A pocos meses de dar a luz, pienso en muchas cosas: ¿cómo demonios se cuelga en el tendal una ropita tan pequeña?, ¿seré capaz de cortarle las uñas sin amputarle un dedo?, ¿cómo le voy a cambiar el pañal en un baño público sin cambiador?, ¿nacerá tan pequeñita que la podré lavar en el fregadero de la cocina para no tener que agacharme en la bañera?, y sin embargo… ¡los misterios de la lactancia!…
No estoy preocupada por el parto o por la lactancia.
Lo de la lactancia materna, supongo que por no ser especialista, siempre me ha parecido algo misterioso. Me parece sorprendente la cantidad de lactancias frustradas y no exitosas que hay en nuestro entorno.
Últimamente he pensado mucho en una de mis alumnas, Victoria, la mamá de Sonia y de Alexia, que acaba de nacer; le ha dado teta dos semanas… También en una de mis mejores amigas, mamá de Paulo, al que no consiguió darle teta, y de Xiana, a la que le dio apenas cuatro meses.
Y he pensado muchas veces en un montón de mujeres más que conozco y que han tenido lactancias maternas abandonadas en las primeras semanas o que ni siquiera han llegado a establecerse correctamente. Mujeres que conozco y que sé que son inteligentes, con carácter, sensatas, madres afectuosas e implicadas… pero que quizás no supieron enfrentarse a sus miedos, o a su entorno, o al dolor, o no tuvieron la suficiente información y/o ayuda.
Y también he pensado en mi hermana pequeña y en sus dos lactancias exitosas y placenteras.
Mi hermana, una mujer voluble, impredecible, a veces algo descentrada… pero capaz de sentirse como en una isla desierta cuando es necesario e ignorar todo lo que le digan los demás, incluidos los médicos. Porque ella no acepta ninguna autoridad sólo porque venga envuelta en una bata blanca; capaz de seguir sólo sus impulsos, sus instintos y su propio bienestar.
Mi hermana pequeña nunca se identificó especialmente con el ambiente de los grupos de apoyo a la lactancia. No se decidió por la lactancia materna tras una reflexión intelectual sobre la salud de sus hijos. No fue una decisión meditada y racional, sino sobre todo un impulso biológico. Tampoco sacó la teta en el museo del Prado y se negó a marcharse cuando la invitaron amablemente a hacerlo por hacer ningún tipo de reivindicación. Ella dio la teta a sus hijos porque se lo pedía el cuerpo, porque le gustaba y porque le resultaba cómodo; y no se movió de aquel banco del museo simplemente porque le dolían los pies.
Dio la teta porque es una persona hedonista y bastante perezosa para algunas cosas.
No sé qué hubiera pasado si llega a encontrarse con algún problema, no sé si ese hedonismo le hubiera llevado a luchar o a rendirse. Tampoco sé si hay menos probabilidades de que surjan problemas si se tiene una personalidad como la suya.
Sé que hay frenillos cortos, ingurgitaciones, hipogalactias y demás dificultades, pero, desde mi ignorancia, creo que no puede ser que la mayoría de las mujeres y bebés tengan problemas tan graves que impidan la lactancia porque entonces la especie se hubiera extinguido.
Creo que el plan que la naturaleza tenía previsto se parece más a la realidad de mi hermana pequeña: voy a hacer que la lactancia sea algo que te guste y que te facilite la vida para que, aunque sea de manera egoísta, la lleves a cabo y tu bebé sobreviva.
Yo tampoco soy de «Confía, confía, que la madre Tierra lo solucionará». Personalmente, he tenido que escuchar comentarios de ese tipo con respecto a otros temas (sobre todo de salud) y me he tenido que contener para no repartir bofetadas. Pero creo que sí es verdad que en general no confiamos y que, en un principio, no hay motivos para desconfiar de un mecanismo que tiene más que comprobada su eficacia en nuestra especie.
El problema es que, alrededor del cuerpo femenino y su capacidad para gestar, parir y lactar, solo hay desconfianza, por parte de la propia mujer pero también como reflejo de la de la sociedad y, por supuesto, de una parte importante del personal sanitario.
Y todo el rato vuelvo a pensar en mi hermana pequeña, que nunca ha sido una persona que sienta un amor loco y una aceptación incondicional de su propio cuerpo, pero que nunca dudó de él ni un segundo en lo que concierne a su capacidad para lactar.
La lactancia es multifactorial. Cada vez voy siendo más consciente de la cantidad de factores que pueden influir en que una lactancia sea placentera y exitosa o no. Pero sospecho que esta confianza y esta búsqueda del propio bienestar deben ser parte importante en la ecuación.
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