Escúchame, Réspetame

Escúchame, Réspetame

 Escuchar y Respetar

Hablamos, hablamos, hablamos… pero ¿escuchamos de verdad?

Preguntas, preguntas y más preguntas… pero ¿de verdad queremos oír la respuesta o sólo preguntamos para poder dar luego nuestra opinión o para obtener un beneficio propio?

 

Últimamente las circunstancias me han obligado a abrir un poco más los oídos que de costumbre. No quiere decir que antes no escuchara, sino que me he parado a analizar un poco más la forma de escuchar que tenía.

Todo eso me ha llevado a reflexionar sobre la forma que tenemos de dirigirnos a los niños y la forma que tenemos de escucharles.

Siempre he intentado que mi hija se comunique conmigo. Cuando la he visto triste o apagada la he preguntado: “¿Estás triste? ¿Por qué? ¿Es porque… bla bla bla?” Exponiéndole yo el por qué creo que esta triste. Así pensaba que estaba ayudándola a identificar los sentimientos y pensaba que se sentiría comprendida.

 

Me he dado cuenta que muchas veces damos por sentado que se sienten de una forma determinada, que les pasa lo que nosotros creemos que les pasa, pero realmente no les dejamos expresarse o no les escuchamos correctamente.

 

Mi hija Adriana, de casi 6 años, está experimentando muchos cambios de golpe. Nos hemos ido a vivir lejos de la familia y de los amigos. Cambio total de país, entorno y de idioma. Para una niña sociable y muy expresiva, empezar en un colegio nuevo sin conocer el idioma y en un país en el que hasta el lenguaje corporal es distinto, está claro que cuanto menos implica una adaptación nada fácil.

Todo esto ha afectado en su comportamiento y yo creo saber cómo se siente. Pero:

 

 

¿se lo he preguntado o he dado por hecho que se siente de una manera determinada?

 

A pesar de querer ayudarla a identificar los sentimientos muchas veces les asignamos el sentimiento que nosotros creemos.

 

¡ERROR!

 

Cuando me he percatado del error que estaba cometiendo con ella he decidido hacer un juego:

LA RULETA DE LOS SENTIMIENTOS.

 

Hemos pintado un círculo y lo hemos dividido por quesitos, como en el Trivial. Juntas hemos ido haciendo una lista de sentimientos, positivos y negativos, y coloreando cada quesito de un color con tres intensidades distintas. En el vértice clarito, en el medio un poco más oscuro y la parte exterior más oscuro. Ella ha asignado a cada sentimiento un color y lo hemos coloreado juntas. Cuanto más intenso es el color mas intenso es el sentimiento.

 

 Escucha  Respeta, ruleta de sentimientos

 

De esta forma ya no la pregunto si está contenta o si está triste, sino que la pregunto con la ruleta delante:

“¿Cómo estás?”

 

Cuando se le ocurre un sentimiento distinto vamos poniéndolo en otro círculo para ir completándolo. Yo intervengo cuando me dice que no es ninguno de los sentimientos que tenemos escritos y entonces juntas buscamos el que se corresponde.

¿Os habéis percatado en alguna ocasión la conversación telefónica que puedan mantener un niño y un adulto? Al niño le suele gustar hacer muecas, dice “mira” como si a través del auricular se pudiera ver, y pregunta «¿dónde estás? ¿qué haces?». Pero el adulto suele empeñarse en no escuchar y preguntar él. Un bombardeo de preguntas sin escuchar lo que realmente quiere decir el niño.

 

A los niños también les gusta preguntar y que les contesten, que les cuenten a ellos. No solemos darles tiempo, preguntar y esperar a que contesten, interesándonos de verdad en ellos.

Cuando preguntamos a un niño: “¿Qué tal?” normalmente ya sabemos la respuesta y simplemente lo hacemos porque es muy gracioso ver como interactúa un niño. Si de verdad queremos saber cómo está un niño le preguntamos a la madre, como si lo que dijera el pequeño no tuviera tanto valor.

