta de control por antonomasia, y si no, miremos la historia de la política y las religiones. Si no quieres hacer algo de motu propio, ya se encargaba alguna autoridad de meterte miedo para que lo hicieras aun sin querer.

Conseguir infundir más miedo al castigo que yo te infrinjo si no haces lo que quiero, 

que el que le tendrías a la consecuencia natural de no hacerlo.

Y no hay que irse a la Edad Media ni pensar en el infierno en llamas.
Seguimos viviendo en la tiranía del miedo.
Otros miedos, otros castigos, que al final lo que hacen es quitarnos la capacidad de analizar las consecuencias de nuestras decisiones y la responsabilidad de vivir aceptándolas.

La culpa funciona de forma parecida al miedo con un agravante: nos juzgamos, castigamos y sometemos nosotros mismos, con un criterio que nos viene de fuera, que muchas veces no es real.

Y esa culpa nos muestra una visión de nosotros mismos que es dura de ver por lo que escogemos mirar a otro lado. Y en demasiadas ocasiones por no juzgarnos nosotros, juzgamos a los demás.

Y como el tuerto en el reino de los ciegos, intentamos ver que los demás están o son peores. Como si eso en realidad nos curara nuestra ceguera por muy parcial que sea.
Si no veo de un ojo no me va a devolver la vista que tú no veas de ninguno.

 

Desde la culpa no se construye, en mi opinión, nada duradero. Ser madres ha supuesto para muchas deconstruir muchas de las bases, creencias y principios sobre lo que se asentaba nuestra forma de ver y entender lal vida. Y sin suelo firme donde pisar sólo nos quedó  construir otro nuevo. Hacerlo desde la culpa es poner un mal cimiento.

 

Pongo un ejemplo: Si no he dado la teta sólo me corresponde a mí plantearme, si quiero panteármelo, por qué o por qué no lo hice. Soy adulta, tomé una decisión y soy responsable de vivir con las consecuencias. Y parte de esas consecuncias puede ser aceptar que he influido en la salud de mi hijo y en la propia. Por supuesto tengo derecho a sentir que tomé la mejor decisión posible en  mis circunstacias personales y particulares, o que me faltó información y ayuda. Y tengo derecho incluso a pensar en que me equivoqué. A todo eso tengo derecho. Pero cuando me molesta ver a la que da teta, incluso a la que presume de ello,  y siento en su decisión un ataque hacia mí, no me juzga ella, me estoy juzgando yo. Porque en algún lugar recóndito siento que me tengo que justificar por haber violado alguna ley superior que me dice que tendría que haberlo hecho. Quien ha hecho el trabajo de vivir con responsabilidad no carga contra otros por sus propias decisiones.

 

He puesto ese ejemplo porque es el tema que más ampollas levanta, porque es quizás, el tema que a mí más me ha hecho cambiar mi forma de ver a las madres, los juicios, las culpas y los egos. Porque es precisamente en ese campo en el que más herida he visto y no sólo por dar o no dar teta, sino por sentirse juzgada desde dentro y desde fuera.

 

Y en esta marea de debates y clubs de buenas y malas madres, en el que los requisitos para ser de uno u otro son tan arbitrarios como los propios juicios, aparecen los padres y dicen que quieren entrar en el juego.

Y se crea otro debate  con infinitos debates internos. Y el panorama se convierte en un circo de 3 pistas donde se ven reflejadas las mismas actitudes que en el resto de la sociedad, pero eso sí, envueltas de términos como “consciente” “natural” “responsable” y etiquetados casi a  la fuerza con todo tipo de “ismos”.
Y lo que debería ser una oportunidad de conocimiento y crecimiento para todos, se convierte en un foro y no precisamente de debate, sino de discusión en la peor acepción de la palabra.

