Miles de bebés murieron por falta de contacto humano
Esta es una parte, extendida, de una de las cosas que cuento en mis talleres de porteo o en charlas más largas. Es, de alguna manera, el inicio de lo que hoy llamamos el Maternaje proximal. Hoy te quiero contar la historia de «Los niños de Anna».
El contacto físico es tan importante para los seres humanos que en las investigaciones sobre el tacto y el contacto se incluye la sorprendente realidad de que ¡la falta de contacto humano puede matar!
A mediados del s. XIX miles y miles de bebés morían en los hospicios de todo el mundo a causa de una enfermedad que se denominó El Marasmo. En aquella época el Marasmo en instituciones se daba sobre todo a partir de los 6 y 9 meses de vida. Bebés aparentemente sanos, entraban en un estado de depresión, dejaban de mantener contacto visual, de alimentarse, de comunicar, hasta que «la enfermedad» les llevaba inevitablemente a la muerte.
En 1915 en Nueva York el doctor Henry Chapin llevo a cabo una investigación en la que se determino que la mortalidad infantil en niños menores de 2 años en instituciones para huérfanos era del 100%. Otro médico en Baltimore, el Dr. Knox informó que sobre 200 niños de menos de un año de edad ingresados en un hospital el 90% habían fallecido y el otro 10% había escapado al marasmo porque habían sido dados en adopción temporal o permanentemente.
Bebés tocados, bebés que sobreviven
El Dr. Fritz Talbot, un pediatra de Bostón comenzó a estudiar los misterios del marasmo. Visitó muchos hospicios y varias clínicas infantiles en diferentes países. En todos la mortalidad estaba en los mismos niveles, en todos salvo con la excepción de un lugar: un hospicio en Dusseldorf. Allí se percató de que los pequeños estaban saludables y fuertes y sin embargo recibían más o menos la misma atención que los niños hospitalizados en Estados Unidos.
Como en la mayor parte de los orfelinatos y clínicas visitados las salas estaban limpias y ordenadas, pero algo le llamó la atención. Se dio cuenta de que una anciana regordeta cargaba un bebé enfermizo a la cadera. Talbot preguntó al director médico quién era esta mujer. «oh, esa es la vieja Anna. Cuando hemos hecho todo lo que hemos podido desde el punto de vista médico por un niño, y aún no está bien, se lo entregamos a la vieja Anna. Ella siempre tiene éxito.» Los niños que Ana cargaba sobrevivían.
Hoy está comprobado que cuando el bebé recibe caricias y contacto amoroso a través de miradas provistas de ternura, palabras suaves, es contenido y acariciado, el cerebro envía órdenes a la hipófisis, activando así el crecimiento adecuado para su edad. Cuando esto no ocurre de forma adecuada el crecimiento se detiene o se altera. La hipófisis recibe señales de tensión y segrega adrenocorticotrofina, estimula la glándula suprarrenal que segrega cortisona, que a su vez inhibe el crecimiento óseo.
Gracias a la intuición y a la sabiduría de Anna, el Dr. Fritz Talbot comprendió la importancia de la afectividad positiva. Gracias a Anna se llevaron a cabo grandes cambios en la forma en que se administraron algunas instituciones expósito. El Hospital Bellevue de Nueva York instituyó una nueva política: cada bebé debía ser cogido, sostenido, tocado, acariciado por una madre varias veces al día. La tasa de mortalidad de más de un 80% en instituciones de lactantes cayó a menos de 10%.
En la formación Asesoras Continuum formamos a profesionales en el acompañamiento a la maternidad y a las familias, desde su embarazo, el parto, el puerperio y hasta los primeros años de la crianza. Nuestra filosofía es que el contacto con el bebé es la herramienta más poderosa para la crianza de nuestros hijos, además de la más económica, pero sin duda la más enriquecedora.
Mercedes Granda
Mi Saquito Mágico
Asesora de Porteo y Formadora de Asesoras Continuum
Fuentes:
– Manifiesto Humanista, Introducción a un nuevo verbo: Nosotrear. Andrés Sánchez Bodas. Ediciones Lea 2013.