Cuando era pequeña mi abuela me llevó a una reunión religiosa, no recuerdo de que confesión. Sé que había un predicador que decía algo sobre que había un Dios que todos recordaríamos hasta los confines de la humanidad.
Que la gran mayoría de las personas pasariamos sin pena ni gloria por el mundo y que sólo ese Dios sería recordado. Entonces empezó a hablar de los Beatles, un grupo de moda en esa época, diciendo que dentro de unos años nadie sabría ni el nombre del cantante.
Y para demostrar que estaba en lo cierto, de entre toda la gente que había allí se dirigió a mí (una niña de unos ocho años), y me preguntó:
– ¿Sabes tú cómo se llama el cantante de los Beatles?
Tenía todas las papeletas para no saber el nombre, sólo era una niña. ¿Por qué no le preguntó a algún adulto?. Lo que no sabía ese tipo tan listo es que crecí escuchando «Imagine», «Yellow Submarine» y «Let it Be»… aún así ¿adivinan mi respuesta?….
-«..no lo sé…» Con el corazón a mil por hora, luchando conmigo misma por mentir, pero, ¿cómo iba a desmontarle el chiringuito al tipo ese que estaba subido en un pedestal? Para mí representaba la autoridad, ¿cómo iba a llevarle la contraría?. Me sentí con la responsabilidad de respaldarle.
Pero,¿ y qué pasaba con esa niña de ocho años que mintió por no hacer sentir mal a un adulto?.
¿Importa cómo se sienten los niños en este mundo preparado para adultos?
En estos días está volviendo a circular un post que escribí el año pasado: Mamá no quiero ir al cole, ¡¡¡pero nunca más!!!, en el que invito a reflexionar sobre qué sienten los niños en los períodos de adaptación y sobre cómo mis hijos no se adaptaron y nos lo hicieron saber.
Estoy recibiendo muchos comentarios en los que se identifican con nuestra situación y cómo siguen recibiendo mensajes de la sociedad afirmando que los niños son unos mimosos y que nos manipulan.
Y no, no manipulan, es que saben pedir lo que necesitan insistentemente. Lloran cuando son pequeños porque no tienen las herramientas necesarias para expresarse, su cerebro aún está desarrollándose, somos los adultos los que los manipulamos para que se adapten a nuestro mundo.
Ellos son los más débiles, ellos necesitan que los escuchemos, que les pongamos voz, que los defendamos, que los protejamos, que sientan la seguridad de que si tienen un problema van a venir a contárnoslo porque desde siempre se les ha tenido en cuenta.
¿Por qué tienen que ser los niños los responsables de los estados emocionales de los adultos?.
No quiero que mis hijos sean buenos, ni dóciles, quiero que sean ellos mismos, y que sean felices.
Y al pastor que le preguntó a aquella niña más preocupada de no llevar la contraria y de ser buena le digo:
Es Jonh Lennon, ¿ qué te crees que porque soy una niña no lo voy a saber? A ver qué argumento te buscas ahora listillo.
Hoy inauguro una sección de posts en forma de vídeos en el blog de Asesoras Continuum.
.
No se trata de una recopilación de vídeos, sino de un video elaborado expresamente para contaros lo que quiero. .
Con este video-post «miedos ajenos en mi parto» pretendo conseguir dos objetivos:
El primero es superar el pavor que me da exponerme ante los demás, por eso he querido hacer una grabación, en la que me muestro tal y como soy.
He de contar que me ha costado muchísimo y que he cortado varios trozos. Lo fácil hubiese sido repetirlo hasta que quedara bien, pero no hubiese conseguido mi propósito.
El segundo no lo voy a escribir, lo tenéis aquí:
Bueno pues esta soy yo en estado puro, con mis nervios y con mi historia.
Confieso que a pesar de querer mejorar cosas he disfrutado mucho y sobre todo he aprendido que desde que soy madre puedo con todo lo que me propongo, que la maternidad te da una fuerza brutal, y que habrán más videos, jijiji.
Si les apetece leer el post del que hablo en el video, en el que cuento que mi parto fue el que yo esperaba pero que quizás no el que esperaban mis hijos, hablando desde el punto de vista del recién nacido, pueden hacerlo pinchando aqui.
La maternidad nos hace darnos cuenta de lo fuertes que somos las mujeres
Sin duda alguna ser madre es mi mejor profesión. Desde que tengo uso de razón he querido tener hijos, siempre he tenido instinto maternal, es mi más fiel compañero de viaje. Creí que al ser madre se iría, pero al contrario, aquí sigue conmigo, y con más intensidad que nunca.
Me encantaría tener más hijos, ser familia numerosa como las de antes, tener la casa llena de niños, con sus risas, sus llantos, sus juegos, sus peleas de hermanos, sus abrazos.
