Asesoras Continuum en Radio DescubriéndoMe

Asesoras Continuum en Radio DescubriéndoMe

Esta semana desde el programa Gente de Hoy de DescubriéndoMe Radio , Myriam Ponte y Patty Galván  entrevistaron a Nohemí Hervada, directora de nuestra formación para hablar sobre qué es una Asesora Continuum y quién puede optar a esta formación. Se habló además sobre lactancia, porteo y mucho más.
Aquí te dejamos el podcast para que lo disfrutes:

 

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Escucha el Podcast de la entrevista a Nohemí Hervada y COMPARTE

 

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Formación Porteo Continuum

La carga de las madres

La carga de las madres

 

Las mujeres de por si tenemos la costumbre, normalmente, de cargar con toda o casi toda la responsabilidad. El trabajo, la casa, los hijos… No es que nuestra pareja (si la hay) no colabore, es que el grado de responsabilidad no suele ser la misma.

 

 

Desde niñas nos han enseñado, ya sea de una forma más o menos sutil, a no molestar, a no pedir, a que no somos dueñas de nuestro cuerpo, a estar para el otro, a agradar.

 

La sociedad se encarga también de transmitirnos que tenemos que poder con todo para ser supermujeres, supermamás, superexitosastrabajadoras, supereducadas.

 

Tenemos que demostrar que valemos, que podemos con todo.

 

Y la culpa. Ay la culpa. Nuestra eterna acompañante.

 

Si no llegamos a todo es culpa nuestra. Si al otro le molestan nuestras palabras o nuestras quejas es culpa nuestra. Si nuestro parto o lactancia no es el que deseamos es culpa nuestra porque no sabemos y nuestro cuerpo no funciona. Si nos agobiamos es culpa nuestra, porque no somos capaces de poder con todo.

 

Pero es que no tenemos ni debemos que poder con todo. Si vivimos en pareja la responsabilidad debería ser compartida. Pero por desgracias no nos han educado igual.

 

mujer multitarea

 

Por otro lado vivimos aislados unos de otros. Estamos solos. Y nos sentimos solas. Cuantas madres se ven solas y superadas en la crianza de sus hijos.

 

La maternidad debería ser compartida y vivida con alegría, en comunidad, en tribu.

 

Estoy cansada de la pregunta de ¿y no trabajas?, cuando nos quedamos en casa al cuidado de nuestro hijos. Como si el cuidado de una persona fuese cualquier cosa. Como si estar en casa cuidando de nuestros hijos implicase no hacer nada.

 

El cuidado de una persona en pleno desarrollo es el trabajo que mayores conocimientos, responsabilidad, cualidades y tiempo requiere.

 

Claro, no estoy hablando de dejar a nuestros hijos en su cunita llorando hasta que aprendan a consolarse solos (cosa que no es tal y que además tiene sus consecuencia). Ni tampoco hablo de dejarles enchufados a la tele constantemente. Hablo de presencia para con nuestros hijos.

 

Mis hijas no me molestan, me molesta quien se cree con derecho a decirme que estarían mejor en una guardería, que qué bien vivo (dando por hecho que no hago nada), o que me estoy centrando demasiado en mi maternidad.

 

Señores, mis hijas no van a volver a ser niñas. Si no disfruto ahora de ellas y su crianza, ¿cuándo lo haré? Cada etapa tiene su tiempo. Y con mi vida hago lo que me place.

 

 

Por otro lado, si mi pareja es quien trabaja fuera, y yo quien se queda en casa cuidando de mis hijas, esto no es sinónimo de encargarme yo de todo lo concerniente de la casa. Ambos estamos desempeñando un trabajo, aunque el mío no sea remunerado.

 

Si resulta que además de cuidar a mis hijas llevo un emprendimiento, me cuesta aún más entender esos comentarios de desdén ante quienes decidimos hacer las cosas de otra manera.

 

 

Pensando en detallar todo lo que hago como madre seguro que habrá quien me tache de intrusismo. Soy cuidadora, proveedora de alimento, enfermera, asesora, psicóloga, payasa, cuentacuentos, monitora de ocio y tiempo libre, cocinera, limpiadora, profesora, chofer… Seguro que se te ocurren muchas más cosas.

 

Pero además de todo esto, y de mi trabajo, está para mí lo más cansado y que a veces más nos agota. Porque no sólo estamos agotadas físicamente, sino también mentalmente.

 

Todo lo que tiene que ver con la gestión y organización depende casi siempre de nosotras. Menús, citas, compras, colegio, llamadas, pediatra… Eso sin contar con la gestión y organización si eres emprendedora.

 

Descarguemos nuestra carga.