 

  • Padres que se sienten fuera porque su mujer da teta y colecha
  • Madres que se sienten incapaces de criar a un marido inmaduro que tiene celos de sus propios hijos
  • Padres que se sienten mal porque quieren que su mujer sea la madre que ellos quieren que sea
  • Madres que no quieren que los hombres entren a opinar sobre maternidad
  • Padres que se sienten molestos porque su mujer decide sobre su maternidad sin tenerles en cuenta
  • Padres que confunden paternidad con maternidad
  • Madres que confunden maternidad con paternidad
  • Padres que confunden maternidad con ataques a la paternidad
  • Madres que confunden paternidad con ataques a la maternidad
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  • Madres y padres que escribimos sobre las vivencias de otras madres y otros padres

 

Y digo yo, que soy madre, que estoy divorciada del padre de mis hijos, que he vivido cómo afectan los hijos a la vida de pareja, que vivo la compeljidad de afrontar una nueva relación de pareja cuando tienes hijos que te demandan atención casi exclusiva, que tengo un hijo varón que seguramente algún día será pareja de alguien y/o  padre, que tengo una hija que a lo mejor será madre, con o sin pareja… ¿qué mensaje quiero  transmitirles?

 

Tengo claro el que no quiero:

No quiero que mis hijos crezcan en un mundo de luchas entre bandos.
No quiero que escojan si quieren más a mamá o a papá.
Si mamá y papá siquiera plantean esa pregunta, son mamá y papá quienes necesitan crecer y madurar.

 

Creo en la capacidad de cada ser humano para tomar sus propias decisiones, en el derecho a equivocarse y en el derecho a cambiar de idea.

Soy la madre que puedo llegar a ser dentro de mi objetivo de ser la madre que quiero ser. Con mis incongruencias y mis limitaciones. Y le reconozco el mismo derecho a cada madre y padre que me rodea.

 

No tolero la violencia, ese es el límite de mi capacidad de respeto. Pero tampoco quiero defender ese derecho siendo violenta yo.
Tarea difícil, lo sé, pero en eso estamos. Y como  Martin Luther King, yo también sueño:

 

Sueño hijos criados

 

 

El espejo mágico en la crianza de nuestros hijos

El espejo mágico en la crianza de nuestros hijos

Como la reina malvada de los cuentos yo también he encontrado un «espejito mágico», uno que no siempre refleja lo que yo quiero, aunque es muy fiel a la verdad.

Cada vez que miro a mi hija de 4 años me devuelve una imagen muy real de lo que soy y de lo que hago.

 

Nunca he sido de mirarme mucho al espejo, no necesitaba ver mi reflejo para conocerme y mi aspecto nunca ha sido taaaaan importante como perder horas con él.

 

Sin embargo ahora mi imagen me persigue hecha niña :

 

– Cuando ella se enfada y se calla, pero golpea algo, su silencio es profundo pero te mira y se  va… como yo.

– Cuando su hermana hace algo que no le gusta, después de intentar que la deje tranquila varias veces le gritacomo yo a ella tantas veces.

– Cuando quiere algo «ronronea» a tu alrededor, te busca silenciosa y te hace un poco «la pelota» antes de decírtelo… como yo.

– Cuando algo no le cuadra pone cara de extrañada y se calla hasta que lo analiza y encuentra una respuesta… como yo.

– Cuando no sabe muy bien que le pasa se pone seria y de mal humor… como yo.

– Cuando algo le interesa se eclipsa, se abstrae y ni oye si le hablas… como yo.

– Cuando esta feliz la cara le cambia y se le ve a la legua… como yo.

– … COMO YO.

 

En ocasiones es duro y difícil.

Te hace ver todo aquello de ti que no te gusta, te hace consciente de reacciones que no sabías que tenías, hace que te preguntes: «¿por qué hace esto?» y que encuentres la respuesta: «porque me ve a mi».

 

También es capaz de alegrar tus días y sacarte la sonrisa.

Cuando ves su dulzura, su intensidad, sus ganas de hacerlo bien por sus propios medios, esa manera sutil de ser cabezota. Y vuelves a preguntarte:  «¿por qué hace esto?»,  «porque me ve a mi».

 

hacer lo que tú haces

 

Ser consciente de esto te hace asumir una gran responsabilidad frente a tus hijos, cambia la forma en que ves la crianza.

Te han dicho una y mil veces que no importa lo que les digas a tus hijos, lo «sabes», pero no te lo crees del todo hasta que lo vives. Ellos te ven y hacen lo que tú, tus palabras pierden fuerza frente a tus actos:

 

«Haré lo que tú hagas, no lo que tú me digas»

 

No puedes decirles: «No grites» si se lo dices gritando.

No puedes decirles: «No se lanzan las cosas» si tú las lanzas cuando te enfadas.

