El primer duelo que viví fue con doce años, cuando murió mi abuela paterna.

Nunca olvidaré el día que llegue del colegio a mi casa y mi madre me dijo: Alba, se murió tu abuela Pepa, pobre, que pena, con lo buena que era.

No sabía que hacer, no me lo creía. Apenas brotaron lágrimas de mis ojos, fue una sensación muy extraña entre tristeza, dolor, fue tan desconcertante. No me lo esperaba y tampoco pude despedirme, ella vivía en Cádiz y yo en Las Palmas.

Recuerdo que ese día llegó un familiar y al verme triste y un poco llorosa me dijo: tranquila no llores, no pasa nada, es normal, es ley de vida antes o más tarde todos nos morimos, a ella le tocó un poco antes.

En ese momento sentí varias cosas:

Rabia. Por la poca empatía ante mi dolor.

Dolor. ¿Cómo es posible intentar consolar diciendo que no pasa nada, si se me ha muerto mi abuela?

Frustración.  Por la poca delicadeza y por no sentirme libre de vivir lo que me tocaba en ese momento.

Vacio. Fue cómo si no pasara nada se murió y ya está, no hablé con nadie de como me sentía. La sensación fue como si nunca hubiera existido mi abuela, se esfumó y desapareció.

Yo quería verla, abrazarla, decirle que la quería, que fue la mejor abuela del mundo,que nunca me iba a olvidar de ella, y que siempre iba a estar en mi corazón.

 

Necesitaba despedirme de ella.

En lugar de eso,  guardé mi duelo.

Varios meses después pude viajar a su casa, estaba asustada, tenía miedo, en mi cabeza parecía que estaba todo superado, pero la realidad fue que ahí comenzó mi duelo.

Me derrumbé, sentí su olor, su presencia, estuve más de un mes llorando todas las noches porque sentía la sensación amarga de no haberme despedido.

Me daba rabia no haberla visto, no estar con ella, en ese momento la eché más de menos que nunca. Poco a poco fue mitigando mi dolor, acepté que ya no estaba.

 

Vivir mi duelo hizo que me sintiera mejor

 

Dos años más tarde viví otro duelo, esta vez el de mi abuelo paterno, en el que tuve la gran suerte de estar presente.

Esta vez fue diferente. Sabíamos que le quedaba poco. Recuerdo que yo estaba en la calle y fueron a buscarme.

-«Alba vamos para casa, el abuelo nos necesita».

Toda la familia estuvimos junto a él hasta su último minuto de vida, fue muy triste pero pude decirle adiós, pude besarlo y tocarlo.

Estuvimos mucho tiempo nombrándolo, hablando de él , de como nos sentíamos. Dejar fluir las emociones fue muy sanador.

 

La sensación de despedirlo a pesar del dolor fue gratificante.

 

Hace cinco años viví una situación que me hizo recordar la angustia que sentí cuando murió mi abuela.

 

El mismo día que supe que estaba embarazada.

Ese día fue muy intenso.

 

Sobre las once de la mañana gran sorpresa, después de nueve meses intentándolo, por fin se cumplió el milagro, el test de embarazo daba positivo.

Por un dolor bastante fuerte en el abdomen fui a urgencias en el centro de salud y de allí al hospital. Sería muy largo contar lo que viví , puede que algún día me anime a escribirlo.

Me hacen una ecografía y me dicen que es un embarazo ectópico y que se me ha reventado una trompa, así sin más…

Yo no entendía nada, no sabía que quería decir. Le pregunté qué pasaba con mi bebé, que si estaba bien, que si lo de la trompa le podía perjudicar y que me explicase eso del tópico no sé qué.

Lo que me dijo me removió el alma y las entrañas, añadió más dolor y emociones negativas a lo que sentía.

– «No te preocupes eres joven, podrás tener más hijos, que a mi prima le pasó lo mismo, y con una trompa consiguió quedarse de nuevo.»

