por Nahia | 27,May, 2015 | Maternidad
Mamá no te escondas… Sé que hoy no hemos podido dormir como querías, ni ayer, ni el mes pasado… Sé que en cuanto me pongas en el fular y des dos pasitos, me quedaré dormidita feliz y tu seguirás haciendo mil y una cosas mientras yo babeo sobre tu pecho…
Sé que cuando me esté despertando me darás el pecho con una sonrisita y nos perderemos en miradas que sólo puedo compartir contigo. Me harás cosquillas y carantoñas, tal vez hoy también sea día de masaje y tendré un extra de mimos.
Sé que a veces, aunque no me lo digas, necesitas estar sola un rato… no te escondas, lo entiendo. Sé que me quieres, mucho muchísimo y yo a ti también. Sé que te gustaría ir a la peluquería sin estar pendiente de mí, depilarte, arreglarte un poco más para salir a la calle… y muchas veces, no te dejo tiempo.
Sé que cuando me voy con papá, los abuelos o la tía a pasear, no siempre aprovechas para descansar. No te escondas mamá. A mí no me importa si en la cocina hay una pila de cazuelas por limpiar, si los cristales están llenos de mis manotazos y lengüetazos, si la ropa no está planchada… Prefiero verte sonreir.
No te escondas si necesitas llorar. No te escondas si necesitas que nos separemos unos ratitos. Sé que en cuanto te sientas mejor me volverás a mirar como solo tú sabes…
Sé que a veces vas al baño solo para respirar, que cuando puedes alargas la ducha un poco para estar sola y que aunque te caigas de sueño, cuando me duermo, muchas veces aprovechas para ver un poco la televisión. No te escondas.
Hay días en los que no sé qué me pasa, me siento incómoda, cansada, dolorida… y solo pido estar cerca de ti. En ocasiones incluso me enfado si me coge papá… Sé que el me quiere mucho y que quiere estar conmigo… pero esos días solo te necesito a ti. Sé que esos días son horribles para ti, que en cuanto puedes rompes a llorar sin saber por qué, incluso te llegas a marear de lo cansada que estás, que te duele la cabeza… No te escondas mamá.
No te culpes, lo que el espejo te devuelve esos días no es lo que yo siento… Tu ves ojeras, un bigote y unas cejas sin arreglar, canas que empiezan a asomar, arrugas que antes no tenías… Y yo sólo veo amor. Amor incondicional. Amor puro. Amor que siempre llevaré conmigo.
Sé que hoy estás agotada, llevo todo el día al pecho, lloro si te alejas… no te escondas en el baño. Puedes decirme lo que sientes, puedes llorar conmigo, llorar nos hace libres mamá. Es lo que me dirás dentro de pocos años, yo lo sé, solo hace falta que tú lo recuerdes.
Sé que hoy te tocará trabajar conmigo en brazos, y aún así, lo harás con una sonrisa por poder hacerlo.
No te escondas. Tú también sabes que esos días, esos días en los que te sientes mala madre, estás siendo la mejor madre del mundo, como el resto de días. No te escondas y pide ayuda si la necesitas, pídela porque si se pide, se obtiene. Al menos, eso he aprendido yo de ti, cada vez que te necesito ahí estas, sea con la mejor de las caras o con ojeras… ahí estás.
Mamá gracias por estar hoy a mi lado, por estar siempre ahí, pronto, muy pronto, no te necesitaré tanto y nos echaremos de menos, ese día también, sé que estarás ahí. Te quiero mamá, no lo olvides.
por admin | 16,Abr, 2015 | Porteo
Imagináos la escena: la oficina de un banco, de repente entran tres mujeres con sus bebés a cuestas. Tengo la sensación de reescribir el guión de El bueno, el feo y el malo en versión moderna para la madresfera, jajaja. En serio, nosotras no íbamos a atracar aquel banco, lo más que hubiéramos podido hacer era disparar chorros de leche por la teta.
No hace falta que diga que más de una mirada era de sorpresa e incluso asombro. Muchas madres hemos recibido esas miradas pero claro, hacerlo en «manada» y en una situación tan seria como es pedir un crédito a un banco, es de lo más curioso.
¿Por qué os cuento eso? Porque os quiero contar mi experiencia de lo que es montar un negocio teniendo un bebé y como la viví a través del porteo.
Junto con Ana, mi socia, abrimos un espacio de crianza. Hace ya unos 3 meses pero el proyecto empezó mucho antes. Unos 10 meses de trabajo que se hicieron muy intensos, sobre todo al final.
Cuando me embarqué en esta aventura loca, Ilan, mi tercer hijo, tenía 2 meses (es el tercero pero sólo tengo que cuidar a dos ya que uno falleció, aquí lo cuento si te apetece leerlo). El hijo de mi socia tenía 10 meses y el de otra amiga que recorrió estos primeros meses del proyecto con nosotras tenía 4 meses. Las tres porteamos. A veces íbamos con el mismo modelo de mochila, ¡como si fuéramos del mismo club!
