por Tatiana Martin | 20,Oct, 2015 | Porteo
Una vez más vengo a contaros mi percepción de la maternidad y el porteo en Nueva Zelanda, al otro lado del mundo, donde me he mudado a vivir hace tres meses.
Desde el primer día me pregunté ¿por qué el porteo está aquí tan extendido?. Fue algo que me llamó la atención desde el minuto uno en el aeropuerto.
El porcentaje de «avistamientos» de portabebés con respecto a carritos es mucho mayor. Vayas donde vayas: parques de bolas, colegios, centros comerciales, en la calle… Incluso en muchas ocasiones parte de esos carritos llevan en sus cestas un portabebé.
Y he de decir que el porteo en general es un porteo ergonómico con mochila. Pero por más que he preguntado, nadie me sabe dar una respuesta concreta, aunque todos coinciden que puede ser porque aquí se disfruta mucho del entorno.
La actividad de ocio principal es la naturaleza, el camping, las excursiones y paseos por medio de bosques, tan maravillosos, que te entran dudas de si en algún momento saldrá un elfo, un hobbit o un hada de detrás de cualquier árbol.
Os voy a contar mis impresiones y conclusiones personales.
- Por un lado está claro que si una de las actividades principales son las relacionadas con la naturaleza, es imprescindible el porteo porque con un carrito sería imposible.
- Por otro lado, la orografía del país lo requiere ya que hay muchas cuestas muy empinadas, y la construcción de las casas, en casi todas partes incluida la ciudad, es sobre monte. De ahí que empujar un carrito sea agotador, pero ya ni te cuento el retenerlo en una cuesta abajo.
- El viento es otro factor importante a tener en cuenta. En Wellington, donde yo vivo, el viento es habitual y bastante fuerte, tanto que a veces podría levantar un carro del suelo. Además hace que la sensación térmica sea mucho más baja, por lo que el bebé va más protegido y calentito en brazos, pegado al adulto.
- Respecto a que el porteo sea con mochila ergonómica, no tengo claro si en general son conscientes de que están porteando con un portabebé que respeta la fisionomía del bebé, la postura correcta, espalda en forma de C, rodillas por encima del culete etc… o simplemente es un portabebé cómodo para el adulto (cosa que las «colgonas» no son) y tienen la suerte que son las más comercializadas aquí.
Independientemente de cual sea la razón por la que portean, está claro que también debe de influir que es un país por lo general muy respetuoso en todos los aspectos. El respeto, la colaboración y la ayuda a los demás se ve en las calles a diario.
Puedes encontrar desde venta de galletas a perritos calientes para recolectar fondos para cualquier tipo causa. Una de las colectas que más me ha sorprendido es para preparar tarteras de comida para madres recién paridas, de modo que no tengan que cocinar durante esas primeras semanas de su maternidad.
Respetan tanto a los bebes como a los niños. Esto se puede ver reflejado en la educación, por ejemplo, ya que no escolarizan hasta los 5 años y antes están, por lo general, con sus madres o acudiendo pocas horas y solo algunos días a las escuelas infantiles para que estén con otros niños y jueguen.
Creo que todo esto también es un factor determinante para explicar por qué aquí se lleva más en brazos al bebe o niño, y simplemente se sirven de portabebés para facilitarlo. No se plantean que se vaya a acostumbrar, simplemente son conscientes de las necesidades del bebé y procuran satisfacerlas.
Cuando yo he preguntado a distintas mamás: «¿es lo habitual coger al bebé en brazos?» me han mirado con cara extraña y me han contestado: «¿cómo no va a serlo?»
por Tatiana Martin | 9,Jul, 2015 | Porteo
Como ya os conté en mi post del mes pasado «Mis hijos necesitan a su padre, no necesitan terminar el curso», estaba a punto de marcharme a Nueva Zelanda a vivir. Tras una larga espera, y cuatro meses estando mi marido en el otro lado del mundo y yo en España con nuestros hijos, por fin llegó el momento y nos reencontramos en las antípodas.
