La experiencia personal o la responsabilidad de una asesora

La experiencia personal o la responsabilidad de una asesora

 

 

Hace pocos días, del 5 al 11 de Octubre se ha celebrado la Semana Europea de la Lactancia Materna y también la Semana Internacional de la Crianza en Brazos, que este año han coincidido.

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En este marco se han realizado numerosas actividades que pretendían sobretodo visibilizar estas realidades y también informar sobre ellas: mesas coloquio, charlas, talleres, bailes, tetadas…

Se observa como cada vez más colectivos, organizaciones y empresas, y también organismos públicos, sobretodo del ámbito sanitario, se suman a las reivindicaciones asociadas a estas celebraciones.

Cada vez somos más, y eso es bueno e importante.

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Cada vez somos más y eso también quiere decir que cada vez hemos de ser más cuidadosas, porque corremos el riesgo de pensar que todo vale y realmente no es así.

Hay un punto en el que hay que diferenciar muy bien lo que se esta haciendo.

Habitualmente tienden a confundirse las experiencias personales con la información científica y basada en la evidencia. No es difícil encontrar coloquios donde no esta claro si las mamás cuentan su experiencia personal o están hablando de las recomendaciones generales de la OMS, por ejemplo.

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Estamos acostumbradas a hablar sentando cátedra, a contar nuestra experiencia como si fuese la única valida y verdadera y eso hace que quién nos escucha piense que estamos dando pautas a seguir, sin flexibilidad, o que estamos hablando de verdades absolutas.

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Es muy importante compartir experiencias, saber que otras madres han conseguido lo que para nosotras es un objetivo en el horizonte, contar con un grupo de comadres a las que acudir que nos den apoyo y nos escuchen. No siempre es necesario acudir a una profesional, a una asesora formada, ya sea en porteo, en maternidad, en lactancia… A veces solo necesitamos que alguien nos escuche y nos diga que somos normales, que nuestros bebés son normales, que lo que nos pasa es normal.

Esto tiene, por otra parte, un gran riesgo, podemos tomarnos esas conversaciones informales como algo a imitar, como la norma que hay que seguir cuando es solamente eso, una opinión, un ejemplo.

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Cuando hablamos como asesoras, cuando damos una charla o taller o hacemos una asesoría, nuestra opinión no cuenta, lo que nos ha ido bien a nosotras pierde la importancia, lo importante es lo que la evidencia científica subraya, lo que dicen los estudios y lo que esta demostrado.

  • Si se trata de un taller la información será más general ya que no se puede hablar en términos absolutos ni dar información personaliza cuando te diriges a un grupo de gente.
  • Si hablamos de una asesoría lo que nos fue bien a nosotras tampoco tiene ninguna validez ya que no hay una opción mejor que otra, sino la opción que mejor se adapta a una familia, lo que a ellos les resulta más fácil, útil y llevadero.

Tal vez a nosotras nos fue muy mal con el mei tai pero en ese momento para esa familia y sus circunstancias es la mejor opción.

Tal vez nosotras le dimos un chupete a nuestro bebé con tres meses pero la madre que nos consulta ha comprobado que si su pequeño coge el chupete después se olvida de como mamar.

Cada caso es un mundo, cada historia es diferente. 

Una buena asesora está en continua formación, actualizándose, estudiando, informándose… aumentando sus conocimientos para, cuando llegue el momento, poder darte toda la información desde el respeto, dándote opciones y explicándote cada una de ellas, para que seas tú quien tome la decisión final, para empoderarte y poner a tu disposición las herramientas para que seas dueña de tus decisiones y no para tomarlas por ti.

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Junto a Nils Bergman. Una buena asesorase actualiza continuamente.

Para asesorar es necesario actualizarse continuamente. Junto a Nils Bergman (Marzo 2015).

 

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Una de las cosas que he aprendido en mi formación como  Asesora Continuum es que no existe una opción MEJOR, sino una opción valida, en un momento, para una familia. Nada es lo mejor, cada cosa es la mejor según las circunstancias y tú y tu familia decidís cual es vuestra elección.

Por todo esto me parece que hay que ser tremendamente escrupulosa y tener muchísimo cuidado cuando nos dirigimos a las familias, ya que normalmente se encuentran en un momento delicado, a pocas semanas de dar a luz o en pleno puerperio.

Es muy probable que solo se queden con una parte del mensaje, por eso debe ser conciso y claro, por eso no vale contar lo que le pasó a tu vecina, por eso no se pueden dar opiniones como si fuesen verdades universales.

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No todo el mundo puede hablar de todo.

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Si alguien cuenta su experiencia debe quedar muy claro que es solo una experiencia.

Si alguien da un taller o una charla no vale con tener una experiencia personal sobre el tema, hay que estar formado e informado.

