Lo primero es soñarlo
Que nuestro curso arranque con Emprendimiento no es casual.
Para las mujeres que tenemos tan interiorizado que el cuidado nos corresponde a nosotras «per sé» pensar en profesionalizar este campo nos suele costar mucho. Y si hablamos no solo de profesionalizar en el sentido de prepararnos y de ofrecer ese servicio, sino de cobrar por ello, ya aparecen todos los tabúes interiorizados sobre el dinero.
Las miembros del Equipo Continuum, somos mujeres, madres, profesionales , emprendedoras y hemos vivido el proceso propio antes de lanzarnos a compartir lo que sabemos con nuestras alumnas.
Sabemos bien lo que nos condiciona la cultura y el entorno, nosotras mismas al fin y al cabo.
Nuestra zona de confort nos da una sensación «aparente» de seguridad por eso nos cuesta tanto salir.
Y la realidad es que no es así.
No es segura y no hay confort.
Porque nos han enseñado a merecer lo justo para vivir y eso con sacrificio. Así que pensar en tener sueños grandes y querer vivir no ya bien, sino muy bien, nos parece un insulto. Con esas ideas de base suelen llegar todas nuestras alumnas al curso. Así que la primera semana de trabajo con Elena López suele resultar dura y reveladora. Pero a la vez esclarecedora y motivante.
En la primera clase ella hacía mención al cuento de La Lechera
Seguro que conocéis la historia. Era una joven hija de un granjero. Pero ella no se conformaba con tener trabajo en la empresa de papá. Ella quería un emprendimiento propio y de camino al mercado iba pensando en su sueño, en sus objetivos, en su plan de negocio, cuantificando objetivos.
Pero el cuento no nos cuenta la historia desde ese punto de vista.
Sabemos que a la joven lechera se le cayó el cántaro de leche cuando tropezó y Esopo en su fábula quiere transmitir la moraleja de que soñar es peligroso. Que uno no puede vivir haciendo castillos en el aire.
Pero resulta que de esta historia, comentaba Elena, hay otra lectura para nosotras.
Cualquier emprendedora DEBE soñar, debe tener aspiraciones, debe tener metas, ir viendo qué paso de su emprendimiento le va a llegar al siguiente… soñar a lo grande. Porque si algo no se imagina primero no se realizará. Los grandes inventos han sido imaginados e intentados muchas veces antes de llegar al éxito.
Se dice que Edison comentó:
«No fracasé, sólo descubrí 999 maneras de cómo no hacer una bombilla.»
Cualquier emprendedor ha fracasado alguna vez, o muchas, en su emprendimiento y no por eso ha creído que la lección a sacar es que hay que abandonar. De los errores aprendemos mucho más que de los éxitos. Casi nunca se consigue lo que se desea a la primera.
Los tropiezos son parte de la vida y la vida del emprendedor no está exenta de ellos. Así que la mejor forma de afrontarlos es tomarlos como fuente de aprendizaje y oportunidades de crecimiento y mejora.
Estamos seguras de que la Lechera al ver su leche derramada se entristecería, igual hasta se sentiría culpable por haber ido algo distraída… pero seguro que volvió a su casa y en vez de renunciar a sus sueños, a sus grandes sueños, porque ella no quería solo comprar la comida del día, ella soñaba con tener una granja, volvió a ordeñar a la vaca al día siguiente, llenó otro cántaro y retomó su emprendimiento. Y esta vez aprendiendo de lo pasado, vigilaría sus pasos para que ninguna piedrecita en el camino le impidiera conseguir su objetivo.
Por ello, Esopos de nuestro entorno:
-«Gracias por vuestros consejos y comentarios»
Pero somos emprendedoras y vamos a trabajar por nuestros sueños: grandes sueños.
¿Imagináis la cara del autor de la fábula al pasar años más tarde por casa de esta joven y ver una gran granja funcionando?
Así que ya sabéis, parafraseando a Elena una vez más:
«Hay que hacer castillos en el aire, para tenerlos en la tierra»