Labios Rojos desde un fular
Porteamos a nuestros hijos y les mostramos el mundo desde otro ángulo, se lo presentamos, y les ayudamos a incorporarse a nuestro entorno de la forma más natural y respetuosa posible. Les hacemos partícipes desde nuestros brazos de nuestra vida, de la vida.
Pero, ¿cómo influye nuestro estado de ánimo en nuestros hijos?
Claramente somos conscientes que muchas veces nos enfadamos desmesuradamente con determinados actos de nuestros hijos que no son para tanto. Esto suele ser como consecuencia del cansancio, estrés y estado anímico propios. Otros días, ante ese mismo hecho, toleramos más, empatizamos y el conflicto cambia por completo.
¿Todo esto a qué viene? – os preguntaréis. Y, ¿qué tiene que ver con el título de este post?
Igual que en los conflictos influye nuestro estado anímico, nuestro sentir como mujer y nuestra seguridad también se lo transmitimos a los niños. Sentirte bien, guapa, especial, te hace pisar fuerte.
Muchas veces nos levantamos sin haber descansado, sin haber pegado ojo en toda la noche. La noche anterior no había forma de acostarles, ahora no hay forma de levantarles. ¿Os suena?
Y pensaréis: «Lo que me faltaba, ahora pintarme. Si yo lo que quiero es meterme en la cama de nuevo.»
Pero tampoco lo haces, y sigues tu día entregándote a los demás: llevas a los niños al cole, trabajo, casa, ese favor que te dijo tu amiga que le hicieras, padres, pareja, meriendas, parque, cenas, comidas para el día siguiente… ¿te suena?
Todo esto lo haces de mil amores, y eres feliz haciéndolo, pero
¿has pensado que tiempo de todo el día lo has dedicado en exclusiva a ti?
Existe un periodo de puerperio en el que solo cuidamos a nuestro bebé y es lógico, y, por naturaleza, lo normal. La naturaleza, y las hormonas mismas ayudan a que tu única preocupación sea el bebé ya que es un ser indefenso que lo único que necesita es tener a su mamá cerca, que le provee alimento, calor, cariño y sueño.
Pero muchas veces ese periodo se alarga tanto que cuando nos queremos dar cuenta han pasado 5 años. Cinco años en los que no hemos ido a la peluquería, sino que nos hemos «escapado» a la peluquería como mucho en tres ocasiones.
5 años en los que nos hemos mirado al espejo y no hemos visto a «LA MUJER».
- Pues dedícate 5 minutos.
- No hace falta maquillarse como una puerta,
- no hace falta hacerse unas ondas de peluquería,
pero sí date un toque: píntate los labios o ponte un poco de máscara y colorete.
No dejes que nadie te baje la autoestima, ni la confianza. Cuando no tienes esa confianza aparecen los miedos, y con el miedo te paras, te bloqueas. Tienes que tener en lo que confiar para no pararte y por eso tienes que gustarte.
Tus hijos también aprenden de ti eso, que existe esa individualidad, que no sólo eres madre, sino que eres mujer, que te respetas y te valoras. Que tú también existes para ti, no solo para los demás. Eso también les enseña a valorar, a respetar, y a sentirse seguros de sí mismos, les enseñas a:
PISAR FUERTE.
A mi me encanta cuando me miran por la calle y ven a una mamá porteando, una mamá que da el pecho a su hijo, pero también me gusta que vean a una mujer que se valora, especial, sonriendo, siempre sonriendo y que se siente guapa.