No todo el mundo puede dar una información general, a un grupo, porque si no se está preparado para ello podemos llevar, en este caso a mamás que se encuentran un poco perdidas, a pensar que no son validas o que no lo hacen bien, o a cometer errores por nuestra falta de conocimiento ya que, simplemente, extrapolamos nuestra experiencia personal convirtiéndola en unas pautas generales.

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En estos días de charlas, coloquios y talleres he visto muchos casos en los que no quedaba claro si se hablaba de experiencias o de evidencia, he visto a familias preguntar a quien contaba su experiencia como si su palabra fuese ley, he visto a «valientes» (yo diría osadas) dar charlas como si fuesen expertas sobre un tema que no controlan sino desde su experiencia personal.

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Por eso quiero hacer hoy dos peticiones:

  • Si vais a escuchar a alguien, por favor, diferenciad muy bien si os hablan desde su experiencia o si conocen realmente el tema del que están hablando.
  • Si vais a dar una charla o taller no pretendáis saber más de lo que realmente sabéis. Si no conocemos algo podemos estudiarlo o buscarlo, no pasa nada por reconocerlo. Si hablamos de algo que no conocemos bien como si fuese la verdad absoluta podemos confundir a quien nos esta escuchando.

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La humildad es una gran virtud y en una asesora indispensable.

Elena López nos cuenta que debe tener una buena asesora AQUÍ.

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¡No dejes que te controle! Cada movimiento que haces está bajo vigilancia.

¡No dejes que te controle! Cada movimiento que haces está bajo vigilancia.

– «Ya no se que voy a hacer, no puedo ni respirar, ni moverme. Cada movimiento que hago está bajo vigilancia. Tengo la sensación de que hasta en el baño me controla. Ya no se que voy a hacer».

¿Qué pensarías si tu mejor amiga te cuenta esto? ¿Qué le dirías si su pareja la trata así? ¿Si la hace sentir así?

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Seguramente pensarías la persona que vigila a tu amiga, su compañero, es un mal tipo, que esta haciendo daño a tu amiga, que no merece estar con ella, y posiblemente con ninguna otra persona, que la maltrata…

Quizás también pudieras pensar que su compañero tiene carencias afectivas, que si necesita toda esa atención y vigilancia seguramente en algún momento le habrá faltado, que tiene un problema y gordo.

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Ahora leeló de nuevo, y piensa que tu amiga no te habla de su pareja, sino de su hijo de 5 años.

– «Ya no se que voy a hacer, no puedo ni respirar, ni moverme. Cada movimiento que hago está bajo vigilancia. Tengo la sensación de que hasta en el baño me controla. Ya no se que voy a hacer».

¿Qué pensarías ahora? ¿Cuál crees que sería el comentario más común?

Sería algo así como:

– «No puedes dejar que lo haga, va a hacer contigo lo que quiera toda la vida».

– «Si llora que se aguante».

«Si le haces caso ahora, mañana lo volverá a hacer».

– «Nunca se va a despegar de ti».

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Tal vez no seamos conscientes, pero estamos pensando de un niño de 5 años que es malo,… malo no, malvado. Y estamos pensando que en su cabeza trama y urde planes para amargarnos la existencia, para atarnos «en corto».

En lugar de pensar que es un niño que tiene miedo a la separación, que algo le angustia y que necesita seguridad.

¿De verdad pensamos eso de nuestros hijos?
¿De los niños que nos rodean?
¿En serio pensamos que todo lo hacen para salirse con la suya y no para cubrir una necesidad?

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¡¡¡¡¡YA ESTÁ BIEN!!!!!

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El niño que llora en la puerta del colegio lo hace para que su madre no le deje allí, ¿quiere manipularla? o ¿después de todo el verano con ella, de no tener horarios, de no tener que madrugar, le cuesta separarse de ella? Puede estar muy a gusto en el cole, pero eso no hace que sea menos duro.

El niño que llora para que le lleves en brazos a casa después de toda la tarde en el parque no quiere demostrar que es más fuerte y cabezota que tú, seguramente tenga hambre o sueño y esté cansado de tanto jugar.

El niño que llora en la cola del supermercado puede que haya estado jugando todo el tiempo con una pelota, mientras sus padres compraban, entretenido con ella y a la hora de pagar se la hayan quitado «porque no nos la podemos llevar» (ojo, no digo que haya que comprarla, pero se entiende que el niño llore).

Puede que para nosotros sean nimiedades, pero para ellos son problemas importantes, SUS PROBLEMAS, y en ese momento vitales. Necesitan que les acompañemos, que comprendamos sus sentimientos, los validemos y estemos a su lado.

.Los niños no son malos: No han robado, no han maltratado, no han matado.

