Si  eres habitual  de las redes sociales   y/o de la blogosfera maternal seguro que has leído a menudo sobre las guerras entre madres.

Al parecer hay que estar en algún bando.

Hay muchos donde escoger y todas pertenecemos, sabiéndolo o no, a alguno:

.

  • Teta o biberón
  • Estivill o González
  • Colecho o Supernanny
  • Trabajar fuera de casa o quedarse a criar a los hijos
  • Carrito o Porteo
  • Porteadoras con lo básico o coleccionistas de fulares
  • Papillas o sólidos
  • Libertad o límites
  • Escuelas o Homeschooling
  • Y así hasta el infinito…

 

Parece que necesitamos reafirmar lo que hacemos o no hacemos en contraposición con el resto. Es como si siguiésemos en la etapa de la reafirmación desde el No que tienen los niños pequeños.

Personalmente hace tiempo que me hastían los debates en ese tono, tanto las defensas como los ataques. Entre madres me refiero, cuando se trata del ámbito profesional aún mantengo el radicalismo que me da la, hasta el momento,  evidencia científica.

Pero estoy convencida de que el juicio entre madres nunca va a dar nada positivo.

Primero porque a nadie le gusta que otro le enmiende la plana y le diga que lo que hace se debe mejorar, ¡sobre todo si no han preguntado! Y segundo porque en demasiadas ocasiones el juicio no aparece para mejorar la situación del juzgado sino para reafirmar la posición de superioridad de quien juzga.

En ambos casos si lo que se espera es eso: el mayor bienestar de un tercero ( el bebé) el enfrentamiento con su progenitor y/o cuidador,  no es la vía más inteligente.

Como escribía el oro día mi compañera Elena López, el transfondo siempre es la culpa que planea sobre las madres como los buitres sobre los cadáveres que devoran los leones… esperando su parte del pastel.

Culpas, miedos, juicios y castigos

Hemos crecido con la culpa como compañera de viaje, sobre todo las mujeres. Imagino que porque es un medio fantástico de  controlar. El miedo ha sido la herramienta de control por antonomasia, y si no, miremos la historia de la política y las religiones. Si no quieres hacer algo de motu propio, ya se encargaba alguna autoridad de meterte miedo para que lo hicieras aun sin querer.

Conseguir infundir más miedo al castigo que yo te infrinjo si no haces lo que quiero, 

que el que le tendrías a la consecuencia natural de no hacerlo.

Y no hay que irse a la Edad Media ni pensar en el infierno en llamas.
Seguimos viviendo en la tiranía del miedo.
Otros miedos, otros castigos, que al final lo que hacen es quitarnos la capacidad de analizar las consecuencias de nuestras decisiones y la responsabilidad de vivir aceptándolas.

La culpa funciona de forma parecida al miedo con un agravante: nos juzgamos, castigamos y sometemos nosotros mismos, con un criterio que nos viene de fuera, que muchas veces no es real.

Y esa culpa nos muestra una visión de nosotros mismos que es dura de ver por lo que escogemos mirar a otro lado. Y en demasiadas ocasiones por no juzgarnos nosotros, juzgamos a los demás.

Y como el tuerto en el reino de los ciegos, intentamos ver que los demás están o son peores. Como si eso en realidad nos curara nuestra ceguera por muy parcial que sea.
Si no veo de un ojo no me va a devolver la vista que tú no veas de ninguno.

 

Desde la culpa no se construye, en mi opinión, nada duradero. Ser madres ha supuesto para muchas deconstruir muchas de las bases, creencias y principios sobre lo que se asentaba nuestra forma de ver y entender lal vida. Y sin suelo firme donde pisar sólo nos quedó  construir otro nuevo. Hacerlo desde la culpa es poner un mal cimiento.

 

Pongo un ejemplo: Si no he dado la teta sólo me corresponde a mí plantearme, si quiero panteármelo, por qué o por qué no lo hice. Soy adulta, tomé una decisión y soy responsable de vivir con las consecuencias. Y parte de esas consecuncias puede ser aceptar que he influido en la salud de mi hijo y en la propia. Por supuesto tengo derecho a sentir que tomé la mejor decisión posible en  mis circunstacias personales y particulares, o que me faltó información y ayuda. Y tengo derecho incluso a pensar en que me equivoqué. A todo eso tengo derecho. Pero cuando me molesta ver a la que da teta, incluso a la que presume de ello,  y siento en su decisión un ataque hacia mí, no me juzga ella, me estoy juzgando yo. Porque en algún lugar recóndito siento que me tengo que justificar por haber violado alguna ley superior que me dice que tendría que haberlo hecho. Quien ha hecho el trabajo de vivir con responsabilidad no carga contra otros por sus propias decisiones.