No puedes decirles: «No te levantes de la mesa» si tú te levantas cinco veces en cada comida.

No puedes decirles: «No te distraigas» si tú miras el móvil cada 5 minutos sea lo que sea lo que estas haciendo.

No puedes decirles: «Mírame cuando me hablas» si cuando te esta contando algo levantas la vista de sus ojos para mirar la televisión.

No puedes decirles: «Es hora de comer» cuando tú comes un día a las 4 y otro a las 1.

 

Nos empeñamos en poner normas y enseñar a los niños rutinas que nosotros somos incapaces de cumplir.

Nos empeñamos en que aprendan a ser todo aquello que nosotros no somos.

Nos empeñamos en que hagan «bien» todo aquello que nosotros hacemos «mal».

Nos empeñamos en que sean todo aquello que nos gustaría ser, pero que no somos.

 

Dejemos a los niños ser libres.

Dejemos a los niños jugar como niños.

Dejemos a los niños ser como son.

Pero sobretodo dejemos que los niños aprendan cada día, respetando su personalidad, a ser las personas que serán como adultos dándoles el ejemplo adecuado, siendo conscientes de que aprenden de nosotros, mejorando cada día lo que somos, esforzándonos por ser cada día la mejor versión de nosotros mismos.

 

Tendremos aciertos y también fallos.

Enseñémosles a aceptarlos, enseñémoles que no existe la perfección más allá de aceptarnos como somos.

Enseñémosles  que se puede fallar y avanzar.

Enseñémosles  a apoyarse en las personas que merecen la pena, que no hace falta caminar solos.

 

Enseñémosles que nuestro amor por ellos va más allá de todo eso y hagámoslo de la manera que ellos aprenden:

Queriéndoles sin condiciones, con hechos y sin palabras vacías

 

Para educar a nuestros hijos quizás debamos dejar de ser TAN exigentes con ellos y empezar a ser más exigentes con nosotros mismos, sin culpas y sin agobios pero conscientes de que ahora nuestros actos son ejemplo para los más pequeños de la casa y es de ellos de donde realmente aprenden y no de lo que nos empeñamos en repetir una y otra vez de forma hueca.

 

Y tranquilos, si lo olvidamos nuestro espejo mágico estará ahí para recordarnos como somos y como actuamos con el reflejo más fiel y más real, el que nos devuelve nuestra imagen al natural y sin filtros, y cargada de infinito amor y paciencia.

 

Gracias a mis dos hijas que me enseñan cada día cosas nuevas y me crean la necesidad de ser un poco mejor para poder ser el mejor ejemplo y me enfrentan a lo que no quiero mirar de mi para poder cambiarlo.

Si te a gustado no olvides compartir y si te sientes identificada, o no, deja tu comentario para que podamos enriquecernos y crecer un poco más con el debate.

 

Puedes encontrarme en nuestro facebook y en nuestro correo: creciendosinprisa@gmail.com

Asignatura pendiente : Comunicación

Asignatura pendiente : Comunicación

Llevar al bebé en brazos  es algo tan necesario, natural y antiguo como la propia humanidad.

Si esto lo hacemos con ayuda de alguna herramienta cuidando mantener la postura correcta, tanto del bebé como de la persona que portea, hablaremos de porteo ergonómico. Que es sin ir más lejos lo que me ha traído aquí.

No vengo a venderte humo, mi intención es ofrecerte, salud, bienestar, independencia y sobre todo despertar tu curiosidad por  una herramienta que desde mi punto de vista, facilita la vida de los padres y satisface las necesidades del bebé.

Ser porteado le permitirá estar cerca de ti en el día a día y, entre otras cosas, le servirá como estimulo natural.

           Un portabebés ergonómico.

Desde mi punto de vista existen dos motivos principales por los que usar un portabebé ergonomico:

  •  El primero es que te permite cubrir la necesidad de contacto de tu hijo
  •  El segundo es que te permite cubrir esa necesidad sin olvidar las tuyas

Los tiempos han cambiado, la sociedad esta a años luz de la prehistoria, donde por cierto ya usaban portabebés. Ha cambiado la forma de vida, las visión de cuales son nuestras necesidades, hasta la pirámide de Maslow (jerarquia sobre las necesidades humanas) ha cambiado. Hoy en día damos más importancia a cosas como tener una buena conexión a internet que a comer o descansar.