Hoy os quiero contar como ha sido mi experiencia del viaje con dos niños, Adriana de cinco años y medio y Yago de tres y medio.
Decir que fue un viaje fácil sería mentir, porque Nueva Zelanda son las antípodas de España.
Vamos, que si haces un agujero en Madrid y excavas atravesando todo el mundo llegas hasta ahí, a Nueva Zelanda, tierra de hobbits. Fui consciente de lo lejos que viajaba cuando cogí una bola del mundo e intenté alejarme más de España a partir de Nueva Zelanda, y lo único que conseguía era acercarme.
Y, como es lógico, volar hasta allí es toda una odisea:
- Primer vuelo, Madrid-Dubai, siete horas.
- Segundo vuelo, Dubai-Bangkok, otras siete horas.
- Tercer vuelo, Bangkok-Sidney, ocho horas.
- Y, por último, Sidney-Wellington en tres horas.
En total treinta horas de viaje que, con los cambios horarios que se van produciendo según atraviesas el mundo, se convierten en dos días enteros de viaje.
Las escalas fueron de una hora y media la más larga y, teniendo en cuenta que desde que aterrizas hasta que sales del avión suelen pasar casi 15 minutos y que hay que embarcar unos 40 minutos antes, pues os podéis imaginar mis carreras por los aeropuertos.
En todos los aeropuertos te ofrecen un carrito nada más salir del avión para poder llevar a los niños pero, empujando un carro, arrastrando una trolley y llevando a una niña de la mano, nunca lo habría conseguido.
Mi gran salvación: MOCHILA EMEIBABY TODDLER y toda la colaboración del mundo por parte de mis hijos.
Desde un principio les expliqué la importancia de salir corriendo de un avión para poder coger el siguiente y actuaron en consecuencia. De cada uno de los aviones ya salía con Yago con el portabebé a la espalda, Adriana de una mano y de la otra una gran trolley de cabina con ropa de cambio, pinturas, cuentos, tablet y una bandolera por si en un momento dado tenía que llevar a los dos en brazos.
Yago, el pequeño, fue el más porteado, pero en el penúltimo vuelo Adriana no quiso dormir nada, así que en la última escala no podía con su alma y fue su turno. Antes de embarcar ya estaba dormida a mi espalda.
No puedo imaginarme como habría cambiado la historia si no hubiera tenido mis portabebés.
Primero la tensión de tener que tirar de dos niños, por la presión del poco tiempo en las escalas, estrés no solo para mí sino también para ellos, que se va acumulando vuelo tras vuelo y escala tras escala.
Es como cuando te empeñas que tus hijos coman lo que tú quieres y la cantidad que tú quieres y ellos se revelan.
Eso provoca que la hora de la cena sea un infierno y sea un momento que no quieres que llegue nunca pero que tiene que llegar sí o sí inevitablemente. Esta situación me hizo sufrir mucho en su momento, ya la superé hace tiempo pero aún recuerdo ese sentir tan horrible.
Creo que la sensación de “no quiero que aterrice nunca este avión por lo que me espera” habría sido muy similar a “no quiero que llegue nunca la hora de la cena”.
Por otro lado se me ponen los pelos de punta solo de pensar en la última escala con Adriana necesitando dormir y yo obligándole a ir andando o llevándole en brazos a pulso.
Así que, como decía al principio, no puedo decir que un viaje a las antípodas sola con dos niños sea fácil, pero realmente y en gran parte gracias a los portabebés, no es tan difícil. A mi no me ha dejado un mal sabor de boca, así que eso no será lo que frene mis visitas a España.
También me gustaría compartir que entre avión y avión, me ha dado tiempo a observar un poquito como se manejaban otras mamás.
Una mamá viajaba sola con dos mellizas de 3 años y un carrito gemelar y cuando le dijeron que tenía que dejar en la puerta de embarque su silla le cambió la cara, no se veía capaz de controlar a las dos niñas y llevar las bolsas a la vez. ¿Se habría evitado un disgusto con un portabebé? ¡Por supuesto que sí!
