Ser, estar y acompañar…

Ser, estar y acompañar…

Nunca me había planteado la idea de acompañar un parto, de hecho es algo para lo que ni estoy preparada y que sinceramente no me atrae.

Mi camino va por otro lado. Me apasionan los bebés y su mundo… la lactancia, el porteo, sus cuidados y sobre todo sus necesidades y ser capaz de darlas a conocer.

                                                                     Pero hace unos meses, sin comerlo ni beberlo me vi en “la obligación» de acompañar a una amiga durante eIMG_2224l momento mas importante de su vida.

Como ya muchos sabéis, soy auxiliar de enfermería y trabajo en un hospital público. Gracias a esto tuve la suerte y posibilidad de pasar a verla cada vez que quería durante todo el tiempo que paso en dilatación.

Era su momento y por supuesto, yo estaba sin estar, le echaba un ojo, hablaba con ella si ella quería y me marchaba sin que se diese cuenta…

Su pareja tenía mi teléfono y sabía que podía llamarme siempre que hiciese falta.

En una de esas visitas, el registro decía que algo no marchaba bien y fue entonces cuando la cosa empezó a complicarse. En ese momento  se esfumo para Inma la posibilidad de vivir ese parto tan deseado, esperado y respetado y tuvo que borrar la idea que tenía de poder hacer piel con piel desde el minuto cero,  agarre espontáneo… en un segundo todo se convirtió en una pesadilla, en una cesárea de urgencia llena de soledad, miedos y preocupaciones, que por supuesto ella nunca imagino.

Hoy quiero contar, como viví yo el nacimiento de Noa …

Como personal sanitario, que habitualmente esta al otro lado de la camilla, seguro que mil veces he hecho las mismas cosas que hoy voy a » criticar «, no quiero que nadie se ofenda, solo quiero hacer auto crítica y que veamos, como poniendo de nuestra parte hay cosas muy sencillas que podemos mejorar y de las que aseguro, habitualmente no somos conscientes.

Serían las 22 o las 23 de la noche cuando les comunicaron que iba a quirófano.

Ver la cara de Inma, esa cara de preocupación y ese llanto de puro miedo, es una imagen que no olvidaré nunca y me llego tan dentro que fuí incapaz de marcharme a casa, una vez terminado mi turno. Tenía claro que no podía dejarla sola.

Aunque hay estudios que demuestran que es beneficiosa la presencia del padre durante la cesárea, el protocolo de este hospital lo impide y para nada se contempla que el padre pueda pasar al quirófano, con lo cuál deduzco, que la madre cuanto menos se debe sentir muy sola y asustada en uno de los momentos más importante de sus vida.
Si a todo esto le añadimos el miedo y la preocupación… creo que podemos estar rozando lo inhumano, dejando que la madre pasa sola esos momentos.
Y como ya dije en un post anterior…

Empatizar no nos hace vulnerables, simplemente nos hace más cercanos

Tuvimos la suerte, y me incluyo porque para mi fué un honor estar allí, que la matrona me permitiera acompañarla en todo momento. Pude estar con ella y aunque solo me limité a darle la mano, animarla y tranquilizarla como buenamente pude, me siento bien pensando, que por lo menos Inma en ese momento no se sintió tan sola.

Intenté contarle todo lo que iba sucediendo, ya que por supuesto, ella no podía ver nada… Le lleve fotos y un video de su niña haciendo piel con piel con el padre.

Es lo más cerca que estuvo de ellos durante las siguientes 3 horas… Soy consciente que estas historias se repiten todos los días y que por suerte Inma fue una privilegiada pudiendo contar,  en ese “ su momento “, con la compañía de alguien conocido…

A la vez que esto pasaba, yo iba dándome cuenta de como nos comportamos el personal sanitario y no sanitario sin darnos cuenta… ( y de aquí viene todo lo que aprendí ) de la poca sensibilidad, consideración y del poco caso que le estuvieron haciendo a ella, como persona… A las emociones que ella podía estar experimentando, que eran muchas…

Sinceramente me sentí fatal, no me gusto nada y me prometí a mi misma que mientras hubiese un paciente delante mía, jamás volvería por ejemplo a tratar cosas personales, ignorando por completo a la persona que estuviese en la camilla.

Alguien se había comprado una casa, la estaba amueblando… De los dos ginecólogos uno de ellos por no hablar, ni siquiera se despidió cuando terminaron de suturarla, cuanto menos darle la enhorabuena por el nacimiento de su hija. Yo creo que entre tanto paño ni siquiera le vió la cara.