Pero realmente, la sociedad nos convence que educar hijos independientes es ignorar sus sentimientos, enseñarles equivocadamente que deben resolver ellos sólos sus conflictos, en lugar de ayudarles a comprenderse, y comprender a los demás. Una «independencia» que nos obliga a nosotros como adultos a perder el instinto en el camino.

Hemos olvidado qué necesita un niño.

Hemos olvidado cómo se siente un niño

Hemos olvidado que fuimos niños.

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En una sociedad adultocéntrica los niños y sus necesidades están en segundo plano, no son tan importantes como las nuestras.

Su llanto que muestra su frustración o su dolor, su cansancio o su malestar no merece ser atendido y menos inmediatamente.

Deben aprender a ser adultos desde bien pequeños, deben aprender que la vida es dura, deben  aprender a conformarse con lo que hay, deben aprender que es imposible cambiar el mundo…

 

¡PUES NO!, Los niños merecen nuestra atención, nuestro consuelo, nuestra compañía. Puede que no siempre podamos darles lo que quieren, pero eso no quiere decir que los momentos en los que se sienten mal tengan que pasarlos solos.

Sus padres estamos para ayudarles, para apoyarles, para consolarles, para atender sus necesidades y ayudarles a crecer felices y seguros. Somos su pilar y el lugar al que volver. Somos su seguro, su punto de referencia desde el que descubrir el mundo y la vida.

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Si no les hacemos caso cuando lloran ¿que podrán esperar de nosotros?
Si ignoramos sus sentimientos y necesidades ¿a donde acudirán?

Vamos a darle a nuestros hijos lo que esperan de nosotros.
Criemos hijos felices capaces de cambiar el mundo.

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Cuidados de mamá

8 motivos para portear en fiestas

8 motivos para portear en fiestas

Ayer fue fiesta en mi pueblo. Día de procesión. Es el día en el que empieza todo y como ya había ganas de jaleo también era día de aglomeración.

Como un pueblo pequeño como el mío, las fiestas patronales de verano suelen esperarse con muchas ganas. Es tiempo de estar en la calle, de reencontrarse con la familia y los amigos, con la gente a la que solo ves esos días en el año…

Pero claro, como todos pensamos lo mismo al final nos vemos en medio de un tumulto de gente donde no siempre es fácil moverse, y menos aun con niños.

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Por eso hoy quiero contarte mis 8 motivos para portear en las fiestas del pueblo.

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1. Evita el traqueteo en las calles empedradas. Las calles del centro, donde se desarrollan principalmente las actividades, están empedradas y muchas son bastante empinadas. Mi pueblo es precioso y las calles así contribuyen a ello, aunque esta preciosidad no hace precisamente cómodo andar con un carrito. Portear te ahorra el traqueteo.

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Plaza de Santa María con el típico empedrado de las calles y plazas de Arjona.

Plaza de Santa María con el típico empedrado de las calles y plazas de Arjona.

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2. Evita barreras arquitectónicas. Al ser un pueblo con historia sus calles estrechas y retorcidas que normalmente no son demasiado fáciles de transitar se hacen casi imposibles al llenarse de puestos callejeros de venta ambulante, las aceras desaparecen y las barreras arquitectónicas aumentan. Dejar el carro en casa es una buena opción.

3. Te facilita moverte en las aglomeraciones. Cuando hay algún acto importante a todos nos gusta participar por lo que muy fácilmente se forman aglomeraciones, mucha gente en espacios relativamente pequeños, cuanto menos espacio ocupes más fácil es moverte. El volumen de un carro dificulta considerablemente acudir a estos actos. El porteo te facilita poder ir a todas partes y moverte con facilidad.

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Plaza de Santa María durante la procesión

Plaza de Santa María durante la procesión

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4. Permite a tus hijos estar a la altura de la actividad. Los niños, siempre curiosos quieren formar parte de la novedad, enterándose de todo y participando en todo. Llevar un portabebé hace que estén a una altura que les permite interactuar con el ambiente sin necesidad de subirles en brazos, lo que es tremendamente cansado y dañino para la espalda (te lo digo yo que soy fisioterapeuta).

5. Necesitas menos espacio. Después de un acto importante toca tomarse una caña (sin alcohol si estáis con lactancia materna). Llegas a un bar con un grupo de amigos y 2, 3 ó 4 carritos, imposible encontrar una mesa con tanto espacio alrededor, si intentas coger un lugar en la barra es aún peor. La solución es de nuevo un portabebé ergonómico que ademas de ahorrar espacio facilita que tengas a los más pequeños controlados sin necesidad de agacharte constantemente a ver si están bien.