Pueden pensar que estoy loca, tal y como está la vida, con la de trabajo que dan, es con un solo hijo y no es posible darle todo lo que uno querría, con dos ni te cuento, con tres… ufff imposible y ya con cuatro es de no estar bien de la azotea.
Y si, puede que tengan razón, pero para sus vidas, cada cual tiene sus circunstancias, sus vivencias. Y no digo que sea fácil, porque ser madre no lo es, porque hay momentos que me siento tan desbordada que no puedo más, porque hay días en los que no tengo fuerzas o ánimo y todo me supera, y porque también renunciamos a muchas cosas para tener otras, como dice Nohemí Hervada en este post: Las renuncias de las madres
A pesar de tener que renunciar a otras cosas, ser madre me llena en muchos aspectos de mi vida:
Me llena ver como mis hijos disfrutan de las pequeñas cosas, prefieren jugar con una caja de cartón antes que con el juguete más caro.
Me llena como se sorprenden al ver caer la lluvia.
Me llena su inocencia.
Me llenan sus conversaciones antes de dormirse.
Me llenan sus sonrisas, sus carcajadas.
Me llena la intensidad con la que viven todo.
Me llenan sus pillerías.
Me llenan sus abrazos.
Me llenan sus miradas.
Me llena su sabiduría.
Me llenan sus juegos.
Me llenan sus cuentos inventados.
Me llena la ilusión y la emoción que sienten al ir a buscar unicornios.
Me llena ver cómo se relacionan con los demás.
Me llena oirles decir que cuando sean mayores van a vivir juntos con sus mujeres y con un millón de hijos!!!, jajjaj , esto me llena muchísimo.
Me llena ver como crecen.
Me llena ver como son capaces de dar la solución más simple y lógica a la situación más complicada, sino me creen vean este video:
https://www.youtube.com/watch?v=uSNortxbqi0
Ser madre es mi mejor profesiónporque es lo que me apasiona.
Ser madre es mi mejor profesiónporque me hace sentir mejor persona.
Ser madre es mi mejor profesión porque cada día aprendo algo nuevo.
Ser madre es mi mejor profesión porque me sale de las entrañas.
«Hay madres, madrecillas y madrazas». Esta frase se la oí a la «Esteban», juzgando a una madre que solía salir de marcha por la noche teniendo su hijo cuatro meses de vida.
Desde entonces no he parado de darle vueltas en mi cabeza a estas palabras porque es el pan de cada día en nuestra sociedad, emitimos juicios sin parar sobre lo que hace el vecino, sobre la carrera que abandonó fulanito, sobre menganito que no busca un trabajo decente, el hijo que se fue a vivir al extranjero y dejó a sus padres solos, sobre la pareja que se separó en vez de mirar por sus hijos…. y así con muchas cosas más.
En la maternidad no iba a ser menos, como dice el título de este post hay madres, madrecillas y madrazas.
Personalmente me sobrepasa esta situación de juicios por todo, intento digerir ataques directos o indirectos hacia mi o hacia cualquier mujer, siempre hay alguien que lo haría mejor o que sabe mejor que tú qué es lo que te conviene.
Si decides ser madre joven, ahí te dan «pal pelo», pero bien fuerte. Cómo se te ocurre, con lo joven que eres, no están preparados, no lo van a hacer bien, no están capacitados, no tienes dinero para mantener a tu hijo, mejor aborta, para que traer un bebé al que no vas a saber criar….
¿y, qué pasa con los sentimientos de esos padres que han decidido seguir para adelante?, que en su «inmadurez» han tomado la decisión de madurar antes de tiempo,¿quién es nadie para juzgar/opinar si van a ser buenos padres o no?, ¿tienen el deber moral de salvarles la vida a los futuros padres y al bebé instándoles a abortar?, ¿somos conscientes de lo que implica un aborto a nivel emocional para una mujer?, ¿nos hemos parado a pensar que siente una pareja cuando ya quieren a esa vida que crece en su interior?.
Si decides posponer la maternidad, y eres madre cerca o despues de los 40, que qué mayor, que poco tiempo vas a pasar con tu hijo, cuando tenga veinte años tu tendrás sesenta y no estarás preparado ni con energía para afrontar nada.
¿Sabemos realmente por qué no han tenido hijos antes?, no podían, problemas de infertilidad, o simplemente no querían.
Si decides dejar el trabajo para cuidar a tus hijos, ahí ya te volviste loca, como está la vida, sin trabajo, ¿cómo vas a mantener a esa criatura con un solo sueldo?,¿ y tu independencia? con todo lo que han luchado las mujeres y ahora vas tu a quedarte en casa…
¿Qué pasa con la necesidad de maternaje de los bebés, ¿sabe alguien lo que realmente necesita un bebé?, lo único imprescindible es el cuerpo de su madre, el resto de cosas materiales son totalmente innecesarias.