Me crucé también con muchas mochilas. Con la grata sorpresa que casi todas eran ergonómicas, aunque el porteo no fuera del todo correcto.
Vi muchas con reductores y recién nacidos, que personalmente no recomiendo porque considero que es un apaño, porque la mochila en sí no está preparada ni diseñada para el porteo de un bebé tan pequeño. También vi alguna exageradamente baja y poco ajustada.
Al facturar en Madrid en la cola vi una chica con un bebé en una «colgona» cara al mundo. Ella, muy contenta, aunque totalmente en diagonal hacia atrás recayendo todo el peso sobre sus riñones. Cuando embarcamos ya llevaba a su bebé en brazos sin mochila, en una postura posiblemente más cómoda que la inicial. No pude evitar que en mi cara se dibujara una pequeña mueca en forma de sonrisa maligna mientras que mi cabeza pensaba “normal, así no podía aguantar demasiado”.
Independientemente de si los portabebés que vi eran o no los más adecuados me quedó claro que es una opción bastante generalizada a la hora de viajar con niños.
¿A vosotros os han ayudado tanto como a mi en algún viaje?
por admin | 16,Abr, 2015 | Porteo
Imagináos la escena: la oficina de un banco, de repente entran tres mujeres con sus bebés a cuestas. Tengo la sensación de reescribir el guión de El bueno, el feo y el malo en versión moderna para la madresfera, jajaja. En serio, nosotras no íbamos a atracar aquel banco, lo más que hubiéramos podido hacer era disparar chorros de leche por la teta.
No hace falta que diga que más de una mirada era de sorpresa e incluso asombro. Muchas madres hemos recibido esas miradas pero claro, hacerlo en «manada» y en una situación tan seria como es pedir un crédito a un banco, es de lo más curioso.
¿Por qué os cuento eso? Porque os quiero contar mi experiencia de lo que es montar un negocio teniendo un bebé y como la viví a través del porteo.
Junto con Ana, mi socia, abrimos un espacio de crianza. Hace ya unos 3 meses pero el proyecto empezó mucho antes. Unos 10 meses de trabajo que se hicieron muy intensos, sobre todo al final.
Cuando me embarqué en esta aventura loca, Ilan, mi tercer hijo, tenía 2 meses (es el tercero pero sólo tengo que cuidar a dos ya que uno falleció, aquí lo cuento si te apetece leerlo). El hijo de mi socia tenía 10 meses y el de otra amiga que recorrió estos primeros meses del proyecto con nosotras tenía 4 meses. Las tres porteamos. A veces íbamos con el mismo modelo de mochila, ¡como si fuéramos del mismo club!
En un caso así el portabebés ya no es sólo una ayuda para hacer tu vida más fácil y/o agradable: es una herramienta de trabajo imprescindible, tanto o más que el móvil o el ordenador. Para mí el porteo siempre ha sido necesario porque vivo en un primero sin ascensor. Por muy poco que haga, para cosas tan básicas como la compra o atender a mi hija mayor, o me crecen varios brazos como a un pulpo o necesito un portabebés. Como en el primer caso iba a necesitar cambiar toda la ropa de mi armario, ¡la opción del portabebés me sale mucho más económica!
Los primeros meses fueron tormenta de ideas, estudiar el sector, perfilar el proyecto, buscar local y financiación, etc. Quedábamos en casa de una, de otra y muchas veces en algún bar. ¡Qué bien nos hubiera venido un lugar como Ohana! Un lugar donde cambiar al bebé sin buscarte la vida o dejar gatear tranquilamente al más grande de los peques sin miedos ni carreras desenfrenadas. Pero bueno, no existía y por eso había que crearlo.
Luego vino lo realmente chungo: la OBRA. Si pudiera ambientar el post con música, ¡os pondría la de psicosis!
Como íbamos cortitas de dinero no pudimos delegar todo y tuvimos que encargarnos personalmente de gran parte del trabajo. Desde ir a comprar todo el material hasta perseguir por todo el edificio la linea de fibra óptica y encontrar por dónde entraba al local.
