Las once y media de la noche y mis hijos dándose un chapuzón en la playa. Qué locura, qué divertido, cómo se te ocurre, se van a poner malos, qué irresponsable, esos son los momentos que van a recordar de mayores…. Cualquiera de estos comentarios serían normales según  nuestras vivencias personales, según nuestras creencias o lo que nos quede de ellas.

Cuando nos convertimos en familias tendemos a repetir modelos, a hacer lo que hemos aprendido, a criar como nos criaron nuestros padres y éstos a la vez como lo hicieron nuestros abuelos.

¿Pero, qué ocurre cuando cambiamos nuestro modelo?

A veces el cambio es mínimo e imperceptible, otras es moderado, y otras totalmente radical.

Ocurre que algunas veces, la familia, el entorno más cercano se sienten cuestionados porque no estamos repitiendo lo que ellos hicieron, no estamos haciendo lo que esperaban de nosotros. Para ellos es como si lo hubiesen hecho mal como padres, como abuelos.

¿Cómo es posible que mi hijo lo haga diferente con lo bien que yo lo he criado? Y tienen razón, ellos han criado lo mejor que han sabido con las herramientas que han tenido en su momento.

La cuestión es que nos cuesta salirnos de lo establecido, de lo que hace la mayoría, de lo común. En la crianza como en la vida es muy difícil nadar contra corriente, y por lo general se hace muy duro tener que enfrentarte a lo establecido por la sociedad, por el entorno o como queramos llamarlo.

Ya de por si crear una familia donde la suelen componer dos adultos con creencias diferentes, con distintos modelos de crianza es complicado llegar a un consenso, aún más si le añadimos el tener que seguir a la manada cuando no estamos de acuerdo con algunas maneras de actuar de la misma.

La (p)maternidad viene cargada de miedos propios y ajenos, de crecimientos y de infantilizaciones.

Según en contexto sociocultural en el que vivamos tenderemos a criar de una forma u otra, a vestir de determinada manera, a escolarizar a cierta edad.  Aunque en España la edad obligatoria para la escolarización es a partir de los seis años lo hacemos desde los tres, si viviéramos en Finlandia a pocas familias se les ocurriría hacerlo antes de los seis.

Lo que en un sitio es «normal» en otros puede ser una auténtica locura. 

Las cosas no se hacen ni mejor ni peor, cada familia debe buscar lo mejor que se adapte a su modo de vida, a sus creencias, a sus necesidades y como no, al bienestar de los hijos.

Que lo haga la gran mayoría no significa que tenga que ser lo correcto.

Seguir a la manada te da la seguridad y el confort de pertenecer al grupo,  salirte de ella te abre a nuevas posibilidades.

 

 

 

 

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Alba Nadales

Soy Alba Nadales, mamífera, mujer y madre de gemelos de cuatro años. Siento la necesidad de compartir con las familias, de crear tribu y tejer redes especialmente con las mujeres. Creo en un mundo en el que podamos elegir como queremos vivir nuestras maternidades, en el que seamos respetadas, y en el que la información que recibamos sea real, pero sobre todo creo en un mundo en el que nuestros hijos se puedan nutrir de una crianza respetuosa.

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