Me pareció tan triste y tan poco humano… Y que le hubiese costado acercarse a la madre y con una mínima sonrisa felicitarla … Una sonrisa cuesta tan poco…

Bueno a todo esto, Inma solo pudo darle un beso rápido a su hija ni siquiera pudo verle la cara, Noa nació sana y en perfectas condiciones… pero en este hospital parece que tampoco se contempla la posibilidad de hacer piel con piel en el proceso de una cesárea.

Cesarea: «El bienestar de la madre debe ser una constante prioridad», Nathalie Charpak

La cosa no termina aquí… serían la 1:30 de la madrugada cuando llegamos a la sala de despertar. El personal muy agradable, una atención estupenda… pero nadie se dio cuenta, por ejemplo, que tenían la tele super alta y ellos estaban hablando a gritos, como si estuviesen en la calle… (Esto he de decir que yo también lo hago…).

Venir de quirófano, después de una cesárea…(hormonas por las nubes) reventada y con ganas de descansar y encontrarte con eso… es más, ellos mismos se lo repitieron varias veces… descansa ahora que luego no podrás…

Cuando por fin estaba medio dormida, vino la enfermera a cambiarle el suero (de cristal), y lo tiro el la papelera que estaba vacía en la cabecera de la cama, el ruido que hizo la botella, en el por fin silencio de la noche… Por supuesto la enfermera ni siga cuenta, al igual que me habrá pasado a mi en más de una ocasión…

Con esto no quiero más, que contar mi experiencia y lo que viví ese día, que cada uno haga examen de conciencia y piense un poco en que cosas podemos mejorar de manera individual … Que con poco que hagamos cada uno, podemos mejorar y mucho las experiencias de quienes pasan por nuestros servicios.

Trabajamos con personas, personas que normalmente no están viviendo el mejor momento y que sentirse mínimamente importante entre desconocidos puede ser la diferencia entre estar muy mal o estar un poco mejor.

 La próxima vez, alguien se preocupe de esa madre que acaba de tener un bebé, que no lo ha visto, que se lo han arrebatado, que no se puede mover y que depende de nosotros para todo…
Bragas de abuela para siempre

Bragas de abuela para siempre

Lo confieso: hace tres años, un mes y un día que nuestro hijo nació por cesárea y desde entonces… uso bragas de abuela.

Poco se habla del cuerpo post-maternidad, de las cicatrices físicas y emocionales y sus consecuencias en el día a día por lo que hoy me he animado a contaros mi realidad, y seguramente la de más de una mujer.

Vivimos un auténtico tormento en el nacimiento de nuestro hijo, pero eso es otra historia, hoy solo me preocupa el final: cesárea. Esa cicatriz que va de lado a lado en la línea del bikini, si ese lugar donde yo solía llevar bragas y tangas bonitos, se ha convertido en la zona «0» de mi cuerpo.

Tres años, un mes y un día después, todavía hoy me molesta incluso a la tarde-noche, duele, la cicatriz si hay algo encima. Es decir, si llevo bragas o pantalones que queden justo ahí, necesito arrancarlos de cuajo para dejar de sufrir. Porque las cicatrices, señoras y señores, duran toda la vida. Algunas, solo se notarán a la vista, y otras, molestarán casi todos los días, o de vez en cuando, o se harán notar al adelgazar o engordar, o al envejecer, o en un nuevo embarazo… quién sabe.

Por lo que tras muchas pruebas de distinta ropa interior y pantalones, hace ya bastante tiempo que desistí y me pasé a las bragas de abuela. Llevo bragas altas, altísimas para que la cicatriz no se queje, sin costuras, de esas que te hacen sentir de todo menos una mujer joven y sexy, y en cuanto puedo… fuera ropa interior, porque aunque lleve de esas bragas, por el atardecer ya empieza a molestar, a oprimir.

Mujer, de 28 años lleva bragas de abuela… y parece que será para siempre.

A veces me topo en el cajón con la poca ropa interior especial que me resisto a tirar, fantaseando que algún día esa zona no molestará… incluso me la pongo y aguanto un rato, me miró al espejo y busco la mujer que era antes de esa cicatriz. Alguna vez me he comprado algo más sexy pensando en que podré utilizarlo aunque sea un rato… y ahí se quedan, en la parte de atrás del cajón…

Porque muchas veces, esas cirugías mayores que nos describen como “40 minutos y ya está” duran toda la vida, y no solo en nuestro corazón, en la herida emocional y psicológica que pueden llegar a crear, si no que la marca que queda en el cuerpo, puede resentirse toda la vida, y no solo delante del espejo, si no en todo.

Yo llevo bragas de abuela por una cesárea. Muchas otras por episiotomias, …

Y a ti… ¿la maternidad te cambió la forma de vestir?

 

 

Imagen de la película El Diario de Bridget Jones.

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