 

He puesto ese ejemplo porque es el tema que más ampollas levanta, porque es quizás, el tema que a mí más me ha hecho cambiar mi forma de ver a las madres, los juicios, las culpas y los egos. Porque es precisamente en ese campo en el que más herida he visto y no sólo por dar o no dar teta, sino por sentirse juzgada desde dentro y desde fuera.

 

Y en esta marea de debates y clubs de buenas y malas madres, en el que los requisitos para ser de uno u otro son tan arbitrarios como los propios juicios, aparecen los padres y dicen que quieren entrar en el juego.

Y se crea otro debate  con infinitos debates internos. Y el panorama se convierte en un circo de 3 pistas donde se ven reflejadas las mismas actitudes que en el resto de la sociedad, pero eso sí, envueltas de términos como “consciente” “natural” “responsable” y etiquetados casi a  la fuerza con todo tipo de “ismos”.
Y lo que debería ser una oportunidad de conocimiento y crecimiento para todos, se convierte en un foro y no precisamente de debate, sino de discusión en la peor acepción de la palabra.

 

  • Padres que se sienten fuera porque su mujer da teta y colecha
  • Madres que se sienten incapaces de criar a un marido inmaduro que tiene celos de sus propios hijos
  • Padres que se sienten mal porque quieren que su mujer sea la madre que ellos quieren que sea
  • Madres que no quieren que los hombres entren a opinar sobre maternidad
  • Padres que se sienten molestos porque su mujer decide sobre su maternidad sin tenerles en cuenta
  • Padres que confunden paternidad con maternidad
  • Madres que confunden maternidad con paternidad
  • Padres que confunden maternidad con ataques a la paternidad
  • Madres que confunden paternidad con ataques a la maternidad
  • Madres y padres que confunden maternidad y maternidad con machismo y/o feminismo
  • Padres buscando un espacio propio para entenderse y entendernos
  • Madres que quieren invitar a los padres a sus espacios y vivencias
  • Padres que a falta de espacio propio invaden el ajeno
  • Madres que no quieren invitar a los padres a sus espacios y vivencias
  • Padres y Madres con más ego que sentido común
  • Padres y madres juzgando que los demás tienen más ego que sentido común
  • Madres y padres que escribimos sobre las vivencias de otras madres y otros padres

 

Y digo yo, que soy madre, que estoy divorciada del padre de mis hijos, que he vivido cómo afectan los hijos a la vida de pareja, que vivo la compeljidad de afrontar una nueva relación de pareja cuando tienes hijos que te demandan atención casi exclusiva, que tengo un hijo varón que seguramente algún día será pareja de alguien y/o  padre, que tengo una hija que a lo mejor será madre, con o sin pareja… ¿qué mensaje quiero  transmitirles?

 

Tengo claro el que no quiero:

No quiero que mis hijos crezcan en un mundo de luchas entre bandos.
No quiero que escojan si quieren más a mamá o a papá.
Si mamá y papá siquiera plantean esa pregunta, son mamá y papá quienes necesitan crecer y madurar.

 

Creo en la capacidad de cada ser humano para tomar sus propias decisiones, en el derecho a equivocarse y en el derecho a cambiar de idea.

Soy la madre que puedo llegar a ser dentro de mi objetivo de ser la madre que quiero ser. Con mis incongruencias y mis limitaciones. Y le reconozco el mismo derecho a cada madre y padre que me rodea.

 

No tolero la violencia, ese es el límite de mi capacidad de respeto. Pero tampoco quiero defender ese derecho siendo violenta yo.
Tarea difícil, lo sé, pero en eso estamos. Y como  Martin Luther King, yo también sueño:

 

Sueño hijos criados

 

 

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Mujer, madre, escritora, emprendedora, formadora y asesora de maternidad, creadora de programas de desarrollo personal y profesional, divulgadora de temas de mujer y familia. Creadora y Directora de Asesoras Continuum y de la Escuela Internacional de Asesoras de Porteo Mimos y Teta. Gerente de Mimos y Teta (tienda on line) Coautora de "Una nueva maternidad" ( Ed. Obstare) y autora de "La Maternidad sin Tabúes" (Amazon).

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