6. Puedes dar el pecho en cualquier lugar. Claro que con tanto ajetreo a tu peque le ha dado hambre, buscar un lugar donde sentarte, cogerle en brazos y darle el pecho… ¡Ah no! si no es necesario, reajusta un poco el portabebé bajando al niño y podrás darle el pecho cómodamente sin moverte del sitio. El porteo ha vuelto a salvar tu vida social.

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Amamantar en portabebé es posible en cualquier lugar

Amamantar en portabebé es posible en cualquier lugar

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7. Puedes atender a más de un niño a la vez. Si tienes un hijo mayor al que atender, como siempre, sean fiestas o no, el porteo te ayuda dejando que tengas las manos libres y puedas atender al mayor sin tener que dejar al pequeño en otro lugar.

8. Si los peques se duermen… Y ahora llega la pregunta estrella: «¿Y si se duerme?» Pues si se duerme simplemente sujetale la cabeza, si es que no la llevaba sujeta ya. Con la capucha del portabebé o simplemente subiendo un poco la tela ligeramente por encima de su oreja.. y listo, continua disfrutando con lo que estabas haciendo.

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Estas son algunas razones por las que portear en fiestas hace más fácil tu vida con un bebé, ademas de los beneficios que habitualmente tiene el porteo que puedes ver aquí.

Recuerda que para que el porteo sea respetuoso con tu cuerpo ademas de ser seguro para el bebé debe ser porteo no hiperpresivo, algunas compañeras te han hablado de ello aquí y también nuestras formadoras lo han hecho aquí.

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Si en estas fiestas quieres portear y disfrutar estos días especiales de otra manera, con tus hijos, no olvides que puedes encontrarme en nuestro facebook y en nuestro correo: CreciendoSinPrisa@gmail.com

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Y con permiso de todos los que no sois arjoneros: ¡ FELIZ FIESTASANTOS !

El espejo mágico en la crianza de nuestros hijos

El espejo mágico en la crianza de nuestros hijos

Como la reina malvada de los cuentos yo también he encontrado un «espejito mágico», uno que no siempre refleja lo que yo quiero, aunque es muy fiel a la verdad.

Cada vez que miro a mi hija de 4 años me devuelve una imagen muy real de lo que soy y de lo que hago.

 

Nunca he sido de mirarme mucho al espejo, no necesitaba ver mi reflejo para conocerme y mi aspecto nunca ha sido taaaaan importante como perder horas con él.

 

Sin embargo ahora mi imagen me persigue hecha niña :

 

– Cuando ella se enfada y se calla, pero golpea algo, su silencio es profundo pero te mira y se  va… como yo.

– Cuando su hermana hace algo que no le gusta, después de intentar que la deje tranquila varias veces le gritacomo yo a ella tantas veces.

– Cuando quiere algo «ronronea» a tu alrededor, te busca silenciosa y te hace un poco «la pelota» antes de decírtelo… como yo.

– Cuando algo no le cuadra pone cara de extrañada y se calla hasta que lo analiza y encuentra una respuesta… como yo.

– Cuando no sabe muy bien que le pasa se pone seria y de mal humor… como yo.

– Cuando algo le interesa se eclipsa, se abstrae y ni oye si le hablas… como yo.

– Cuando esta feliz la cara le cambia y se le ve a la legua… como yo.

– … COMO YO.

 

En ocasiones es duro y difícil.

Te hace ver todo aquello de ti que no te gusta, te hace consciente de reacciones que no sabías que tenías, hace que te preguntes: «¿por qué hace esto?» y que encuentres la respuesta: «porque me ve a mi».

 

También es capaz de alegrar tus días y sacarte la sonrisa.

Cuando ves su dulzura, su intensidad, sus ganas de hacerlo bien por sus propios medios, esa manera sutil de ser cabezota. Y vuelves a preguntarte:  «¿por qué hace esto?»,  «porque me ve a mi».

 

hacer lo que tú haces

 

Ser consciente de esto te hace asumir una gran responsabilidad frente a tus hijos, cambia la forma en que ves la crianza.

Te han dicho una y mil veces que no importa lo que les digas a tus hijos, lo «sabes», pero no te lo crees del todo hasta que lo vives. Ellos te ven y hacen lo que tú, tus palabras pierden fuerza frente a tus actos:

 

«Haré lo que tú hagas, no lo que tú me digas»

 

No puedes decirles: «No grites» si se lo dices gritando.

No puedes decirles: «No se lanzan las cosas» si tú las lanzas cuando te enfadas.

No puedes decirles: «No te levantes de la mesa» si tú te levantas cinco veces en cada comida.

No puedes decirles: «No te distraigas» si tú miras el móvil cada 5 minutos sea lo que sea lo que estas haciendo.

