Separarse y superarse

Separarse y superarse

 

En estos días se cumple el primer aniversario de mi separación. Digamos que estoy culminando mi duelo, pero aún así, no puedo dejar de pensar y sentir que es un proceso doloroso y difícil. Os quiero contar mi experiencia, por si pudiera servir de ayuda a alguna familia en una situación parecida.

 

No voy a explicar aquí los motivos de mi separación, pero sí os quiero contar que fue una de las decisiones más difíciles a las que me he enfrentado. Ser madre es uno de los motivos de ello, porque antes de tomar la decisión, mi mayor temor era separarme de mi pequeño. Incluso podría afirmar que retrasé un tiempo la decisión porque me sentía absolutamente incapaz ni siquiera de imaginarme el estar separada de mi hijo. Mi hijo es parte de mi cuerpo y de mi alma, así lo sentía entonces y así lo siento ahora.

Mi separación significó también la ruptura de mi ideal de familia. Mi niñez también se vio ensombrecida por la separación de mis padres y siempre quise darle a mi hijo esa familia feliz y unida que jamás tuve. Sentí durante meses mucha frustración, impotencia y culpabilidad.

 

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Ahora sé que mi hijo, su padre y yo seguimos siendo una familia, pero de distinta forma. Sobre todo sé que somos LA familia de mi hijo.

Cuando por fin tuve el valor de tomar la decisión, el siguiente paso más difícil fue comunicárselo al padre de mi hijo. Fueron momentos muy tristes y dolorosos que aún hoy me emocionan. Lo más importante fue la comunicación libre de acusaciones y juicios. Intentamos hablar desde nuestros sentimientos y sensaciones.

Como he comentado antes, mi mayor miedo era separarme de mi hijo, máxime sabiendo lo importante que soy para él, como cualquier madre para su hijo. No había cumplido ni 3 años, durante los cuales habíamos estado las 24 horas del día juntos desde que nació.

Así que nos tocó madurar a su padre y a mí, tragarnos un poquito nuestros sentimientos, para intentar hacer todo lo necesario con el fin de que nuestro hijo sufriera lo menos posible sin descuidarnos tampoco a nosotros. Tuvimos que definir nuestros propios límites. Acudimos a una sicóloga infantil para asesorarnos sobre cómo hacer las cosas. Le comunicamos la noticia juntos, con serenidad y palabras sencillas, que pudiera entender y asimilar. Las pernoctaciones con su padre tardaron en llegar unos cuantos meses. Primero probamos con las siestas y luego con alguna noche suelta. Y así, poco a poco, nuestro hijo se fue adaptando a la nueva vida.

A día de hoy, todavía no hemos llegado a la custodia compartida como tal. Seguimos en el proceso paulatino y suave. Este proceso durará lo que necesite nuestro hijo. Él ya sabe que tiene dos casas, la de papá y la de mamá, aunque la mía sigue siendo más “su” casa, pues es la que le vio nacer. Ya hace meses que me dejó de preguntar dónde está su padre; ahora lo tiene claro.

 

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Cada día pasa más tiempo y más noches con él. Y me apena a veces verle cómo nos echa de menos, cómo intenta que hagamos actividades los tres juntos, como una familia unida. Afortunadamente su padre y yo nos llevamos muy bien y, de vez en cuando, sí que hacemos cosas los tres juntos. Hemos intentado llevarlo con la mayor naturalidad posible, como un continuum hacia la realidad que tenemos ahora en nuestras vidas.

La separación, desde luego, no es el ideal para ningún niño, pero tampoco lo es un ambiente rancio o sin amor en casa. He aprendido mucho de mi proceso de separación, de mí misma, de mi ex-pareja y de mi hijo. También he descubierto que hay muchas formas de ser familia, que no hace falta vivir bajo el mismo techo para serlo.

Un hijo es un proyecto en común para toda una vida, aunque el camino de los padres vayan por sitios diferentes.

Y como todo en la vida, tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Cuando estoy con mi hijo sola por varios días, muchas veces me saturo tantísimo que me siento ahogada. Pero luego se va por unas horas o unos días con su padre y siento un vacío tan grande, que me hace sentir triste y mal. Sin embargo, esos momento de soledad me son necesarios para seguir adelante con mi vida y muchísimas veces los disfruto al máximo y estoy deseando tenerlos.

No dejan de ser extraños estos cambios de “criar sola” a “estar como si no fuera madre”. Supongo que con el tiempo todo irá más fluido para los tres.

Si estás pasando por una separación, espero que estas palabras puedan ayudarte, son mi experiencia personal. Cada familia es un mundo, pero para intentar conseguir una separación lo más respetuosa posible con los niños, hay que tener humildad, madurez, empatía, buena comunicación, respeto, hablar desde el corazón y poner mucho de nosotros mismos para lograrlo. Si se puede criar desde el continuum también se puede uno divorciar desde ahí. ¡Es la prueba de fuego, lo sé!

Por último y no menos importante, quiero decir que me siento profundamente agradecida hacia el padre de mi hijo que, a pesar del dolor, siempre ha intentado poner lo mejor de su parte para facilitarle las cosas al niño.
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Créditos fotos:
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