¿Y si en lugar de qué te lo cuiden otros eres tu misma quién lo hace?, Acaso, ¿no es peor, desde el punto de vista de las necesidades biológicas del bebé, estar separado de su madre desde los cuatro meses porque ha de ir a trabajar?.
Y podríamos hacer una lista interminable para que nos juzguen:
Si sales sin tus hijos.
Si los dejas una noche con tus padres.
Si te vas un fin de semana con tu pareja.
Si no te vas un fin de semana con tu pareja.
Si tus padres se encargan de comprarle los pañales.
Si no los llevas a ver a los abuelos.
Si no sales de casa.
Si no entras en casa.
Si lo coges en brazos.
Si lo coges poco.
Si le das la teta.
Si no se la das….
El mundo de la maternidad viene cargado de juicios disfrazados de opiniones, normalmente por el entorno más cercano (siempre con las mejores intenciones), pero en la mayoría de los casos la intención no es lo que cuenta, lo que cuenta es que es lo que necesitan esos padresy sus hijos, no lo que consideren los demás, y nos toca a nosotros como padres, como creadores de una nueva familia poner esos límites, y centrarnos en lo que en ese momento importa.
Confieso que antes de ser madre juzgaba gratuitamente, es una de las cosas que más he aprendido en la formación de Asesoras Continuum, NO JUZGAR.
Cada persona tiene su historia personal, su mochila, no intentemos salvar la vida de nadie, no tratemos de mirar por el futuro de los demás porque el futuro no existe.
Nunca se inquieten acerca del día siguiente, porque el día siguiente tendrá sus propias inquietudes. (Mateo 6:34)
Les dejo con una reflexión personal porque me gusta aprender, evolucionar, porque la madurez no te la dan los años, porque no existen las verdades verdaderas.
Existe lo que lleves en tu interior y lo que hagas con el.
He vivido la vida que he querido,
he hecho lo que me ha dado la gana,
quién soy yo para opinar sobre la vida de nadie,
quién soy yo para juzgar, si mi vida no es ejemplo para nadie, solo para mi misma,
en mi interior busco que es lo que me chirría de cualquier situación antes que juzgar,
La historia de la que voy a hablar ya le he contado muchas veces. El día en que mis hijos me dijeron «no quiero ir al cole!» y fue así…
Cada vez que alguien me pregunta ¿qué tal el cole?, aprovecho para contarla con pelos y señales.
La repetiré hasta la saciedad, y no porque me guste hablar de mi vida, o tal vez si, sino para que llegue al mayor número de personas posible, para que no se vea tan «normal» el sufrimiento por el que pasan muchos niños cuando no les queda mas remedio que adaptarse a una situación para la que aún no están preparados emocionalmente e intentemos buscar una solución.
Mis hijos (gemelos) entraron al cole con dos años y nueve meses, y la verdad es que lo vivimos con mucha emoción, que bien otra etapa más, que mayores se están haciendo, ya al cole.
La realidad nos dio un «zas» en toda la cara.
Tuvimos la suerte de hacer una «adaptación» fuera de lo común, tanto el padre como yo podíamos entrar en clase con ellos, estar un ratito y después salir y aún así, ellos lloraban cuando nos íbamos.
Rara vez se quedó alguno sin llorar mientras salíamos.
Y yo me quedaba en la puerta llorando con ellos pero sin ellos
Se me desgarraba el alma oirlos llorar, y ahí me quedaba esperando a que terminaran sus llantos, sin ser yo su consuelo, sin tener lo que esperaban de su madre.
Lo más triste es que esto que les ocurría a mis hijos era lo más «normal» del mundo, es lo que le pasa a todos los niños, no te preocupes Alba que ya se adaptarán.
Ese modo de «adaptación» duró hasta las vacaciones de navidad.
Lo que vino después en enero fue terrible:
LLantos desde que se levantaban de la cama, me tiraban del pelo, me pegaban. Me gritaban entre llantos que no querían ir al cole. Uno en brazos el otro pegado a mi. Esto no había ocurrido antes en nuestras vidas.
Grandes rabietas que no llegaban a nada porque ellos seguían yendo al cole.
Hasta que una mañana uno de mis hijos se plantó frente a mí y muy serio y tajante me dijo:
Mamá no quiero ir al cole, pero nunca más.
A lo que el hemano añadió:
Y yo tampoco.
Con tres años recién cumplidos fueron tan claros y demostraron una seguridad y contundencia en lo que decían, que no quedó lugar a duda de que teníamos que hacer algo al respecto.
Mis hijos demostraron una seguridad mayor que la que yo hubiese podido tener en mi vida hasta después de ser madre y de aprender tanto de ellos.
