-«Su bebé tiene displasia de cadera, debe llevarla al traumatólogo, aquí tiene una recomendación, no se preocupe todo está bien, nos vemos al siguiente control». Salía de la consulta del pediatra llena de pena y miles de preguntas, ¿qué pasará ahora?, ¿qué debo hacer?, ¿qué le pasa a mi hija?, ¿qué hice mal? Lo recuerdo claramente, me sentía muy mal, sentía que todo era culpa mía.
Llegué a casa y llamé a mi pareja y a mis padres, recuerdo que lloré en todas las llamadas, de verdad no tenía idea de que se trataba, y aún menos sabía que yo también había tenido displasia de cadera cuando era un bebé.
Y desde ese punto comenzó mi búsqueda insaciable por internet.
Poco a poco mi búsqueda me llevó a miles de respuestas y artefactos varios para tratar la displasia, uno de ellos era mi amado fular, un nuevo beneficio para mi amado porteo, sería nuestro gran aliado en esta nueva aventura juntas. Fue un descubrimiento maravilloso, porque porteabamos desde sus 10 días de nacida, no de la mejor forma, pero esto sería una invitación para seguir probando y practicando nuevas formas de portear.
Llegó la hora del traumatólogo y partimos en nuestro fular, el doctor nos miró bien raro al vernos con una tela envueltas, pero no dijo absolutamente nada. Revisó a mi pequeña y miro los rayos, nos explicó detalladamente de que se trataba y el tratamiento que íbamos a seguir. Si todo iba bien, seguíamos sus indicaciones, a los 5 – 6 meses ya no seguiría usando las correas de pavlik. Ya en la segunda consulta mi pequeña comenzó con su tratamiento.
Era extraño verla así, movía muchos sus piernas jugando con ellas, su cara seguía siendo de felicidad.
A pesar de todos los miedos que sentía, mi pequeña se estaba adaptando mucho mejor que yo a esta nueva aventura.
Pasamos por muchas cosas durante su tratamiento, me agobiaba en ocasiones, pensando que ella se sintiera muy limitada en sus movimientos, y la verdad es que nunca se quejaba, además que el movimiento se lo entregaba en mayor parte yo, porque la porteaba casi todo el día.
Recuerdo que una de las recomendaciones del traumatólogo, fue cargarla a la cadera y fue cuando comencé a practicar nudos en mi fular a la cadera y me hice mi primera bandolera. Cabe mencionar que el porteo a la cadera es la alternativa más recomendada en casos de displasia aquí la información.
Esta aventura sin duda, me acercó mucho más al porteo a descubrir nuevos nudos, más información y nuevos portabebés , también fue un empujón más para mi emprendimiento, con la información que iba recopilando podía dar a conocer con más propiedad los beneficios del porteo en cuanto a la displasia de caderas. Y entre las madres con quien conversaba sobre porteo y displasia conocí a una gran amiga y mi hija igual a su mejor amiga.
Esta gran aventura ya casi 5 años, recuerdo con ternura los primeros meses, fueron de cultivar mucho mi paciencia, sobre todo por tener que sacar y colocar en cada muda las correas, los sentimientos de culpa que no nos abandonan fácilmente en este camino de maternidad, también como iba con mucha ilusión a cada consulta médica esperando que me dijera por fin ya se las puedes sacar, pasamos alrededor de 5 meses con el tratamiento, pasamos de usarlas día y noche a sólo la noche, hasta que finalmente ya no las utilizamos más.
Esta experiencia sin duda nos entregó grandes momentos y sobre todo contacto mucho contacto, no estaba cómoda en la cama o en una sillita, aún no se sentaba, así que el lugar más cómodo para ambas siempre fue en brazos, fueron meses de mucha observación, de mucho contacto, de comunicación , la mayor parte del tiempo estaba sobre mí, en mis caderas, con y sin portabebés, con y sin teta.
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