Sin embargo dale el teléfono a dos niños y son capaces de jugar, de divertirse, y de repente se cuentan sus cosas, lo que han hecho y donde han ido. Tranquilamente. Justo lo que esperamos escuchar los adultos cuando estamos al otro lado de la línea.

Pido disculpas a tantos niños con los que yo he actuado así. Es lo habitual, lo normal, pero no lo más respetuoso.

 

A todos nos encanta escuchar a un niño contarnos lo que sea, pero ese «lo que sea» para el niño no es cualquier cosa. Son aquellas cosas que para él son importantes: sus vivencias, sus experiencias, sus sentimientos…

Imaginaos que os preguntan qué tal en el trabajo y, cuando empiezas a contar, te das cuenta que da igual lo que digas, que en el fondo no les interesa lo que cuentas sino que sólo les parece entrañable o gracioso tu forma de contar las cosas.

¿Cómo te sentirías?

El contacto ayuda a los niños a sentirse seguros ante las situaciones de estres

El contacto ayuda a los niños a sentirse seguros ante las situaciones de estres

Los seres humanos en general y los bebés en particular necesitamos algo más que alimentación, hidratación, higiene y sueño para subsistir, crecer y desarrollarnos de forma plena. Necesitamos además, y en la misma escala de prioridades, contacto, cercanía y seguridad: seguridad física, seguridad emocional, y seguridad psíquica.

Sentirnos en contacto y seguros nos ayuda a marcar referencias dentro del ambiente donde vivimos, donde desarrollamos nuestro día a día y que configura nuestra línea vital, e imparable, de desarrollo.

Observando las conductas de las personas en general ,y de nuevo ,las conductas con y hacia los niños en particular, he llegado a constatar que el adultocentrismo que nos rodea nos evita detectar y validar aquello que sienten los pequeños frente a una situación que reconocen como probablemente insegura y donde necesitando contacto para recuperar esa sensación, se les niega, bien sea de forma sistemática o puntual.

Creo que estarás de acuerdo conmigo en que partimos de la base de que la seguridad, los pequeños la construyen a través de sus interacciones con nosotros: adultos de referencia para ellos. Que las referencias de ¿qué es realmente peligroso? o ¿qué es habitual? la toman de nosotros: los adultos.

No es la primera vez que me llama poderosamente la atención, la tendencia que tenemos o tienen los adultos hacia la minimización de “riesgos” dentro de situaciones perturbadoras. Con esto quiero decir que algo que para nosotros es habitual, sabemos que no es peligroso, tendemos a pretender que también lo sea para ellos sin darnos cuenta de que en muchas ocasiones ellos están empezando a construir su seguridad y muchas veces quitamos importancia a lo que sienten, a sus sensaciones primigenias, y esto no ayuda.

Este verano, se nos dió ese tipo de situación, y nos vimos completamente inmersos en esas sensaciones, percepciones y sentimientos. Acudimos a un espectáculo nocturno, las noches mágicas del botánico, y nos pareció muy buena idea ya que hemos ido antes de tener hijos, y como adultos nos gusto el montaje.

La propuesta era un paseo de noche por el Bosque Atlántico donde van apareciendo Los personajes apenas iluminados por velas, la música, y las historias mitológicas que plantean. El espectáculo en si mismo, es altamente recomendable y muy entretenido para una noche de verano. Pero cuando fuimos hace años, sin nuestra hija, la experiencia fue bien distinta.

Asesoras Continuum

Esta vez hemos ido con nuestra pequeña de cinco años. El espectáculo ha variado un poco: antaño los personajes no interaccionaban contigo, se limitaban a actuar de fondo y de lejos. Ya entonces impresionaba, pero menos: Ahora impresiona más, por los tres personajes, hilos conductores del espectáculo, y sobre todo dos de ellos, que representan Trasnus traviesos que saltan y se ríen a carcajadas desde la oscuridad. Con una caracterización muy lograda, saliendo desde la oscuridad corriendo y colgándose de arboles y barandillas y saltando en medio del camino cuando menos te los esperas: ¡asusta!. Luego continúas el recorrido acompañado de Nuberus, Llavanderas, Xanas, Busgosus, Trasgos, Diaños Burlones, La Güestia… Historia de los tiempos antiguos a través de la mitología Asturiana.