En cambio, las necesidades de los bebés, no han cambiando, continúan siendo las mismas desde hace siglos.

Cuando un bebé llega a este mundo, igual que hace millones de años,  lo que espera encontrarse es el cuerpo de su madre, el pecho de su madre, la voz y el olor de su madre. No la cuna más mona ni el último modelo de carro, con puerto usb y batería para cargar el móvil…

¿Por qué nos negamos a escuchar a nuestros hijos? ¿Por qué intentamos cubrir todas sus necesidades con cosas materiales y si lo pensamos, con cosas que nos alejan de ellos ?

Asignatura pendiente:
Tenemos que aprender a escuchar
Tenemos que aprender a interpretar sus señales y mensajes

Cuando un bebé llora no es por fastidiar. Puede que tenga hambre, sed, frío, gases. A veces querrá tu pecho como «chupete natural”, todas las tomas al pecho son nutritivas y útiles. A veces le pasará «algo» que descubrirás, pero otras muchas veces, no le pasará «nada» salvo que necesita tenerte cerca. Necesita tu contacto o el de su papá.

Tu hijo necesita tu calor, escuchar tu corazón y relajarse pegadito a ti… de esta forma esta tranquilo. Estando contigo esta en lugar seguro. Y sentirse seguro es algo primordial para un buen desarrollo, no es un capricho.

¿No te parece que tiene sentido?

Si tu bebé se calma cuando lo coges en brazos o cuando lo pones a la teta, ¿por qué tenemos que pensar que esta mimado? ¿Por que tenemos que pensar que se queda con hambre? ¿por qué mantenemos la falsa creencia de que se «mal acostumbran» si están mucho tiempo en brazos? o ¿Por qué tantas madres creen que su leche es mala, que no le alimenta y por eso tienen que darle biberones de formula artificial?

¿Por qué, por qué, por qué…?

Conozcamos a nuestro bebé y su forma de comunicarse

¿Te mal acostumbras tú a los besos de tu hijo? ¿No te gusta que tu hijo te diga que te quiere? ¿No te gusta sentirte querida, deseada y sentir el afecto de tu pareja? ¿No te gusta que te digan lo importante que eres? y más aún, ¿no te gusta sentirte importante desde el punto de vista afectivo para alguien?

Por qué no podemos pensar que la respuesta a todas nuestras dudas es que nuestros hijos necesitan contacto,  que la teta no es solo alimento, que eres su madre/padre y necesita sentirte cerca. Eres su figura de apego, eres quien le protege, eres lo más importante que tiene, que los padres somos su todo…y nos necesita a vosotros, no mil juguetes, el carro, o la cuna que compraste porque era lo que había que hacer y que realmente, si lo piensas detenidamente, es para nuestra comodidad…

Como padres/cuidadores deberíamos al menos analizar por qué hacemos las cosas.

¿Pensamos en nuestra comodidad y en lo que nos han dicho que hay que hacer? o ¿hacemos caso a nuestro instinto y en atender las necesidades de los más pequeños?

Los niños necesitan contacto, necesitan afecto, cariño y necesitan que sean sus padres,  los que además de decírselo, se lo demuestren.

El contacto es el medio más fácil y barato que nos permite dar y recibir.

 

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Ya sabemos que la biología en el comportamiento humano tiene mucho que decir, no voy a profundizar en este tema, aquí tenéis un enlace por si os interesa. Pero si me parece importante hablar aunque sea por encima de dos hormonas que influyen directamente en la gestión de las emociones.

La oxitocina y  el cortisol

La oxitocina.

Esta es la hormona amiga, la hormona por excelencia de la sexualidad, del amor, de la felicidad. La meta de cualquier ser humano es tener los niveles de oxitocina por las nubes. Todos queremos estar felices, contentos, disfrutar de la vida y no tener mas problemas que los realmente inevitables.

Vivir en un ambiente que propicie un alto nivel de oxitocina debería ser la meta de cualquier padre. La forma más sencilla de conseguir elevar esos niveles en nuestros hijos (y en nosotros) es estar en contacto directo con ellos.

