Cura sana….
¡Hola!
A mí me tocaba hablaros sobre la fiebre, pero ¿sabéis qué? necesito hablaros de mi otra pasión y de lo que veo gracias a ella.
Soy voluntaria de Cruz Roja desde hace 20 años, y el otro día, al llegar a casa, después de un traslado con una sintomatología que he tenido miles de veces,me vi repasando la historia con otra perspectiva. Lo miré como persona y no como profesional. Lo miré como madre, como Continuum, o simplemente como ser humano y me entró una pena enorme.
¿Quieres saber por qué?
..En mi trabajo sé muy bien que las máximas para atender a una persona son la empatía, hablar tranquilo, despacio , con dulzura (si la ocasión lo requiere), ponerte a su altura para que te mire a los ojos, cogerle la mano para que sienta que le vas a ayudar y preguntar qué le ha ocurrido y cómo está.
Hasta ahí todo bien y todos de acuerdo, pero ¿y cuándo es un niño que se ha caído, le duele algo o que simplemente está llorando?. Pues ahí casi toda nuestra sociedad falla y falla estrepitosamente, en la empatía y en todo.
Si un adulto simplemente se tropieza, todo el mundo, o al menos bastante gente, irá a ayudarle a recuperar el equilibrio o preguntará si se encuentra bien. ¿Y si es un niño? Por desgracia, se sigue escuchando esto: «Déjale, que no ha sido nada y, ya se levantará». Puede que incluso le chillen o le regañan por no fijarse por dónde va.
Si una persona llora porque se ha caído y se ha hecho daño, todo el mundo pensará que le debe de doler muchísimo porque está llorando, (y eso en un adulto está mal visto), e intentarán consolar y ayudar. Si es un niño el que lo hace, quizás escuchemos esto: «Deja de llorar que no eres un bebé. Así aprendes. La culpa es tuya por ir como un loco.»
Si vemos a una persona que sufre, la intentamos calmar y si es conocida, la abrazaríamos muy fuerte ¿no? pero a un niño…. a un bebé…..habrá gente que diga: ¡Déjale que llora por nada!, ¡Claro, está acostumbrado a tantos brazos, que ahora no se calma! o ¡ No le puedes dejar con nadie, le has malacostumbrado y ahora tiene mamitis!.
Y lo peor y más cruel, somos flexibles con los adultos e inflexibles con los niños: ¡No le hagas caso que llora por nada, sólo quiere llamar la atención!…. Y todo eso se lo dicen a la madre, para que no escuche lo que le dice su corazón, para que ignore a su hijo…..
En los talleres de primeros auxilios que doy, algunas veces, sale el caso de algún golpe que se ha dado su hijo, y que lo que pensaban que era nada, al final sí había sido algo. Incluso una fractura. Sí, lo habéis leído bien, una fractura o una luxación. Y sí, ese niño se quejó, lloró, y esa madre se preocupó pero, también hubo alguien que dijo esas palabras a la madre, que hicieron que callara sus sentimientos por miedo a que su hijo la estuviera tomando el pelo, por miedo al qué dirán, por no discutir, por dudar de sí misma y pensar que lo que los demás decían, era verdad.
¿Alguien se ha parado a pensar en los niveles de dolor? Todos sabemos que el umbral del dolor es diferente para cada persona y que lo que para unos no es nada, para otros es una tortura. ¿Y a los niños? ¿no tienen derecho a expresar que sienten dolor? ¿por qué negar que les duela realmente? ¿ y si lo que para nosotros es un simple golpe, para él sí ha sido doloroso? ¿por qué no puedo ir a cogerle o por lo menos, darle un beso o la mano y que me sienta cerca?
Peor lo tienen los hermanos mayores, que si se hacen daño, depende de la situación, oirá lo de antes o algo peor: ¡¡Lo que es capaz de hacer por los celos!! ¿Y? aunque así fuera ¿es eso motivo para no atenderle? ¿Y por qué echarle la culpa al niño en lugar de mirar los padres lo que hacen ellos para que el niño actúe así?
Igual que cuando sabes que hay algo que no cuadra, que a tu hijo le pasa algo, que tu instinto te lo dice, pero que todo tu mundo te dice que son tonterías, que le tienes mimado, consentido y que ese es el problema.
Por desgracia, tengo a mi alrededor, varios casos de esos, madres que no han sido escuchadas a las que se las ha culpado por ser precisamente eso: MADRES. Madres que han luchado contra todo y todos hasta demostrar lo que ellas ya sabían, a pesar del asombro del entorno que no supo o no quiso ver lo que pasaba, Que no quiso escuchar a quienes más conocen a sus hijos. Y no hablo de tonterías, hablo de autismo, hablo de enfermedades neurológicas, hablo de dolor.
Todavía me acuerdo con rabia, cómo hace unos años, recién divorciada, mi hijo empezó a rascarse muchísimo las piernas. La pediatra en lugar de mandarle al dermatólogo, le mandó a la psiquiatra infantil por un posible trauma post divorcio. Yo chillaba a los 4 vientos que era porque había cambiado el gel y mi hijo tiene la piel muy sensible. Nadie me creyó y la pediatra dijo que había actuado así por protocolo. Yo no quería llevarle, pero me hicieron dudar, me hicieron agachar la cabeza, me hicieron negar lo que yo sabía y me hicieron aceptar el «por si acaso». Fui y allí conocí a la psiquiatra más antinatural del mundo. Me culpaba por la lactancia prolongada, por dormir con él, por darle amor. Ni una sola vez le miró a los ojos, ni una sola vez le dijo: ¡Hola!. Ni una sola vez le trató como a una persona. Volví a la siguiente cita, pero volví para decírselo a la cara, para decirle que mi hijo ya estaba perfecto porque yo sabía lo que le pasaba. Para decirle que ningún niño se merecía ese trato vejatorio ni nosotros por ofrecerle nuestros brazos cuando nos necesita…
Lo que no te gusta que te hagan a ti, no se lo hagas a los demás.
Empatía, contacto, amor, respeto o simplemente, llamadlo humanidad
Mis brazos siempre estarán ahí para abrazar a mis hijos, para acompañarlos en los momentos que ellos consideren dolorosos o importantes. Nosotros, con la perspectiva de un adulto, sabemos que eso pasará, pero ellos sabrán que jamás estarán solos.
Para acabar os recomiendo ver este vídeo. A mí me encantó, ¿y a ti?