Recuerdo a su padre diciéndome que era normal que no quisieran ir al cole con la cantidad de fichas que habían traído del primer trimestre.
Es que se aburren Alba, a mí me pasaba lo mismo, como van a querer ir.
Ay las fichas y deberes…, eso daría para otro post. Reflexionaré sobre ello.
Bueno pues tomamos cartas en el asunto, y los cambiamos de cole con la opción de que si no se adaptaban al nuevo se quedarían en casa con nosotros.
Ahora están en un centro con una pedagogía diferente.
Donde se les trata con mayor individualidad.
Donde se respetan los procesos de cada niño.
Donde fomentan la creatividad.
Donde se le da más importancia a las emociones que al rendimiento académico.
Donde se piden las cosas desde el respeto no desde el porque yo lo digo, yo soy el adulto y tu me obedeces.
Donde se les anima a investigar el entorno, a observar a cuestionar.
Parece que esto está cambiando y en algunos centros se aplican este tipo de métodos, cada vez hay más educadores y padres que abogan por un cambio en el sistema educativo.
Mis hijos pasaron de llorar cada día porque no querían ir al cole a llorar los fines de semana porque no había cole
No perdamos de vista que hablamos de niños que ni siquiera han cumplido los tres años cuando pisan por primera vez un colegio.
Tanto su padre como yo nos sentimos muy orgullosos de haber sido capaces de escucharlos, de aprender de ellos y de a pesar de las dificultades que implica «salirse de la manada» saber que estamos en el camino correcto para que nuestros hijos crezcan sanos emocionalmente y felices.
Cada cual que saque sus conclusiones.
Tenemos muy claro que un niño de tres años no es capaz de sobrevivir por si mismo y que depende de la figura de un adulto, que sería incapaz de organizarse solo, de gestionar un conflicto, de ir a comprar el pan, de freirse un huevo o de ir con sus amigos al cine.
Entonces…
¿Por qué no tenemos tan claro que les cueste adaptarse?
¿Por qué no tenemos tan claro que les sea difícil estar solos con una persona que acaban de conocer?
¿Por qué no tenemos tan claro que les cueste estar con otros niños que están tan asustados como ellos?
¿Por qué no tenemos tan claro que simplemente que no están preparados para ello?
Y…
¿Por qué si tenemos tan claro que son capaces de hacer todo esto?:
Mientras antes se adapten mejor, de palos se aprende.
Los niños manipulan.
Es tan listo que todas las mañanas vomita para no ir al cole.
En diez minutos deja de llorar.
Sabe más, a la hora de recogerlo empieza a llorar de nuevo.
Lo que más me indigna de todo esto es que haya educadores obsoletos que crean que esto es así, que es «normal»,y den consejos tan alegremente como sino pasara nada, como si todo lo que vivan en su infancia no les fuera a repercutir en su futuro, en el lejano y en el más próximo.
Niños con ansiedad, niños aparentemente «buenos», niños que se callan por miedo, o porque no saben expresarse, niños que con cuatro años, en el mejor de los casos, sean capaces de preguntarles a sus padres después de pasar por varias crisis de ansiedad: ¿Qué me pasa mamá, voy a estar así toda mi vida?.
He tenido que oir por boca de una educador queno me preocupe que los niños manipulan.
Lo peor es que muchos padres lo creen porque la autoridad de un maestro tiene mucho peso.
Y no es verdad, no es real, aquí lo único que pasa es:
que se acaban adaptando
que terminan por pasar por el aro
que aprenden con muy poca edad que sus necesidades no importan
que las figuras de autoridad son las que mandan
que hay que obedecer al mayor
que sus sentimientos no son válidos
que si tienen un problema mejor se lo guardan en algún lugar del inconsciente
que la vida es dura y es lo que hay
que mientras antes se sometan mejor
La capacidad de adaptación del ser humano es increible
¿Por qué no escuchamos a nuestros hijos?, sobre esto puedes leer este post de mi compañera Tatiana Martín «Escúchame, Respétame»
Un niño puede enseñar tres cosas a un adulto: a ponerse contento sin motivo, a estar siempre ocupado con algo y a saber exigir con todas sus fuerzas aquello que desea. Paulo Coelho.
Para terminar les cuento una última anécdota:
Antes de que finalizara el pasado curso (año y medio mas o menos estando ya en el nuevo cole) una noche uno de mis hijos me decía que no quería ir al cole al día siguiente porque no le gustaba, a lo que yo le respondí que si que le gustaba que a lo mejor era posible que no tuviera ganas de ir, que lo sentía mucho pero yo tenía que hacer cosas por la mañana y que estaba tranquila porque sabía que en ese cole era feliz.