Un aviso importante: no se puede entrar en la plataforma de la construcción con niños, aunque sean bebés y vayan en el portabebés (#PorteoSeguro). Nunca subestimes la información tan útil que podamos darte en este blog, jajaja.
Al principio iba alternando fular, sobre todo en casa, con nudos que no fueran hiperpresivos. Y fuera de casa, usaba bastante la bandolera y la mochila (una que proporciona ajuste punto por punto para sostener bien la espalda del bebé). Necesitaba formas de porteo que se pudieran poner y quitar rápidamente ya que lo hacía muchas veces al día. En una mañana como mínimo eran 5 veces para salir de casa, dejar a la mayor en la escuela, para ir al banco, ayuntamiento, tienda o donde fuera, para ir a recoger a la niña y para volver a casa) . A veces eran muchas más veces, según los recados que tuviera que hacer y el trabajo por la tarde.
También reconozco que cuando estaba dormido en el coche lo ponía directamente con la maxi-cosi en el carro para no despertarle con tanto ajetreo al pobre. Ya ves, para gran sorpresa de algunos, ¡SÍ, tengo un carro y lo utilizo! Lo uno no impide lo otro. ¡Ni talibana de la teta ni integrista del trapo! Todo vale en esta vida, o mejor dicho, lo que vale es lo que te funciona (y si respeta las necesidades del bebé ya es la repera).
Al final usaba casi siempre la mochila por las razones que mencioné antes, porque mi hijo ya pesaba mucho y porque necesitaba poder pasarlo de delante atrás o viceversa rápidamente, para tener las manos libres para trasladar cosas o trabajar y para poder darle el pecho sin tener que sentarme a hacerlo.
Para entonces Ilan ya tenía 9 meses y como la mayoría de niños de su edad necesitaba estar en el suelo, pues iniciaba la etapa de gateo, tan importante para el desarrollo. Sin embargo, algunos días ni tocaba el suelo: o iba en el portabebés o estaba en el coche. El local estaba en obras y bastante impracticable para un bebé. Me sentía culpable de no poder darle un ambiente adecuado para su desarrollo, pero como muchas de vosotras, tenía que trabajar y al menos estaba conmigo.
Tras meses de trabajo duro lo conseguimos: ¡Inauguramos!
Fue un gran día, con el estrés de los últimos detalles y el alivio de ver que todo salió bien. A partir de ahí empezaba mi verdadero trabajo: atender la tienda, la cafetería e impartir talleres. Iba a ser más fácil… o eso creía.
La definición de conciliar es:
Hacer que dos ideas, opiniones, circunstancias, etc. opuestas o diferentes se unan y hagan compatibles.
La conciliación familiar sería poder compatibilizar el trabajo con la vida familiar. Una piensa que si monta su propio negocio va a ser más fácil pero no lo es tanto. Compatibilizar no quiere decir optimizar. Como me dijo una madre emprendedora un día, al final ni trabajas al 100% ni atiendes a tus hijos al 100%.
Dicho esto, no cambiaría lo que hago por nada del mundo. Estaría más cómoda haciendo mi trabajo sin mi hijo (o mis hijos) claro está. Un día, sirviendo mesas con el peque enganchado a la teta en la mochila, mi campo de visión estaba bastante mermado y casi piso a una bebé gateando en el suelo. Menos mal que tengo unos reflejos felinos y no pasó nada. Pero este proyecto lo montamos para nuestr@s hij@s y los de nuestr@s clientes y sin ellos ya no tendría sentido.
A veces, cuando tengo al peque dormido en el portabebés, y tengo que enseñar cómo se pone otro, lo tengo que hacer ¡por encima del que ya tengo! Porteo a doble capa, jajaja, ¡si eso no da soporte a sus 11kg apaga y vámonos! Pero nos vamos apañando. Lo bueno es que nuestr@s clientes también son padres y madres y son muy comprensivos: GRACIAS.
Así es mi día a día de madre emprendedora y porteadora. ¡Ah y lactante también!, no lo olvidemos, que sacar la teta ante notario también tuvo su punto ;-).