Al nacer deberíamos, permanecer piel con piel el mayor tiempo posible, evitando la separación durante el nacimiento. Esto sería lo optimo, la meta a conseguir. Beneficiará entre otras cosas, el establecimiento de la lactancia y favorecerá el vínculo entre ambos. Mantener el contacto hará que nuestros hijos continúen creciendo sintiéndose tranquilos, queridos, felices, seguros.

En circunstancias normales para la mayoría de los problemas de los bebés ( hambre, frío, sueño, sentirse desprotegido, tener gases, molestias intestinales, etc.) tú eres la solución.

Si dejamos que las cosas fluyan de manera natural y escuchando a nuestro instinto y el de nuestros hijos, la solución a estos problemas la tendremos en la palma de mano…

¿ A quien no le curan las besos de mamá?

El cortisol

Esta es la hormona fea, la hormona del estrés, del miedo… Es una hormona necesaria, ya que cierta cantidad de estrés es necesaria en algunas situaciones. Pero si aumentan los niveles de cortisol en nuestro organismo, salta una alarma. En el caso del bebé un bebé que se siente mal reclamará nuestra ayuda como pueda. Si no respondemos a las primeras señales vendrá el llanto que no es sino una forma de comunicación .

Un bebé estresado, con miedo y sintiéndose solo, es un bebé con un nivel de cortisol alto. Un bebé que sufre.

Imagina a ese bebé de 6 meses que siente que su madre lo deja llorando en la cuna y se va de la habitación…

¿Os imagináis cómo puede sentirse mientras esta llorando en la cuna o en el carro, demandando no estar solo y recibir contacto y no lo obtiene? Lo que si sabemos es que es un bebé, y no entiende la situación. Le produce estres porque su cerebro sólo quiere sobrevivir y sólo se encuentra en peligro.

Todos nos enfrentamos a situaciones de estrés: discutir con la pareja, que te hayan robado el coche o haber perdido el trabajo. Para un bebé es sentirse mal y solo, para un niño más mayor puede ser simplemente estar cansado, tener un mal día o no saber aún gestionar sus emociones. Cada uno expresamos nuestras necesidades y frustraciones como sabemos y los niños solo saben llorar o tener “pataletas”.

En todos esos momentos el cortisol campa a sus anchas por nuestro organismo y la encargada de mantenerlo raya es la oxitocina. Si contribuimos a producir oxitocina, a través del contacto conseguiremos que los niveles de cortisol desciendan.

Y ahora te estarás pensando… que bonito y fácil suena todo, pero yo no puedo…

Yo no puedo estar siempre con el niño en brazos…  Tengo más cosas que hacer… Yo no puedo hacer piel con piel, no puedo dedicar tanto tiempo… Tengo un niño mayor que también me necesita… Los niños tienen que aprender a frustrarse…

Y así un largo ecetera…

Como ya te he dicho, estoy aquí  para despertar tu curiosidad acerca del porteo ergonómico, y de cómo éste puede ser tu aliado en el día a día. Espero haberlo conseguido y quieras seguir leyendo e informandote.

Con un portabebé, como se suele decir, matas dos pájaros de un tiro… Tu hijo tiene sus necesidades de afecto, alimento y estimulación cubiertas.  Y tu, puedes seguir con tu vida de una manera mucho más sencilla y práctica.

Elegir el portabebé ergonomico que se adapte a vuestras necesidades muchas veces no es tarea fácil, no existe el mejor portabebé, no existe un portabebé que se adapte a todas las circunstancias ni a todas las personas. Por eso te recomiendo probar, contactar con una asesora de Porteo o Asesora Continuum y con su ayuda encontrar lo que mas se acerque a lo que necesitáis.

Mis hijos necesitan a su padre, no necesitan terminar el curso.

Mis hijos necesitan a su padre, no necesitan terminar el curso.

En breve me voy a vivir a Nueva Zelanda. Mi marido lleva allí 3 meses y medio y en todo este tiempo una de las frases que más he escuchado ha sido “claro, te esperas a que los niños terminen el curso”.  Adriana tiene 5 años y en septiembre en España empezaría primaria, y Yago tan solo tiene 3 años. Allí el curso empieza en febrero, pero que la gente no sepa eso, es normal.

 

Lo que más me ha sorprendido ha sido esa preocupación por terminar el curso unos niños que ni siquiera están obligados a estar escolarizados.