Cualquiera de estas palabras nos incitan a pensar en el placer, placer producido por un buen masaje, por tener contacto, por demostrar afecto mediante una caricia. O también en el placer como algo pecaminoso, prohibido.
Vivimos en la cultura de que hay que sufrir para conseguir algo, que hay que sudar la gota gorda para llegar a ser alguien, que el trabajo es una obligación, que el contacto cuanto menos mejor y del afecto no digo nada porque tenemos que ser duros, que la vida en sí es un sufrimiento y resignación, y tenemos esto tan grabado a fuego que nos olvidamos que merecemos cosas buenas y placenteras.
El placer por placer no es pecado
¿ A quién no le gustaría darse un masaje en este momento?,¿ Quién no disfrutaría de una hora embadurnándose en crema, aceites y dejándose llevar por uno de los placeres más antiguos del mundo?
Hay personas a las que no les gusta, son las menos y no me atrevo a aventurar cuál podría ser el origen de esa extrañeza. Pero de lo que si estoy segura es de que la gran mayoría diría que si.
De sobra es conocido que el contacto genera placer, que libera oxitocina, que relaja, libera tensión, descontractura y que es un gustazo darse un buen masaje.
Pero, ¿nos hemos fijado alguna vez conscientemente, en qué beneficios obtiene nuestro cuerpo y nuestra mente en un masaje relajante?
En el sistema neuroendocrino se produce el aumento de los niveles de varias hormonas:
Suben los niveles de dopamina, por lo que aumenta la capacidad de atención, el estado de ánimo, la capacidad de concentración y también influye en la actividad motriz.
Aumentan los niveles de serotonina, que modula los ciclos de sueño y vigilia.
Aumentan los niveles de endorfinas, algunos les llaman moléculas de la felicidad, ayudan a mitigar el dolor, tanto físico como mental.
Aumentan los niveles de la oxitocina, la hormona del amor. Cuando actúa esta hormona bajan los niveles de cortisól, que produce el efecto contrario, aumentando los niveles de estrés. El cortisól elevado está implicado en enfermedades inmunes, cefaleas, en la alteración del sueño y en el agotamiento continuo entre otras cosas.
Sentí una desconexión total de mi misma, mi cuerpo y mi mente eran dos partes separadas y a la vez conectadas.
Me dejé llevar y dejé sentir a mi cuerpo y afloraron tantos sentimientos que en un momento dado me liberé y lloré, algo se soltó en mi pecho que me sentí libre y tranquila.
Fue tanta la relajación, que llegué a sentir que no era yo la que estaba en la camilla, me veía desde fuera de mi cuerpo, era capaz de verme desde otra perspectiva, de saber quién soy y hacia donde voy. Este punto puede parecer algo místico, pero nada más lejos de la realidad, me subió tanto el nivel de dopamina que sentí una felicidad plena y gozosa, y mi mente pudo pensar con claridad algunos conflictos que tengo conmigo misma, y de ahí mi estado intuitivo.
Sentí mucho placer, placer del bueno, ese que dices: que rico ojalá que no se acabe nunca.
Salí de la consulta tranquila, feliz, plena, conectada conmigo, más yo que nunca.
Les invito a que vayan a darse un masaje por placer a menudo, les invito a que se los den a sus hijos desde el nacimiento, les invito a que no se priven del placer por placer, les invito a que:
Las once y media de la noche y mis hijos dándose un chapuzón en la playa. Qué locura, qué divertido, cómo se te ocurre, se van a poner malos, qué irresponsable, esos son los momentos que van a recordar de mayores…. Cualquiera de estos comentarios serían normales según nuestras vivencias personales, según nuestras creencias o lo que nos quede de ellas.
Cuando nos convertimos en familias tendemos a repetir modelos, a hacer lo que hemos aprendido, a criar como nos criaron nuestros padres y éstos a la vez como lo hicieron nuestros abuelos.
¿Pero, qué ocurre cuando cambiamos nuestro modelo?
A veces el cambio es mínimo e imperceptible, otras es moderado, y otras totalmente radical.
Ocurre que algunas veces, la familia, el entorno más cercano se sienten cuestionados porque no estamos repitiendo lo que ellos hicieron, no estamos haciendo lo que esperaban de nosotros. Para ellos es como si lo hubiesen hecho mal como padres, como abuelos.
¿Cómo es posible que mi hijo lo haga diferente con lo bien que yo lo he criado? Y tienen razón, ellos han criado lo mejor que han sabido con las herramientas que han tenido en su momento.
La cuestión es que nos cuesta salirnos de lo establecido, de lo que hace la mayoría, de lo común. En la crianza como en la vida es muy difícil nadar contra corriente, y por lo general se hace muy duro tener que enfrentarte a lo establecido por la sociedad, por el entorno o como queramos llamarlo.
