Te diré que una de las tareas en mi formación como Asesora Continuum fue darme un masaje relajante. El contacto es primordial para el desarrollo del bebé (aquí puedes leer uno de los grandes beneficios del contacto durante sus primeros años de vida).
Y no hay nada mejor que sentir en nuestra propia piel el placer y los beneficios que podemos ofrecerles a nuestros hijos a través del masaje.
Me encanta que me acaricien y ya no te cuento un buen masaje. Por eso cuando mi hija nació me pareció muy buena idea asistir al grupo de masaje que organizaba la matrona en el Centro de Salud. Así aprendí el masaje Shantala, que estuve dando a mi pequeña hasta los 7 meses. A partir de ahí a mi hija le interesaba más explorar que las carias que le hacían mamá o papá por todo el cuerpo. Pero sabía que antes o después volveríamos a disfrutar de esos momentos.
En torno a los tres añitos comencé de vez en cuando a darle masajitos, con la intención de disfrutar, durase lo que durase, que no solía ser mucho. Y ahora con cuatro años y medio es mi hija quien me pide un masaje. No sólo quiere recibir ella el masaje, sino que también quiere dármelo a mí. Y te puedo asegurar que es una gozada por partida doble. Simplemente a modo de juego, para aliviar molestias, para relajarnos en un día complicado y, sobre todo, para disfrutarlo con todos los sentidos, el masaje siempre es bienvenido.
Ahora que estoy embarazada tengo muy claro que el masaje seguirá formando aun más parte de nuestra familia. No sólo como vehículo de placer o relajación, sino como modo de unión y conexión familiar. Sólo de imaginar a mi hija mayor dándole un masaje a su hermanita se me cae la baba.
Cuando damos un masaje a nuestro bebé o nos damos un masaje en familia no se trata de técnica y de hacerlo de principio a fin. El masaje en familia es para disfrutarlo, para nutrirnos de caricias, para fortalecer el vínculo y olvidarnos de todo lo demás, especialmente del reloj.
No quiero terminar sin ofrecerte unas recomendaciones para que el masaje os resulte siempre placentero:
- Busca un momento en que tu bebé esté en alerta tranquila, despierto y relajado. Este no tiene por qué coincidir con el momento del baño. Y explícale lo que vais a hacer.
- De la misma manera, no lo conviertas en algo que haces por obligación o rutina, ya que perdería todo el sentido. Todo lo contrario, que sea un momento de presencia y placer también por tu parte.
- Ten a mano todo lo que vayas a necesitar, en un ambiente cálido y tranquilo, y sin estímulos que os distraigan (televisión apagada, móvil sin sonido, etc).
- Recuerda que el masaje es para disfrutarlo, sin prisas, adaptándote a tu pequeño. Si el bebé se cansa ya habrá otro momento, ya sea al día siguiente o dentro de unos años cuando vuelva a estar interesado. Incluso si tu hijo es ya mayorcito podéis utilizar una pelota haciendo círculos, una pluma, un rulo, etc., para daros el masaje.
- Si utilizas aceite procura que este sea vegetal y lo más natural posible, sin conservantes, colorantes, perfumes o parabenes.
- Recuerda igualmente que el masaje implica a toda la familia. Se trata de un momento de comunicación y reencuentro familiar, de juego.
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