En un caso así el portabebés ya no es sólo una ayuda para hacer tu vida más fácil y/o agradable: es una herramienta de trabajo imprescindible, tanto o más que el móvil o el ordenador. Para mí el porteo siempre ha sido necesario porque vivo en un primero sin ascensor. Por muy poco que haga, para cosas tan básicas como la compra o atender a mi hija mayor, o me crecen varios brazos como a un pulpo o necesito un portabebés. Como en el primer caso iba a necesitar cambiar toda la ropa de mi armario, ¡la opción del portabebés me sale mucho más económica!
Los primeros meses fueron tormenta de ideas, estudiar el sector, perfilar el proyecto, buscar local y financiación, etc. Quedábamos en casa de una, de otra y muchas veces en algún bar. ¡Qué bien nos hubiera venido un lugar como Ohana! Un lugar donde cambiar al bebé sin buscarte la vida o dejar gatear tranquilamente al más grande de los peques sin miedos ni carreras desenfrenadas. Pero bueno, no existía y por eso había que crearlo.
Luego vino lo realmente chungo: la OBRA. Si pudiera ambientar el post con música, ¡os pondría la de psicosis!
Como íbamos cortitas de dinero no pudimos delegar todo y tuvimos que encargarnos personalmente de gran parte del trabajo. Desde ir a comprar todo el material hasta perseguir por todo el edificio la linea de fibra óptica y encontrar por dónde entraba al local.
Un aviso importante: no se puede entrar en la plataforma de la construcción con niños, aunque sean bebés y vayan en el portabebés (#PorteoSeguro). Nunca subestimes la información tan útil que podamos darte en este blog, jajaja.
Al principio iba alternando fular, sobre todo en casa, con nudos que no fueran hiperpresivos. Y fuera de casa, usaba bastante la bandolera y la mochila (una que proporciona ajuste punto por punto para sostener bien la espalda del bebé). Necesitaba formas de porteo que se pudieran poner y quitar rápidamente ya que lo hacía muchas veces al día. En una mañana como mínimo eran 5 veces para salir de casa, dejar a la mayor en la escuela, para ir al banco, ayuntamiento, tienda o donde fuera, para ir a recoger a la niña y para volver a casa) . A veces eran muchas más veces, según los recados que tuviera que hacer y el trabajo por la tarde.
También reconozco que cuando estaba dormido en el coche lo ponía directamente con la maxi-cosi en el carro para no despertarle con tanto ajetreo al pobre. Ya ves, para gran sorpresa de algunos, ¡SÍ, tengo un carro y lo utilizo! Lo uno no impide lo otro. ¡Ni talibana de la teta ni integrista del trapo! Todo vale en esta vida, o mejor dicho, lo que vale es lo que te funciona (y si respeta las necesidades del bebé ya es la repera).
Al final usaba casi siempre la mochila por las razones que mencioné antes, porque mi hijo ya pesaba mucho y porque necesitaba poder pasarlo de delante atrás o viceversa rápidamente, para tener las manos libres para trasladar cosas o trabajar y para poder darle el pecho sin tener que sentarme a hacerlo.
Para entonces Ilan ya tenía 9 meses y como la mayoría de niños de su edad necesitaba estar en el suelo, pues iniciaba la etapa de gateo, tan importante para el desarrollo. Sin embargo, algunos días ni tocaba el suelo: o iba en el portabebés o estaba en el coche. El local estaba en obras y bastante impracticable para un bebé. Me sentía culpable de no poder darle un ambiente adecuado para su desarrollo, pero como muchas de vosotras, tenía que trabajar y al menos estaba conmigo.
Tras meses de trabajo duro lo conseguimos: ¡Inauguramos!
Fue un gran día, con el estrés de los últimos detalles y el alivio de ver que todo salió bien. A partir de ahí empezaba mi verdadero trabajo: atender la tienda, la cafetería e impartir talleres. Iba a ser más fácil… o eso creía.
La definición de conciliar es:
Hacer que dos ideas, opiniones, circunstancias, etc. opuestas o diferentes se unan y hagan compatibles.
La conciliación familiar sería poder compatibilizar el trabajo con la vida familiar. Una piensa que si monta su propio negocio va a ser más fácil pero no lo es tanto. Compatibilizar no quiere decir optimizar. Como me dijo una madre emprendedora un día, al final ni trabajas al 100% ni atiendes a tus hijos al 100%.
Dicho esto, no cambiaría lo que hago por nada del mundo. Estaría más cómoda haciendo mi trabajo sin mi hijo (o mis hijos) claro está. Un día, sirviendo mesas con el peque enganchado a la teta en la mochila, mi campo de visión estaba bastante mermado y casi piso a una bebé gateando en el suelo. Menos mal que tengo unos reflejos felinos y no pasó nada. Pero este proyecto lo montamos para nuestr@s hij@s y los de nuestr@s clientes y sin ellos ya no tendría sentido.
A veces, cuando tengo al peque dormido en el portabebés, y tengo que enseñar cómo se pone otro, lo tengo que hacer ¡por encima del que ya tengo! Porteo a doble capa, jajaja, ¡si eso no da soporte a sus 11kg apaga y vámonos! Pero nos vamos apañando. Lo bueno es que nuestr@s clientes también son padres y madres y son muy comprensivos: GRACIAS.
Así es mi día a día de madre emprendedora y porteadora. ¡Ah y lactante también!, no lo olvidemos, que sacar la teta ante notario también tuvo su punto ;-).