Ya de por si crear una familia donde la suelen componer dos adultos con creencias diferentes, con distintos modelos de crianza es complicado llegar a un consenso, aún más si le añadimos el tener que seguir a la manada cuando no estamos de acuerdo con algunas maneras de actuar de la misma.
La (p)maternidad viene cargada de miedos propios y ajenos, de crecimientos y de infantilizaciones.
Según en contexto sociocultural en el que vivamos tenderemos a criar de una forma u otra, a vestir de determinada manera, a escolarizar a cierta edad. Aunque en España la edad obligatoria para la escolarización es a partir de los seis años lo hacemos desde los tres, si viviéramos en Finlandia a pocas familias se les ocurriría hacerlo antes de los seis.
Lo que en un sitio es «normal» en otros puede ser una auténtica locura.
Las cosas no se hacen ni mejor ni peor, cada familia debe buscar lo mejor que se adapte a su modo de vida, a sus creencias, a sus necesidades y como no, al bienestar de los hijos.
Que lo haga la gran mayoría no significa que tenga que ser lo correcto.
Seguir a la manada te da la seguridad y el confort de pertenecer al grupo, salirte de ella te abre a nuevas posibilidades.
El primer duelo que viví fue con doce años, cuando murió mi abuela paterna.
Nunca olvidaré el día que llegue del colegio a mi casa y mi madre me dijo: Alba, se murió tu abuela Pepa, pobre, que pena, con lo buena que era.
No sabía que hacer,no me lo creía. Apenas brotaron lágrimas de mis ojos, fue una sensación muy extraña entre tristeza, dolor, fue tan desconcertante. No me lo esperaba y tampoco pude despedirme, ella vivía en Cádiz y yo en Las Palmas.
Recuerdo que ese día llegó un familiar y al verme triste y un poco llorosa me dijo: tranquila no llores, no pasa nada, es normal, es ley de vida antes o más tarde todos nos morimos, a ella le tocó un poco antes.
En ese momento sentí varias cosas:
Rabia. Por la poca empatía ante mi dolor.
Dolor. ¿Cómo es posible intentar consolar diciendo que no pasa nada, si se me ha muerto mi abuela?
Frustración. Por la poca delicadeza y por no sentirme libre de vivir lo que me tocaba en ese momento.
Vacio. Fue cómo si no pasara nada se murió y ya está, no hablé con nadie de como me sentía. La sensación fue como si nunca hubiera existido mi abuela, se esfumó y desapareció.
Yo quería verla, abrazarla, decirle que la quería, que fue la mejor abuela del mundo,que nunca me iba a olvidar de ella, y que siempre iba a estar en mi corazón.
Necesitaba despedirme de ella.
En lugar de eso, guardé mi duelo.
Varios meses después pude viajar a su casa, estaba asustada, tenía miedo, en mi cabeza parecía que estaba todo superado, pero la realidad fue que ahí comenzó mi duelo.
Me derrumbé, sentí su olor, su presencia, estuve más de un mes llorando todas las noches porque sentía la sensación amarga de no haberme despedido.
Me daba rabia no haberla visto, no estar con ella, en ese momento la eché más de menos que nunca. Poco a poco fue mitigando mi dolor, acepté que ya no estaba.
Vivir mi duelo hizo que me sintiera mejor
Dos años más tarde viví otro duelo, esta vez el de mi abuelo paterno, en el que tuve la gran suerte de estar presente.
Esta vez fue diferente. Sabíamos que le quedaba poco. Recuerdo que yo estaba en la calle y fueron a buscarme.
-«Alba vamos para casa, el abuelo nos necesita».
Toda la familia estuvimos junto a él hasta su último minuto de vida, fue muy triste pero pude decirle adiós, pude besarlo y tocarlo.
Estuvimos mucho tiempo nombrándolo, hablando de él , de como nos sentíamos. Dejar fluir las emociones fue muy sanador.
La sensación de despedirlo a pesar del dolor fue gratificante.
Hace cinco años viví una situación que me hizo recordar la angustia que sentí cuando murió mi abuela.
El mismo día que supe que estaba embarazada.
Ese día fue muy intenso.
Sobre las once de la mañana gran sorpresa, después de nueve meses intentándolo, por fin se cumplió el milagro, el test de embarazo daba positivo.
Por un dolor bastante fuerte en el abdomen fui a urgencias en el centro de salud y de allí al hospital. Sería muy largo contar lo que viví , puede que algún día me anime a escribirlo.
Me hacen una ecografía y me dicen que es un embarazo ectópico y que se me ha reventado una trompa, así sin más…
Yo no entendía nada, no sabía que quería decir. Le pregunté qué pasaba con mi bebé, que si estaba bien, que si lo de la trompa le podía perjudicar y que me explicase eso del tópico no sé qué.