No puedes decirles: «Mírame cuando me hablas» si cuando te esta contando algo levantas la vista de sus ojos para mirar la televisión.

No puedes decirles: «Es hora de comer» cuando tú comes un día a las 4 y otro a las 1.

 

Nos empeñamos en poner normas y enseñar a los niños rutinas que nosotros somos incapaces de cumplir.

Nos empeñamos en que aprendan a ser todo aquello que nosotros no somos.

Nos empeñamos en que hagan «bien» todo aquello que nosotros hacemos «mal».

Nos empeñamos en que sean todo aquello que nos gustaría ser, pero que no somos.

 

Dejemos a los niños ser libres.

Dejemos a los niños jugar como niños.

Dejemos a los niños ser como son.

Pero sobretodo dejemos que los niños aprendan cada día, respetando su personalidad, a ser las personas que serán como adultos dándoles el ejemplo adecuado, siendo conscientes de que aprenden de nosotros, mejorando cada día lo que somos, esforzándonos por ser cada día la mejor versión de nosotros mismos.

 

Tendremos aciertos y también fallos.

Enseñémosles a aceptarlos, enseñémoles que no existe la perfección más allá de aceptarnos como somos.

Enseñémosles  que se puede fallar y avanzar.

Enseñémosles  a apoyarse en las personas que merecen la pena, que no hace falta caminar solos.

 

Enseñémosles que nuestro amor por ellos va más allá de todo eso y hagámoslo de la manera que ellos aprenden:

Queriéndoles sin condiciones, con hechos y sin palabras vacías

 

Para educar a nuestros hijos quizás debamos dejar de ser TAN exigentes con ellos y empezar a ser más exigentes con nosotros mismos, sin culpas y sin agobios pero conscientes de que ahora nuestros actos son ejemplo para los más pequeños de la casa y es de ellos de donde realmente aprenden y no de lo que nos empeñamos en repetir una y otra vez de forma hueca.

 

Y tranquilos, si lo olvidamos nuestro espejo mágico estará ahí para recordarnos como somos y como actuamos con el reflejo más fiel y más real, el que nos devuelve nuestra imagen al natural y sin filtros, y cargada de infinito amor y paciencia.

 

Gracias a mis dos hijas que me enseñan cada día cosas nuevas y me crean la necesidad de ser un poco mejor para poder ser el mejor ejemplo y me enfrentan a lo que no quiero mirar de mi para poder cambiarlo.

Si te a gustado no olvides compartir y si te sientes identificada, o no, deja tu comentario para que podamos enriquecernos y crecer un poco más con el debate.

 

Puedes encontrarme en nuestro facebook y en nuestro correo: creciendosinprisa@gmail.com

Realidad hospitalaria. ¿Piel con piel?

Realidad hospitalaria. ¿Piel con piel?

Hace unos días mi compañera Fayna hablaba sobre la diferencia entre «método canguro» y «cuidados madre canguro» aquí.

 

Hace unos meses, en este curso, Jill Bergman nos decía que ellos ya no lo llaman «Cuidados Madre Canguro» , ya que este termino se ha desvirtuado, sino PIEL CON PIEL.

 

 

Pero, ¿cuál es la realidad actual?

Comparto con vosotros un ejemplo.

 

Una historia real

 

A.C se convirtió en mamá hace 7 años de una forma un poco inesperada. La primera sorpresa fue enterarse que esperaba mellizas, la segunda que llegasen nueve semanas antes de tiempo.

Este artículo es un resumen de la historia que A. compartió conmigo y que yo comparto con vosotros con su permiso.

 

A las 31 semanas una de las bolsas se rompió de forma espontánea y A.C. acudió rápidamente al hospital. Cuando estaban a punto de hacerle una cesárea de urgencia alguien se dio cuenta de que la cabeza de una de las pequeñas ya asomaba. Nació un par de contracciones después y tras una rotura de bolsa artificial nació la otra niña, también en pocos minutos.

Pesaron 1.380 gramos y 1.490 gramos respectivamente. La primera niña (An.) estaba bien, se la mostraron y se la llevaron. A la segunda (Af.) la llevaron directamente a la cuna térmica, o eso le dijeron, ya que posteriormente se enteró, por casualidad, de que había nacido con una vuelta de cordón en el cuello.

Al nacer con ese peso las llevaron inmediatamente a la UCIN, cada una a una incubadora, cada una en una habitación desde donde su madre a través de una cristalera veía a una cuando estaba con la otra.

Allí estuvieron un total de 20 días, hasta que alcanzaron “su peso”.

Durante ese tiempo A.C. pudo permanecer durmiendo en una habitación en otra planta del hospital (el hotel de madres) con otras tres mamás.

Desde las 8 h hasta las 23h estaba en la UCIN acompañando a sus pequeñas, extrayéndose leche para que pudieran tener SU alimento. Observando cómo las alimentaban a través de la sonda, eso sí, siempre con su leche, la que ella se extraía. Tanto de día como de noche tenían el alimento adecuado para ellas.

 

 

En la incubadora.

En la incubadora.

 

 

Pocos días después de nacer las niñas, “cuando ya tenían menos cables” el jefe de pediatría de la UCIN le propuso algo insólito, “hacer Cuidados Madre Canguro”. En el hospital lo llamaban Método Canguro  y según sus propias palabras “querían ponerlo a funcionar en este hospital”.

Le explicaron que consistía en tener a las pequeñas sobre ella, piel con piel, en contacto directo durante algunas horas al día. Lo harían por separado ya que cada una estaba en una habitación.

A.C. se sintió muy arropada por el personal de la unidad que la animaba y le  ayudaban a hacer piel con piel de forma segura.

– “Yo había oído hablar del método canguro y cuando me lo propusieron les dije que sí, que si haciéndolo ayudaba a mis hijas por supuesto que lo haría”, nos cuenta A.C. “Primero cogía a una durante tres o cuatro horas al día, la ponía sobre mi pecho, y mientras la tenía sobre mí le hablaba y le susurraba cosas. Se me pasaban las horas volando. Cuando terminaba, cogía a la otra. Y así todos los días. Me sentía GENIAL. Para mí fue maravilloso, era la primera vez que las tenía en mis brazos, ya que cuando nacieron no las pude coger pues se las llevaron rápidamente. Poder abrazarlas y tenerlas conmigo durante tanto rato… NO LO CAMBIARÍA POR NADA. A pesar de que era un poco cansado, ya que me pasaba el día en uno de esos sillones para los acompañantes que suele haber en los hospitales y que no son demasiado cómodos”.

Durante ese tiempo su marido también estuvo, en algunas ocasiones,  piel con piel con las pequeñas en aquellos primeros días y además  contaron  con el apoyo incondicional de su familia.

Tras 20 días en la UCIN al fin An. y Af. pudieron dejar las incubadoras y pasar a Neonatología. Allí todo cambió:

-“Ese cambio fue a peor porque solo nos dejaban estar con ellas a la hora de las comidas. Como  yo tenía a dos pequeñas solo podía darle a una, a la otra le daba una enfermera, porque no dejaban que ningún familiar me acompañara . En la toma siguiente  alternaba para alimentar a la otra niña, y así sucesivamente. No entiendo el por qué de ese absurdo protocolo ya que mientras estaban en las incubadoras podía estar todo el día con ellas”.

En el servicio de neonatología Af. permaneció ingresada dos semanas más y An., con alguna complicación, estuvo todo un mes. Esto hizo que la vuelta a casa fuese bastante complicada al estar cada bebé en un lugar (el hospital no está en el mismo lugar que la residencia de la familia).

-“Una vez las dos en casa todo fue fenomenal. Haberlas tenido en brazos siendo tan pequeñas me ayudaba y me daba seguridad.”

 

“Actualmente tienen 7 años y están grandes y sanas”

“Actualmente tienen 7 años y están grandes y sanas”

 

 Lo que nos encontramos

 

  • En demasiadas ocasiones no todo el personal de un servicio está dispuesto a introducir cambios, aunque la evidencia científica apunte a que esos cambios son lo mejor.
  • Otras veces el trato, los protocolos y las formas cambian mucho de un servicio a otro y el poder estar o no con tus bebés depende de un jefe de una planta, de un servicio completo o del personal que haya de turno en ese momento,

¿tiene eso alguna lógica?

¿Tiene sentido que la posibilidad de dispensar el mejor trato posible a unos bebés, dependa de un planning, o de la suerte?

¿No es absurdo que con toda la evidencia de los perjuicios que supone para un bebé estar separado del cuerpo de su madre, aún se siga perpetuando esa práctica
en la mayoría de nuestros hospitales?

A.C. pudo disfrutar de sus pequeñas en sus primeros días de vida proporcionándoles unos cuidados y unos beneficios que no alcanza a imaginar.

Seguimos necesitando médicos y resto de personal sanitario  informados, formados y valientes, dispuestos a introducir los cambios necesarios  en sus hospitales y madres luchadoras que exijan la no separación de sus bebés, cuando no hay motivo.

Trabajando conjuntamente conseguiremos allanar el camino para que un día todos tengamos como meta en el cuidado a madre y bebé:  La Separación Cero.

Ángeles y demonios. Partos que no son lo que parecen.

Ángeles y demonios. Partos que no son lo que parecen.