Asesoras Continuum por Esmeralda Siriñadas

A mí como adulto que más o menos sabía de lo que iba el asunto: me asustó. A nuestra pequeña, y los pequeños cercanos, no llego a alcanzar  siquiera a explicar cómo les asustó. Nosotros habíamos hablado con Sira, le habíamos explicado cómo era más o menos el espectáculo y habíamos comentado que había personajes, qué era la mitología, qué podíamos esperar. Y su primer grito de terror cuando vio un duendecillo verde subirse a una tapia de un salto y gritar como a medio metro de nosotras aún lo estoy escuchando.

Estaba sobre los hombros de su padre para ver mejor y saltó igual que una ranita, hacia mí, hacia la mochila que tenía colgando en mi cadera. Si no llegamos a llevar la mochila no hubiese llegado a disfrutar del espectáculo como al final hizo. No conozco si la actividad plantea la posibilidad de ser realizada en carrito o silla, pero mi percepción es que no debe ser fácil de caminar en semipenumbra, por caminitos estrechos, subiendo y bajando en un suelo de tierra, y con mucha gente alrededor. No es la situación más adecuada para el uso de sillas, por lo tanto, el porteo se hace necesario si queremos hacerlo con niños, por una cuestión de comodidad, pero este sería otro tema.

Mi hija iba recogida como un ovillo, viendo y mirando: observando todo por una rendija. Hasta que se fue confiando poco a poco, dándose cuenta de que era seguro: que nosotros le hablábamos, que estábamos con ella, que reconocíamos y validábamos su miedo y su susto. No quiso bajarse en ningún momento, pero llegó a saludar a uno de los Trasnus, se rió con el, y le llamo traviesillo. Pudo disfrutar del espectáculo y ha pedido volver, sin mochila, porque ahora: ¡ya no le asusta!.

La reacción ante el mismo inicio de espectáculo alrededor nuestro fue bastante impactante para mí. No había muchos niños, y los poquitos que había, 6 ó 7, eran más o menos de la edad de mi hija, año arriba, año abajo, con lo que conlleva un añito en estas edades tan tempranas.

La reacción generalizada fue un compendio de negaciones, aderezadas con gestos y risas, risas hacia las reacciones de los niños, ninguneando sus sensaciones y sentimientos:

  • «No es para tanto»
  • «No seas tonto: que está disfrazado»
  • «No llores que es de broma»
  • «¡Venga! que ya eres mayor, no te puede asustar»
  • «¿Ves que yo me asuste? pues ¡eah! camina».
  • «Pues si lloras así, no te llevo más a ningún sitio!»

Nos cuesta darnos cuenta que no son adultos en pequeño, son niñas y niños, y están dando sus primeros pasos en este mundo nuestro, en esta sociedad nuestra, y esos pasos serán más sólidos y firmes, cuanto más arropados, reconocidos y validados se sientan los pequeños en esta etapa de la vida.

 

¡Ponle nombre a sus sentimientos!: Son Suyos

Valídalos y dales sentido: reconocer sus sensaciones es crucial para que se sientan seguros

y esa seguridad se alcanza desde el contacto, la cercanía y el apoyo.

 

Salimos del espectáculo, con la peque aún en la mochila, riendo y contándonos todo lo que había visto y saludando a los Trasnus desde la distancia. Nosotros  tomados de la mano, contentos de constatar una vez más, todo lo que el porteo, en ese caso en forma de nido seguro y cerca nuestro nos aporta. Se nos acercó una mamá que nos dijo: «Qué envidia me habéis dado todo el rato», solo pude sonreirle.

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