Mamá no quiero ir al cole, pero nunca más!!!
La historia de la que voy a hablar ya le he contado muchas veces. El día en que mis hijos me dijeron «no quiero ir al cole!» y fue así…
Cada vez que alguien me pregunta ¿qué tal el cole?, aprovecho para contarla con pelos y señales.
La repetiré hasta la saciedad, y no porque me guste hablar de mi vida, o tal vez si, sino para que llegue al mayor número de personas posible, para que no se vea tan «normal» el sufrimiento por el que pasan muchos niños cuando no les queda mas remedio que adaptarse a una situación para la que aún no están preparados emocionalmente e intentemos buscar una solución.
Mis hijos (gemelos) entraron al cole con dos años y nueve meses, y la verdad es que lo vivimos con mucha emoción, que bien otra etapa más, que mayores se están haciendo, ya al cole.
Tuvimos la suerte de hacer una «adaptación» fuera de lo común, tanto el padre como yo podíamos entrar en clase con ellos, estar un ratito y después salir y aún así, ellos lloraban cuando nos íbamos.
Rara vez se quedó alguno sin llorar mientras salíamos.
Se me desgarraba el alma oirlos llorar, y ahí me quedaba esperando a que terminaran sus llantos, sin ser yo su consuelo, sin tener lo que esperaban de su madre.
Lo más triste es que esto que les ocurría a mis hijos era lo más «normal» del mundo, es lo que le pasa a todos los niños, no te preocupes Alba que ya se adaptarán.
Ese modo de «adaptación» duró hasta las vacaciones de navidad.
Lo que vino después en enero fue terrible:
LLantos desde que se levantaban de la cama, me tiraban del pelo, me pegaban. Me gritaban entre llantos que no querían ir al cole. Uno en brazos el otro pegado a mi. Esto no había ocurrido antes en nuestras vidas.
Grandes rabietas que no llegaban a nada porque ellos seguían yendo al cole.
Hasta que una mañana uno de mis hijos se plantó frente a mí y muy serio y tajante me dijo:
A lo que el hemano añadió:
Y yo tampoco.
Con tres años recién cumplidos fueron tan claros y demostraron una seguridad y contundencia en lo que decían, que no quedó lugar a duda de que teníamos que hacer algo al respecto.
Recuerdo a su padre diciéndome que era normal que no quisieran ir al cole con la cantidad de fichas que habían traído del primer trimestre.
Es que se aburren Alba, a mí me pasaba lo mismo, como van a querer ir.
Ay las fichas y deberes…, eso daría para otro post. Reflexionaré sobre ello.
Bueno pues tomamos cartas en el asunto, y los cambiamos de cole con la opción de que si no se adaptaban al nuevo se quedarían en casa con nosotros.
Ahora están en un centro con una pedagogía diferente.
- Donde se les trata con mayor individualidad.
- Donde se respetan los procesos de cada niño.
- Donde fomentan la creatividad.
- Donde se le da más importancia a las emociones que al rendimiento académico.
- Donde se piden las cosas desde el respeto no desde el porque yo lo digo, yo soy el adulto y tu me obedeces.
- Donde se les anima a investigar el entorno, a observar a cuestionar.
Parece que esto está cambiando y en algunos centros se aplican este tipo de métodos, cada vez hay más educadores y padres que abogan por un cambio en el sistema educativo.
No perdamos de vista que hablamos de niños que ni siquiera han cumplido los tres años cuando pisan por primera vez un colegio.
Tanto su padre como yo nos sentimos muy orgullosos de haber sido capaces de escucharlos, de aprender de ellos y de a pesar de las dificultades que implica «salirse de la manada» saber que estamos en el camino correcto para que nuestros hijos crezcan sanos emocionalmente y felices.
Cada cual que saque sus conclusiones.
Tenemos muy claro que un niño de tres años no es capaz de sobrevivir por si mismo y que depende de la figura de un adulto, que sería incapaz de organizarse solo, de gestionar un conflicto, de ir a comprar el pan, de freirse un huevo o de ir con sus amigos al cine.
Entonces…
¿Por qué no tenemos tan claro que les cueste adaptarse?
¿Por qué no tenemos tan claro que les sea difícil estar solos con una persona que acaban de conocer?
¿Por qué no tenemos tan claro que les cueste estar con otros niños que están tan asustados como ellos?
¿Por qué no tenemos tan claro que simplemente que no están preparados para ello?
Y…
¿Por qué si tenemos tan claro que son capaces de hacer todo esto?:
- Mientras antes se adapten mejor, de palos se aprende.
- Los niños manipulan.
- Es tan listo que todas las mañanas vomita para no ir al cole.
- En diez minutos deja de llorar.
- Sabe más, a la hora de recogerlo empieza a llorar de nuevo.
Lo que más me indigna de todo esto es que haya educadores obsoletos que crean que esto es así, que es «normal»,y den consejos tan alegremente como sino pasara nada, como si todo lo que vivan en su infancia no les fuera a repercutir en su futuro, en el lejano y en el más próximo.
Niños con ansiedad, niños aparentemente «buenos», niños que se callan por miedo, o porque no saben expresarse, niños que con cuatro años, en el mejor de los casos, sean capaces de preguntarles a sus padres después de pasar por varias crisis de ansiedad: ¿Qué me pasa mamá, voy a estar así toda mi vida?.
He tenido que oir por boca de una educador que no me preocupe que los niños manipulan.
Lo peor es que muchos padres lo creen porque la autoridad de un maestro tiene mucho peso.
Y no es verdad, no es real, aquí lo único que pasa es:
- que se acaban adaptando
- que terminan por pasar por el aro
- que aprenden con muy poca edad que sus necesidades no importan
- que las figuras de autoridad son las que mandan
- que hay que obedecer al mayor
- que sus sentimientos no son válidos
- que si tienen un problema mejor se lo guardan en algún lugar del inconsciente
- que la vida es dura y es lo que hay
- que mientras antes se sometan mejor
Y yo me pregunto:
¿Por qué no hacemos algo para cambiar el sistema?
¿Por qué no escuchamos a nuestros hijos?, sobre esto puedes leer este post de mi compañera Tatiana Martín «Escúchame, Respétame»
Un niño puede enseñar tres cosas a un adulto: a ponerse contento sin motivo, a estar siempre ocupado con algo y a saber exigir con todas sus fuerzas aquello que desea. Paulo Coelho.
Para terminar les cuento una última anécdota:
Antes de que finalizara el pasado curso (año y medio mas o menos estando ya en el nuevo cole) una noche uno de mis hijos me decía que no quería ir al cole al día siguiente porque no le gustaba, a lo que yo le respondí que si que le gustaba que a lo mejor era posible que no tuviera ganas de ir, que lo sentía mucho pero yo tenía que hacer cosas por la mañana y que estaba tranquila porque sabía que en ese cole era feliz.
Su respuesta da para reflexionar: