Nunca es tarde…
… para dar contacto.
Un bebé intraútero tiene contención constante, alimentación continua y calor. Cuando nace ese bebé, espera que su mundo sea lo más parecido posible a lo que ya estaba viviendo. Sus necesidades de contención, alimento a demanda y calor se verán plenamente cubiertas sobre el cuerpo de su madre, sin pasar por ningún tipo de separación, al menos durante los primeros días.
Un bebé recién nacido necesita el contacto piel con piel para desarrollarse plenamente, ya que este contacto continuo desencadena en él los procesos neurológicos necesarios para un correcto desarrollo de su cerebro.
En cuanto un bebé es separado de su madre, éste siente peligro, pues su cerebro está todavía muy poco desarrollado y su programa biológico le «dice» que lejos de su madre su vida corre peligro. El bebé entra en un estado de alerta e hipervigilancia, sus niveles de cortisol empiezan a aumentar. El cortisol es la hormona del estrés y además es inhibidora de la oxitocina, la hormona del amor, el vínculo y las relaciones sociales. Este desequilibrio hormonal, afecta negativamente en el desarrollo del cerebro, además de que modificará su respuesta ante situaciones de estrés incluso durante su vida de adulto.
Por eso, citando a Nils Bergman: lo ideal sería la SEPARACIÓN CERO.
Que el bebé pueda ir adaptándose y conociendo su nuevo mundo desde un lugar seguro: el cuerpo de su madre.
Lamentablemente, muchas veces estas expectativas que tiene el bebé al nacer no se ven cumplidas. Hace un mes escaso, tuve la suerte de poder asistir al curso de Nils y Jill Bergman, Kangaroula. Nils y Jill explicaron que lo que espera un bebé al nacer es «lo óptimo», el ideal, la meta. Y lo ejemplificaron con una plomada : cuando el bebé es separado de la madre, o nace con un parto muy medicalizado, o no inicia la lactancia materna en las primeras horas, esta plomada se aleja de la línea vertical, de su centro de equilibrio. Esto no siempre se puede evitar, pero lo importante entonces es intentar dar una respuesta de contención y volver lo antes posible a ese punto, al ideal, al cuerpo de la madre.
También es cierto, que muchas veces no hemos sido capaces de dar esa respuesta de contención que espera nuestro bebé tan pronto como fuera recomendable. Y ahora hablo como madre que no pudo y no supo darle esa bienvenida esperada a mi bebé. Pero sí empecé a hacerlo pasados unos días, ya en casa. Mi bebé lloraba muchísimo y yo no sabía qué le pasaba. Le daba pecho a demanda, dormía con él, lo tenía todo el día literalmente encima y, aún así, lloraba y lloraba. No fue hasta que acepté que mi bebé necesitaba un tiempo de desahogo, un tiempo para recuperarse por lo que habíamos pasado, que no empecé a darle esa contención tranquila que necesitaba. Y todo empezó a fluir.
El contacto piel con piel tiene ese mágico poder de recuperar el tiempo perdido, de curar, de unir, de fortalecer el vínculo, de regular la temperatura, de dar seguridad y de volver a ese equilibrio que esperan nuestros bebés. Pero también está relacionado con la resiliencia. Por eso pienso, que aunque hay cosas que no se podrán recuperar nunca, sí tenemos la capacidad de darles todo el contacto del que carecieron en un momento dado, ya hayan pasado días, semanas, meses o incluso años.
Nunca es tarde para empezar a dar contacto. Sólo imagina lo reconfortante que es que te den un abrazo sentido y prolongado. Esa es la magia de la que hablo. Y está al alcance de todos nosotros.
Si tu hijo o hija no tuvo lo que esperaba cuando nació, si por cualquier motivo no fuiste capaz de proporcionárselo, no te sientas culpable. En aquel momento, como ahora, hiciste todo lo mejor que pudiste, con tus conocimientos y con tu mochila a cuestas. Simplemente empieza hoy a darle contacto. Hay muchas formas para hacerlo, puedes dormir con tu hijo si así lo desea, hacerle masajes, darte un baño con él, abrazarlo mucho, auparle siempre que lo pida y más, portearla, leerle cuentos abrazados, y cualquier cosa que se os ocurra.
Muchas madres me han contado los maravillosos efectos que tiene el contacto sobre sus hijos, aun cuando no empezaron de la mejor manera. ¿Qué experiencias tienes tú? Estaré encantada de escucharlas 🙂
Amaya Hansen – Maramayu
Foto: Lulù e la mamma via photopin (license)