Lo que me dijo me removió el alma y las entrañas, añadió más dolor y emociones negativas a lo que sentía.
– «No te preocupes eres joven, podrás tener más hijos, que a mi prima le pasó lo mismo, y con una trompa consiguió quedarse de nuevo.»
Otra vez aquella sensación de soledad, de rabia, de dolor, de frustración, de no validar mis sentimientos, de no ponerse en mi lugar, de intentar que se me pasara el disgusto lo antes posible, de que aquello en realidad no estaba pasando.
¿a quíen no le pasaba nada?, porque yo no hacía más que llorar y llorar, me dolía saber que mi ansiado bebé no iba a nacer,¿cómo me iba a pasar eso a mi?, ¿por qué?,¿por qué?
Me dolía el alma.
Fue el dolor más horrible que había tenido en la vida y a alguien se le ocurrió decirme que no pasaba nada.
Una pérdida siempre es dolorosa, sea de un abuelo, de un tío, de un familiar lejano, de un vecino, o de un bebé que aún no ha nacido.
Es necesario pasar un duelo para afrontarla y seguir adelante con la vida.
Pero, ¿ qué pasa cuando es una pérdida gestacional?
Socialmente intentamos ocultarla, y con la mejor de las intenciones, para consolar utilizamos frases del tipo :
– Eres joven ya tendrás hijos más adelante.
– Si no se paró es que venía mal, no te preocupes mejor así.
– Si ya tienes hijos, por lo menos ya tienes hijos.
– Hay que ver que no te cuaja, ya lo hará, no pasa nada…
Por suerte para nosotros mi historia tiene un final feliz.
El diagnóstico fue erroneo y mi embarazo siguió adelante.
Pero sé el dolor que sentí en ese momento, viví el sufrimiento de creer que mi bebé ya no nacería, y eso que fue el mismo día que supe de mi embarazo, en menos de doce horas estaba embarazada, después no, y finalmente si.
A pesar de todo esto soy incapaz de ponerme en el lugar de tantas mujeres que han tenido que sufrir una pérdida real, no me gustaría ni por un momento tener que vivir todo el proceso.
Procesos que en muchos casos los tratan con la misma frialdad o indiferencia que sentí yo. Que intervienen con la misma rapidez que dan la noticia, sin dar opciones a reflexionar, a saber como manejar la situación, a asimilar lo que está pasando.
A parte del legrado, que suele ser la única opción que dan en los casos de pérdidas gestacionales, está también la opción del Manejo Expectante. Si necesitas más información sobre qué es pincha aquí.
No sé cómo será pasar por el dolor que han sufrido tantas mujeres al vivir una pérdida y además no sentir el apoyo, el consuelo y la validez de sus sentimientos.
Mujeres que han sentido a sus hijos dentro, y que cómo yo, los han querido desde que empezamos a buscarlos.
Mujeres que han tenido guardar su dolor y continuar sus vidas como sino pasara nada.
Mujeres que han tenido que posponer su duelo para tranquilidad del entorno.
Mujeres que han tenido que oír comentarios bien intencionados que no ayudan sino que suman más dolor, impotencia e incomprensión.
Mujeres que han tenido que ocultarlo por miedo o por vergüenza.
Por todas ellas quiero pedir:
Luz en sus emociones.
Luz en su dolor.
Luz en sus sentimientos.
Luz en sus tiempos de asimilación.
Luz en sus decisiones.
Luz en su aceptación
Sobre todo que tengan luz en sus duelos.
A ti abuela Pepa, siento no haber estado a tu lado, siento no haberte besado, siento no haberte abrazado, siento no despedirme de ti, te quiero mucho abuela.
A ti, futura madre, futuro padre, tengas hijos ya o aún no. A ti que ni siquiera te lo has planteado te quiero pedir una cosa: Cierra los ojos, respira profundamente y durante unos minutos imagina cómo será tu parto. ¿Lo has hecho ya?, ¿cómo ha sido?, ¿quién estaba contigo?, ¿cómo te has sentido?.
Ahora plantéate esta cuestión:
¿Crees qué puedes estar condicionada/o culturalmente a la hora de imaginar tu parto?.
Es muy probable que sí, que según dónde vivas tengas ciertas expectativas sobre el parto:
Si vivimos en un país «desarrollado» donde el parto está completamente medicalizado, posiblemente imaginaremos un paritorio lleno de médicos diciendo cuándo debes empujar, qué tienes que hacer en todo momento. Imaginarás estar con tu pareja, o tu madre, o sin nadie.
Por el contrario, si vivimos en una tribu en medio de la selva, posiblemente imaginaremos un parto más salvaje, más mamífero.
También podemos vivir en un país «desarrollado» donde el paradigma sobre el nacimiento está cambiando, e imaginar un parto más mamífero en casa o en el hospital.