Aprovechando la cercanía del cumpleaños de mis hijas quiero compartir con vosotros un post muy personal, sobre algo a lo que no me atreví a ponerle palabras, hasta ahora.

Hace 4 años de mi primer parto y  1 año del segundo. Un parto fue inducido, el otro espontáneo. Uno fue respetado, el otro no. Uno lo viví con confianza, el otro estuvo lleno de violencia y miedo.

Hasta aquí lo más normal sería asociar la violencia obstétrica, las faltas de atención a mis necesidades y de respeto a la inducción. Pues no fue así.

Os cuento:

 

Hace 4 años, de madrugada, me puse de parto. Cuando las contracciones comenzaron a ser regulares nos fuimos al hospital. Exploración, tactos, monitorización continua,… Todo lo que se supone normal, eso que me había estado informando. Y como era primeriza, a la habitación.

Allí tuve muchas contracciones, fuertes y seguidas, pero nadie vino a preguntar. Estuve como mucho un par de horas.

Cuando  expulsé el tapón mucoso me volvieron a llevar a la habitación de dilatación (si lo sé no voy) y de nuevo monitores, a la cama tumbada (en la habitación no había parado de moverme y andar), tacto: “¡Has dilatado 7 centímetros! ¿Has roto la bolsa?”, “No estoy segura, creo que no”, “Esto está sin romper”, noto una varilla y a continuación aluvión de agua, aún me sigo preguntando por qué.

Pasa la ginecóloga: “¿Qué, ya estas pidiendo la epidural?” (cara de sorna). Como digo que no la quiero, se va.

Otro tacto, cara de susto de la matrona, que le dice a alguien más que había allí, no recuerdo quién, “hay que coger una vía.”

 

Y allí estaba yo, en medio de todo aquello, sin pintar nada, sin decidir nada, sin opinar nada, sin voz en nuestro parto y, ahora también, asustada, muy asustada ante la cara de miedo de una matrona que necesita cogerme una vía y yo no sé por qué, no sé qué pasa. Hay algún problema, lo intuyo, se ve en sus caras, pero ¿por qué nadie me lo cuenta, por qué no me dicen nada? Es mi hija… la angustia es indescriptible.

 

“Esta en cefálica posterior”.

 

Por fin alguien decía algo, pero ¿eso qué era? No recuerdo cómo, al final me enteré de que estaba mirando hacia arriba.

 

La actividad seguía a mi alrededor, una auxiliar venía a lavarme las piernas de vez en cuando y muy poco amablemente le pedí que no volviera, ya me lavaría yo. Volví a ponerme de pie, nadie hubiese conseguido que me tumbara aunque me hubiesen atado a la cama, me olvidé de la vía, tanto que casi me la arranco un par de veces. Me apoyaba en mi marido, le hincaba los dedos, pero sin él no hubiese aguantado las contracciones. Sentía el apoyo de mi hermana (que como es enfermera la dejaron colarse) pero había un abismo entre el personal y yo, y nosotras.

El parto iba avanzando pero entre contracción y contracción venía la matrona a meter la mano e intentar darle la vuelta a la niña.

 

Siempre me preguntaré que habría pasado si no hubiese roto la bolsa, si hubiese dejado a mi niña en paz, tal vez ella se habría colocado.

 

Seguía empujando. La actividad seguía a mi alrededor, la matrona intentando dar la vuelta a la pequeña pero sin explicarme nada, otra opinando que si me cambiaba de postura, que si a cuatro patas, que si me movía,… y la matrona diciendo que no me había quedado quieta ni un minuto.

Hasta que decidieron que era el momento de ir al paritorio.

 

“No quiero ir. No me llevéis. No quiero subir al potro”. Pero ni siquiera recuerdo si las palabras salían de mi boca o solo las pensaba. Estaba agotada. Nada era como había pensado, como imaginaba, como quería…

 

Me llevaron al paritorio andando, casi a rastras, me subieron al potro (ganas de ponerlo más difícil aún) y me pidieron que empujara cuando tuviese ganas…

 

Un empujón y veo pasar las tijeras, esas que sabía que me iban a cortar en lo más intimo, esas que sabía que me iban a hacer daño, aunque en ese momento no me dolieran, esas que sabía que me iban a marcar para siempre y que tanto dolor me provocaron después.

Mi mente decía NO, mi cabeza se movía diciendo NO, toda mi alma decía NO.

Pensaba: “dejadme un poco más” “dadnos otra oportunidad”.

 

Y cortaron.

Dos empujones más,  la niña estaba fuera.

 

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Me la pusieron encima, sólo un momento, hasta cortar el cordón, se la llevaron al peso y demás cosas innecesarias que justifican la separación. Me la pusieron de nuevo encima, la dejaron mamar un par de minutos y se la volvieron a llevar… a neonatos. Pero eso da para otro post.

