– «Ya no se que voy a hacer, no puedo ni respirar, ni moverme. Cada movimiento que hago está bajo vigilancia. Tengo la sensación de que hasta en el baño me controla. Ya no se que voy a hacer».
¿Qué pensarías si tu mejor amiga te cuenta esto? ¿Qué le dirías si su pareja la trata así? ¿Si la hace sentir así?
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Seguramente pensarías la persona que vigila a tu amiga, su compañero, es un mal tipo, que esta haciendo daño a tu amiga, que no merece estar con ella, y posiblemente con ninguna otra persona, que la maltrata…
Quizás también pudieras pensar que su compañero tiene carencias afectivas, que si necesita toda esa atención y vigilancia seguramente en algún momento le habrá faltado, que tiene un problema y gordo.
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Ahora leeló de nuevo, y piensa que tu amiga no te habla de su pareja, sino de su hijo de 5 años.
– «Ya no se que voy a hacer, no puedo ni respirar, ni moverme. Cada movimiento que hago está bajo vigilancia. Tengo la sensación de que hasta en el baño me controla. Ya no se que voy a hacer».
¿Qué pensarías ahora? ¿Cuál crees que sería el comentario más común?
Sería algo así como:
– «No puedes dejar que lo haga, va a hacer contigo lo que quiera toda la vida».
– «Si llora que se aguante».
– «Si le haces caso ahora, mañana lo volverá a hacer».
– «Nunca se va a despegar de ti».
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Tal vez no seamos conscientes, pero estamos pensando de un niño de 5 años que es malo,… malo no, malvado. Y estamos pensando que en su cabeza trama y urde planes para amargarnos la existencia, para atarnos «en corto».
¿De verdad pensamos eso de nuestros hijos?
¿De los niños que nos rodean?
¿En serio pensamos que todo lo hacen para salirse con la suya y no para cubrir una necesidad?
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¡¡¡¡¡YA ESTÁ BIEN!!!!!
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El niño que llora en la puerta del colegio lo hace para que su madre no le deje allí, ¿quiere manipularla? o ¿después de todo el verano con ella, de no tener horarios, de no tener que madrugar, le cuesta separarse de ella? Puede estar muy a gusto en el cole, pero eso no hace que sea menos duro.
El niño que llora para que le lleves en brazos a casa después de toda la tarde en el parque no quiere demostrar que es más fuerte y cabezota que tú, seguramente tenga hambre o sueño y esté cansado de tanto jugar.
El niño que llora en la cola del supermercado puede que haya estado jugando todo el tiempo con una pelota, mientras sus padres compraban, entretenido con ella y a la hora de pagar se la hayan quitado «porque no nos la podemos llevar» (ojo, no digo que haya que comprarla, pero se entiende que el niño llore).
Puede que para nosotros sean nimiedades, pero para ellos son problemas importantes, SUS PROBLEMAS, y en ese momento vitales. Necesitan que les acompañemos, que comprendamos sus sentimientos, los validemos y estemos a su lado.
.Los niños no son malos: No han robado, no han maltratado, no han matado.
Pero realmente, la sociedad nos convence que educar hijos independientes es ignorar sus sentimientos, enseñarles equivocadamente que deben resolver ellos sólos sus conflictos, en lugar de ayudarles a comprenderse, y comprender a los demás. Una «independencia» que nos obliga a nosotros como adultos a perder el instinto en el camino.
Hemos olvidado qué necesita un niño.
Hemos olvidado cómo se siente un niño
Hemos olvidado que fuimos niños.
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En una sociedad adultocéntrica los niños y sus necesidades están en segundo plano, no son tan importantes como las nuestras.
Su llanto que muestra su frustración o su dolor, su cansancio o su malestar no merece ser atendido y menos inmediatamente.
Deben aprender a ser adultos desde bien pequeños, deben aprender que la vida es dura, deben aprender a conformarse con lo que hay, deben aprender que es imposible cambiar el mundo…
¡PUES NO!, Los niños merecen nuestra atención, nuestro consuelo, nuestra compañía. Puede que no siempre podamos darles lo que quieren, pero eso no quiere decir que los momentos en los que se sienten mal tengan que pasarlos solos.
Sus padres estamos para ayudarles, para apoyarles, para consolarles, para atender sus necesidades y ayudarles a crecer felices y seguros. Somos su pilar y el lugar al que volver. Somos su seguro, su punto de referencia desde el que descubrir el mundo y la vida.
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Si no les hacemos caso cuando lloran ¿que podrán esperar de nosotros?
Si ignoramos sus sentimientos y necesidades ¿a donde acudirán?
Vamos a darle a nuestros hijos lo que esperan de nosotros.
Criemos hijos felices capaces de cambiar el mundo.
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Manuela Casado
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