Los seres humanos en general y los bebés en particular necesitamos algo más que alimentación, hidratación, higiene y sueño para subsistir, crecer y desarrollarnos de forma plena. Necesitamos además, y en la misma escala de prioridades, contacto, cercanía y seguridad: seguridad física, seguridad emocional, y seguridad psíquica.
Sentirnos en contacto y seguros nos ayuda a marcar referencias dentro del ambiente donde vivimos, donde desarrollamos nuestro día a día y que configura nuestra línea vital, e imparable, de desarrollo.
Observando las conductas de las personas en general ,y de nuevo ,las conductas con y hacia los niños en particular, he llegado a constatar que el adultocentrismo que nos rodea nos evita detectar y validar aquello que sienten los pequeños frente a una situación que reconocen como probablemente insegura y donde necesitando contacto para recuperar esa sensación, se les niega, bien sea de forma sistemática o puntual.
Creo que estarás de acuerdo conmigo en que partimos de la base de que la seguridad, los pequeños la construyen a través de sus interacciones con nosotros: adultos de referencia para ellos. Que las referencias de ¿qué es realmente peligroso? o ¿qué es habitual? la toman de nosotros: los adultos.
No es la primera vez que me llama poderosamente la atención, la tendencia que tenemos o tienen los adultos hacia la minimización de “riesgos” dentro de situaciones perturbadoras. Con esto quiero decir que algo que para nosotros es habitual, sabemos que no es peligroso, tendemos a pretender que también lo sea para ellos sin darnos cuenta de que en muchas ocasiones ellos están empezando a construir su seguridad y muchas veces quitamos importancia a lo que sienten, a sus sensaciones primigenias, y esto no ayuda.
Este verano, se nos dió ese tipo de situación, y nos vimos completamente inmersos en esas sensaciones, percepciones y sentimientos. Acudimos a un espectáculo nocturno, las noches mágicas del botánico, y nos pareció muy buena idea ya que hemos ido antes de tener hijos, y como adultos nos gusto el montaje.
La propuesta era un paseo de noche por el Bosque Atlántico donde van apareciendo Los personajes apenas iluminados por velas, la música, y las historias mitológicas que plantean. El espectáculo en si mismo, es altamente recomendable y muy entretenido para una noche de verano. Pero cuando fuimos hace años, sin nuestra hija, la experiencia fue bien distinta.
Esta vez hemos ido con nuestra pequeña de cinco años. El espectáculo ha variado un poco: antaño los personajes no interaccionaban contigo, se limitaban a actuar de fondo y de lejos. Ya entonces impresionaba, pero menos: Ahora impresiona más, por los tres personajes, hilos conductores del espectáculo, y sobre todo dos de ellos, que representan Trasnus traviesos que saltan y se ríen a carcajadas desde la oscuridad. Con una caracterización muy lograda, saliendo desde la oscuridad corriendo y colgándose de arboles y barandillas y saltando en medio del camino cuando menos te los esperas: ¡asusta!. Luego continúas el recorrido acompañado de Nuberus, Llavanderas, Xanas, Busgosus, Trasgos, Diaños Burlones, La Güestia… Historia de los tiempos antiguos a través de la mitología Asturiana.
A mí como adulto que más o menos sabía de lo que iba el asunto: me asustó. A nuestra pequeña, y los pequeños cercanos, no llego a alcanzar siquiera a explicar cómo les asustó. Nosotros habíamos hablado con Sira, le habíamos explicado cómo era más o menos el espectáculo y habíamos comentado que había personajes, qué era la mitología, qué podíamos esperar. Y su primer grito de terror cuando vio un duendecillo verde subirse a una tapia de un salto y gritar como a medio metro de nosotras aún lo estoy escuchando.
Estaba sobre los hombros de su padre para ver mejor y saltó igual que una ranita, hacia mí, hacia la mochila que tenía colgando en mi cadera. Si no llegamos a llevar la mochila no hubiese llegado a disfrutar del espectáculo como al final hizo. No conozco si la actividad plantea la posibilidad de ser realizada en carrito o silla, pero mi percepción es que no debe ser fácil de caminar en semipenumbra, por caminitos estrechos, subiendo y bajando en un suelo de tierra, y con mucha gente alrededor. No es la situación más adecuada para el uso de sillas, por lo tanto, el porteo se hace necesario si queremos hacerlo con niños, por una cuestión de comodidad, pero este sería otro tema.
Mi hija iba recogida como un ovillo, viendo y mirando: observando todo por una rendija. Hasta que se fue confiando poco a poco, dándose cuenta de que era seguro: que nosotros le hablábamos, que estábamos con ella, que reconocíamos y validábamos su miedo y su susto. No quiso bajarse en ningún momento, pero llegó a saludar a uno de los Trasnus, se rió con el, y le llamo traviesillo. Pudo disfrutar del espectáculo y ha pedido volver, sin mochila, porque ahora: ¡ya no le asusta!.
La reacción ante el mismo inicio de espectáculo alrededor nuestro fue bastante impactante para mí. No había muchos niños, y los poquitos que había, 6 ó 7, eran más o menos de la edad de mi hija, año arriba, año abajo, con lo que conlleva un añito en estas edades tan tempranas.
La reacción generalizada fue un compendio de negaciones, aderezadas con gestos y risas, risas hacia las reacciones de los niños, ninguneando sus sensaciones y sentimientos:
- «No es para tanto»
- «No seas tonto: que está disfrazado»
- «No llores que es de broma»
- «¡Venga! que ya eres mayor, no te puede asustar»
- «¿Ves que yo me asuste? pues ¡eah! camina».
- «Pues si lloras así, no te llevo más a ningún sitio!»
Nos cuesta darnos cuenta que no son adultos en pequeño, son niñas y niños, y están dando sus primeros pasos en este mundo nuestro, en esta sociedad nuestra, y esos pasos serán más sólidos y firmes, cuanto más arropados, reconocidos y validados se sientan los pequeños en esta etapa de la vida.
¡Ponle nombre a sus sentimientos!: Son Suyos
Valídalos y dales sentido: reconocer sus sensaciones es crucial para que se sientan seguros
y esa seguridad se alcanza desde el contacto, la cercanía y el apoyo.
Salimos del espectáculo, con la peque aún en la mochila, riendo y contándonos todo lo que había visto y saludando a los Trasnus desde la distancia. Nosotros tomados de la mano, contentos de constatar una vez más, todo lo que el porteo, en ese caso en forma de nido seguro y cerca nuestro nos aporta. Se nos acercó una mamá que nos dijo: «Qué envidia me habéis dado todo el rato», solo pude sonreirle.
Si quieres saber más sobre Mitología Asturiana en Wikipedia
Esmeralda Solis
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