No obstante puede haber tantos tipos de visualizaciones como personas existen. Aquí he hecho sólo tres agrupaciones, las que considero más comunes.
La mayoría de las veces estamos muy condicionados culturalmente, y en algunos casos vemos normal aquello que debería ser excepción.
Mi parto fue el que esperaba:
Di a luz hace cuatro años y cinco meses a dos niños maravillosos. Fue el momento más feliz de mi vida. Por fin les vi la carita a mis hijos y pude tocarlos y abrazarlos: una experiencia única.
Viví mi parto como lo más «normal» del mundo.
Fue el parto que esperaba, el que imaginaba. En ese momento no me extrañé de ninguna de las intervenciones a las que mis hijos y yo nos vimos sometidos: oxitocina sintética, epidural, litotomía, episiotomía, fórceps para el primero, sedación, gran extracción para el segundo.
Las enfermeras se llevaron rápidamente al primero para aspirarlo, limpiarlo, pesarlo. Y al segundo, todo eso más reanimación.
Hasta ahí todo «normal». El típico parto que se ve en las películas:
El paritoriolleno a reventar: al ser gemelos, hay extra de acompañantes médicos.
El ginecólogo diciendo: ¡Empuja! ¡Empuja!
El equipo de anestesia cuchicheando a mi espalda.
Mi pareja a mi lado cogiéndome la mano, perdido y sin saber qué hacer para ayudar.
Mis niños al nido. Uno estaba tranquilito, curiosamente el primero en nacer y al que pusieron sobre mí una milésima de segundo, el otro no paraba de llorar y llorar, mi niño, al que sacaron literalmente de mis entrañas y que no pudo ser recibido en mis brazos.
Este video podría ser perfectamente mi parto esperado:
Pero, ¿cómo espera un bebé que sea su nacimiento?:
¿Te has preguntado alguna vez qué es mejor desde el punto de vista del bebé?.
Yo no. Yo traía grabado a fuego lo «normal».
Vamos a imaginar ahora que somos bebés a punto de nacer.
¿Cómo te gustaría nacer?
¿Qué te gustaría sentir, oír, oler?
¿Con quién querrías estar nada mas nacer?
Lo que espera unbebé es nacer como el mamífero que es:
El bebé espera nacer sin intervención, sin medicamentos que le aturdan y le haga más difícil atravesar el canal de parto. ¿Se imaginan corriendo los cien metros lisos habiendo tomado tranquimazin?.
El bebé espera y necesita que su cuerpo se active con una serie de hormonas que produce de forma natural el cuerpo.
El bebé confía en la naturaleza, en la misma que hizo posible que tu cuerpo pudiera crear vida en él, en la misma que hizo que tu cuerpo pudiera gestarlo, y cómo no, también parirlo.
Intervenir un proceso fisiológico en el que no hay complicaciones es ir contra-natura, igual que hacer que un pingüino viva en un desierto.
En este video podemos ver cómo puede ser el parto que espera un bebé:
La imaginación es libre y cada mujer un mundo: con sus miedos, sus creencias. Cada una se sentirá más cómoda y/o segura pariendo en un hospital, en casa o en medio del bosque. Da igual lo que elijan, es una opción muy personal.
Lo importante es que sean libres de decidir estando informadas y trabajando desde las necesidades reales de los bebés.
Y ahora, cierra los ojos, respira profundo, imagina tu parto, el de tu bebé y cuéntame, si te apetece, ¿cómo ha sido la experiencia?
Toda la información proporcionada en esta web se ofrece con propósitos informativos y de discusión general. No es una web médica, por lo que la información contenida en este sitio web puede no ser correcta, pese a los esfuerzos realizados para que contenga solo información fiable y basada en la evidencia científica actualizada.
En consecuencia, “Asesoras Continuum” no se responsabiliza de los errores u omisiones contenidos, ni de los daños o perjuicios derivados de su utilización o de la confianza de un usuario en las opiniones, hechos, datos u otra información expuesta en este sitio web. Recordamos que la información y consejos expuestos en esta web se entienden siempre como de carácter general y es la responsabilidad de cada lector verificar independientemente cualquier información u opinión contenida en estos sitios y consultar con su médico, pediatra o profesional competente la exactitud y la aplicabilidad de cualquier información de esta web en su caso particular.
Así mismo Asesoras Continuum no se responsabiliza de las opiniones personales de los autores de los artículos que incluimos.
Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.
Cookies estrictamente necesarias
Las cookies estrictamente necesarias tiene que activarse siempre para que podamos guardar tus preferencias de ajustes de cookies.
Si desactivas esta cookie no podremos guardar tus preferencias. Esto significa que cada vez que visites esta web tendrás que activar o desactivar las cookies de nuevo.