Otra vez aquella sensación de soledad, de rabia, de dolor, de frustración, de no validar mis sentimientos, de no ponerse en mi lugar, de intentar que se me pasara el disgusto lo antes posible, de que aquello en realidad no estaba pasando.

 

¿a quíen no le pasaba nada?, porque yo no hacía más que llorar y llorar, me dolía saber que mi ansiado bebé no iba a nacer,¿cómo me iba a pasar eso a mi?, ¿por qué?,¿por qué?

Me dolía el alma.

Fue el dolor más horrible que había tenido en la vida y a alguien se le ocurrió decirme que no pasaba nada.

Una pérdida siempre es dolorosa, sea de un abuelo, de un tío, de un familiar lejano, de un vecino, o de un bebé que aún no ha nacido.

Es necesario pasar un duelo para afrontarla y seguir adelante con la vida.

Pero, ¿ qué pasa cuando es una pérdida gestacional?


Socialmente intentamos ocultarla
, y con la mejor de las intenciones, para consolar utilizamos frases del tipo :

– Eres joven ya tendrás  hijos más adelante.

– Si no se paró es que venía mal, no te preocupes mejor así.

– Si ya tienes hijos, por lo menos ya tienes hijos.

– Hay que ver que no te cuaja, ya lo hará, no pasa nada…

Por suerte para nosotros mi historia tiene un final feliz.

El diagnóstico fue erroneo y mi embarazo siguió adelante.

 

Pero sé el dolor que sentí en ese momento, viví el sufrimiento de creer que mi bebé ya no nacería, y eso que fue el mismo día que supe de mi embarazo, en menos de doce horas estaba embarazada, después no, y finalmente si.

A pesar de todo esto soy incapaz de ponerme en el lugar de tantas mujeres que han tenido que sufrir una pérdida real, no me gustaría ni por un momento tener que vivir todo el proceso.

Procesos que en muchos casos los tratan con la misma frialdad o indiferencia que sentí yo. Que intervienen con la misma rapidez que dan la noticia, sin dar opciones a reflexionar, a saber como manejar la situación, a asimilar lo que está pasando.

A parte del legrado, que suele ser la única opción que dan en los casos de pérdidas gestacionales, está también la opción del Manejo Expectante. Si necesitas más información sobre qué es pincha aquí.

No sé cómo será pasar por el dolor que han sufrido tantas mujeres al vivir una pérdida y además no sentir el apoyo, el consuelo y la validez de sus sentimientos.

  • Mujeres que han sentido a sus hijos dentro, y que cómo yo, los han querido desde que empezamos a buscarlos.
  • Mujeres que han tenido guardar su dolor y continuar sus vidas como sino pasara nada.
  • Mujeres que han tenido que posponer su duelo para tranquilidad del entorno.
  • Mujeres que han tenido que oír comentarios bien intencionados que no ayudan sino que suman más dolor, impotencia e incomprensión.
  • Mujeres que han tenido que ocultarlo por miedo o por vergüenza.

Por todas ellas quiero pedir:

Luz en sus emociones.

Luz en su dolor.

Luz en sus sentimientos.

Luz en sus tiempos de asimilación.

Luz en sus decisiones.

Luz en su aceptación

Sobre todo que tengan luz en sus duelos.

A ti abuela Pepa, siento no haber estado a tu lado, siento no haberte besado, siento no haberte abrazado, siento no despedirme de ti, te quiero mucho abuela.

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Alba Nadales

Soy Alba Nadales, mamífera, mujer y madre de gemelos de cuatro años. Siento la necesidad de compartir con las familias, de crear tribu y tejer redes especialmente con las mujeres. Creo en un mundo en el que podamos elegir como queremos vivir nuestras maternidades, en el que seamos respetadas, y en el que la información que recibamos sea real, pero sobre todo creo en un mundo en el que nuestros hijos se puedan nutrir de una crianza respetuosa.

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