A nadie se le ha pasado por la cabeza decir “vaya, 3 meses sin su padre, cuanto antes os vayáis mejor”.

¿Por qué esa obsesión por terminar el curso?

Adriana entra a primaria y ya sabe leer y escribir. Aquellos padres que sus hijos no han alcanzado los niveles “esperados” empiezan el verano con preocupaciones innecesarias pensando en qué manual utilizar durante las vacaciones para que sus hijos se pongan al día o practiquen lo aprendido y así no pierdan el famoso “hábito de estudio”.

Me gustaría contribuir a quitar estas preocupaciones de la cabeza de muchos padres con una pequeña explicación del cerebro humano.

Paul MacLean habla del Cerebro Triúnico para explicar los rastros de evolución existente en la estructura del cerebro humano.

 

 

Cerebro Triúnico

 

 

El cerebro reptiliano es el que controla el comportamiento de la supervivencia, los instintos, las funciones automáticas como el respirar o hacer la digestión.

El cerebro mamífero o sistema límbico es en el que reside el aprendizaje, los instintos pueden modificarse con la experiencia. En él se controlan las emociones y los instintos. La experiencia y el conocimiento permiten que se interactue correctamente.

Por último nos encontramos con el cerebro humano, que es el de los mamíferos más evolucionados. Es la corteza cerebral y es responsable del pensamiento avanzado, la sapiencia, la razón y el habla.  Se compone de dos hemisferios, el derecho y el izquierdo.

El hemisferio izquierdo es analítico y lógico. Es la parte donde se encuentra la lógico-matemática, el conocimiento, la orientación espacial y el razonamiento.  Este es el hemisferio que nuestra sociedad se preocupa más por desarrollar.

El hemisferio derecho es en el que se encuentran las emociones, imaginación, intuición, arte, ritmo, propiocepción.

Los dos hemisferios se relacionan entre sí y se comunican, están unidos por el cuerpo calloso. No podemos decir que un hemisferio es más importante que el otro, el uno necesita del otro para realizar tareas, así que debemos tener en cuenta siempre que se deben conciliar y no intentar eliminar o superponer uno por encima del otro.

«El hemisferio izquierdo analiza en el tiempo,
mientras que el derecho sintetiza en el espacio.»
Jerre Levy en «Psychobiological Implications of Bilateral Asymmetry»

En nuestra sociedad actual cada vez estamos poniendo más en un segundo plano el desarrollo de lo controlado por el hemisferio derecho, y desde los primeros años de vida intentamos, a toda costa, sobreestimular la parte izquierda.

Cuando nace un bebé el cerebro que está al mando es el mamífero y reptil, su principal preocupación es la supervivencia y la seguridad. Cuando ésto lo tiene cubierto se puede dedicar a aprender otras cosas.

Durante el 6,7 y 8 primeros años de vida va tomando control el hemisferio derecho y a partir de ahí empieza a controlar el hemisferio izquierdo.

En nuestros métodos de enseñanza tradicional nos estamos esforzando en que desarrollen lo antes posible la parte lógico-matemática y de lecto-escritura. Cuanto antes aprendan a leer, escribir, sumar y restar mejor, erróneamente pensamos que  más inteligentes serán nuestros hijos.  Pero existen distintas inteligencias y las unas necesitan de las otras para un futuro exitoso.

Nos olvidamos por completo de esa parte emocional, imaginativa, de curiosidad libre, artística etc… esa inteligencia que traen los niños de forma innata.

Sin embargo según nos hacemos adultos demandamos cada vez más cursos de coaching emocional y de desarrollo personal. Buscamos desarrollar eso que de niños nos hicieron desaprender. Empiezan a salir a flote esas necesidades que el sistema y la sociedad hicieron que dejaramos de lado.

Por todo esto me da mucha pena cada vez que la principal preocupación de la gente sea que terminen el curso los niños.

¿A nadie se le ha ocurrido pensar en el transtorno emocional que supone  el no tener cerca a su padre? 

Os dejo una reflexión más:

¿Cuánta gente mayor ha aprendido a leer y escribir en una residencia de ancianos? Pero ¿a cuantos ancianos conocéis que hayan sido capaces de tocar el piano empezando de cero?

 

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