 

Hace un año, casi en la misma fecha, mi ginecóloga se empeñó, sin tener en cuenta lo que yo pensaba, en que para la FPP (fecha probable de parto) tenía que ingresar para una inducción. Soy diabética y ella había decidido por mí que no podía pasarme ni un día, que era demasiado arriesgado, aunque nunca me hablo de los peligros de una inducción, esos los tuve que buscar yo solita.

Le expliqué que ya había tenido una mala experiencia en ese hospital y que había decidido dar a luz en otro. Su cara fue todo un poema, pero yo ya había decidido, era lo que había.

Los controles de las últimas semanas me los hicieron también en el hospital que yo había elegido. Todo estaba bien, podía esperar un poco.

Hablé mucho con la ginecóloga, le pregunté, resolvió mis dudas, me explicó los riesgos de pasarme mucho de la FPP y los de la inducción, me dio toda la información y yo, mi marido y yo, decidimos.

Esperamos. Esperamos unos pocos días, seguimos con los controles, pero la pequeña no quería nacer y empezábamos a preocuparnos, así que nos decidimos por la inducción: decidimos nosotros. Recuerdo sus palabras: “Aquí hasta los partos inducidos los tratamos como naturales”.

Cuando ingresé, la primera sorpresa agradable fue que ya había conocido al matrón y que éste sabía lo que buscaba, lo que quería y lo que no me había gustado de mi anterior parto.

Los pasos fueron los habituales de una inducción: monitores, control, administración de  prostaglandinas sintéticas (sustancias que provocan que se borre el cuello del útero), más monitores, vuelta a la habitación y revisiones cada tres horas.

Fui a la primera revisión, a la segunda no llegué. Las contracciones comenzaron a ser seguidas y fuertes, mucho más fuertes que en el otro parto. Me metí en la ducha, eso aliviaba bastante, estuve en la habitación, tranquila, a mi ritmo, todo el tiempo que pude, después me fui a paritorios.

Una habitación de dilatación, una cama, una pelota, monitores, mi marido, yo y de vez en cuando el matrón.

 

“¿Has comido?””¿Te has puesto insulina?” “Vamos a ver cómo está el azúcar.” “Tomate un zumo que esta bajita.” “El azúcar no sube, voy a cogerte una vía para ponerte un poco de suero para que no te dé un bajón.”

Explicándome todo, consultándome todo, teniendo siempre en cuenta mis deseos y haciéndome saber por qué no podían ser algunas cosas.

 

-“¿Quieres ir a la bañera de dilatación?”

-“Sí, por favor. El agua me relaja mucho”.

-“La preparamos y te aviso”.

 

En todo momento me sentí escuchada, por allí no apareció nadie más (porque no hizo falta), mi marido respetado, implicado, participando. Me sentí libre de expresar cada necesidad o sensación.

 

Me metí en la bañera, estaba en mi mundo, no tenía que pensar en nada, nada me preocupaba. Solo de vez en cuando tenía que ponerme la monitorización discontinua.

Dolía, pero en el agua se llevaba mejor, me dieron ganas de empujar y empujé. Vino a mi lado. Volví a empujar, otra vez más y otra. Sentí el anillo de fuego y seguí empujando.

Silencio.

Nadie me molestó, ni me dijo qué hacer, estaba yo, solo yo y mi hija y mis sonidos, mis gruñidos, mis sensaciones.

Nació.

La pusieron sobre mí. Mi marido estaba al lado. La olí, la sentí, la miré, la oxitocina nos inundó y la quise.

Cuando el cordón dejó de latir mi marido lo cortó.

Me cosieron un desgarro. Se llevaron a la niña para pesarla (eso no me gustó) y me la volvieron a traer. Pretendían vestirnos pero no lo permití y allí nos quedamos PIEL CON PIEL.

Lo que pasó después también da para otro post, pero eso ya otro día.

 

Y hasta aquí mi alma desnuda.

Fueron dos partos muy distintos. Dos bienvenidas al mundo para mis dos amores que no tuvieron nada que ver. En ambos sentí el amor de mi marido apoyándome pero en uno le trataron como a un espectador, en el otro como a un PADRE.

No defiendo ni critico en este post las inducciones. Solo quiero compartir mi experiencia con vosotros.

A veces ni lo bueno es tan bueno ni lo malo es tan malo. No hay ángeles ni demonios. No hay decisiones malas ni buenas.

A veces nos gustaría cambiar lo pasado, pero ahí está para enseñarnos, para cambiarnos, para ayudarnos, para guiarnos.

Quiero en este post agradecer públicamente a Alberto que asistió mi segundo parto e hizo posible que todo fuese tan maravilloso.+

 

 

 

 

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