Porque no siempre todo es responsabilidad nuestra.

Porque tenemos que aprender a delegar.

Porque la crianza y la maternidad necesita de tribu.

 

 

Carolina Sánchez

http://SoniandoDuendes.com

http://MinervaysuMundo.com

Consejos para el posparto

Consejos para el posparto

Nada de lo que te digan te prepara para el posparto.

Aún así, sigamos intentándolo. Sigamos diciéndoles a las que vienen detrás que, seguramente, se recuperarán antes de un parto no intervenido, que meter al bebé en cama con ellas les dará alguna hora de sueño más, que el contacto constante con su bebé hará que se entiendan y que todo fluya…

 

Hoy vengo con unas ideas mucho menos transcendentales. Traigo unos truquillos de los que se descubren con la necesidad. De esos que todas tenemos. A lo mejor solo resultan prácticos para mí y desde luego que no pretendo aconsejar que nadie haga las mismas chorradas que yo, pero por si a alguien le sirven ¡ahí os los dejo!

TRUQUILLO 1.
Yo creía que el truco de botar en la pelota de Pilates para calmar al bebé era de sobras conocido pero el otro día hablé con unos papás ¡que no lo sabían! Cuando lo probaron quedaron alucinados, así que lo nombro por si queda más gente que no se ha enterado… Ah, ¿sabéis que también puede funcionar si ponemos la pelota entre nuestra espalda y la pared? Por cambiar un poco de postura, más que nada…
Otros recursos: mirar por la ventana, caminar, bailar… Pero, atención, el baile que mejor me funciona a mí es a ritmo de la banda sonora Dirty Dancing; cuanto más guarro el movimiento, mejor. Si tienes energía ese día, hazlo al límite de la dislocación. Yo creo que funciona tan bien por la combinación del balanceo con el sube y baja. A mi hija la deja seca. Otro truco menos conocido es meterse debajo de la campana extractora. “¡¡¡Campaaaaaana y se acabó!!!!” le llamamos en casa, por su tremenda eficacia. Si sois muy jóvenes me temo no entenderéis este chascarrillo… Y, al final, hagas lo que hagas, con el niño a la teta, por supesto.

TRUQUILLO 2.
Este truco puede herir sensibilidades. Así que, por si le puedo ahorrar el cabreo alguien:
• Por supuesto que todo el mundo tiene que ganarse la vida, a veces en puestos que nos generan a los demás muy pocas simpatías, pero esas personas no tienen la culpa.
• Por supuesto que las ONGs merecen todo el respeto y la admiración del mundo y necesitan que muchos nos hagamos socios.
• Por supuesto que es vergonzoso que haya tanta gente en nuestro país sin recursos que tenga que recurrir a pedir en la calle.
Dicho esto: cuando vayas paseando y veas ya a lo lejos que te va a abordar alguien con “¿tienes un minutito para una encuesta?” o “¿te apetece hacerte socio?”; cuando estés en una cafetería o en el metro y no te apetezca que te vendan un mechero o ni si quiera que te hablen: sácate una teta. Así, sin más. Sácate una teta para dar de mamar, pero sin mucha prisa en ponerte al bebé… No hay fallo, nadie se acerca a hacerle una encuesta a una tía que tiene una teta de fuera.

TRUQUILLO 3.
Los bebés de pocos meses solo necesitan dos cosas: el cuerpo de mamá (con todo lo que eso implica: comida, calor, protección, etc) y un poquito de suelo. Y de uno a otro deben bailar, de los brazos al suelo y del suelo a los brazos. Pero está complicado porque no en todas las habitaciones de la casa es fácil dejar al bebé en el suelo. Al final la gente opta por meter al bebé en una hamaca y la pasea al baño, a la cocina… Pero eso no es lo más beneficioso para el desarrollo motor del bebé. Nuestra solución: hemos cortado en tres una colchoneta de yoga algo gordita y hemos puesto un trozo en la cocina, uno en el baño y otro en la habitación donde está el cambiador y la ropa de la peque. El trozo de colchoneta tendrá que crecer en cuanto aprenda a girarse.

En el salón tenemos puesto de manera permanente un suelo de puzle, pero cuando nos movemos por la casa (y la niña no va porteada) ya solo la trasladamos a ella, no vamos arrastrando por ahí una hamaca ni una manta de actividades.
Al llegar al baño, dejas al bebé en la colchonetita que está en el suelo y te sientas a mear tranquilamente. Tranquilamente…, bueno, mientras le miras y le haces “gugu tata, ahora te cojo cariño, es un momentito”.

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TRUQUILLO 4.
Encontrar un sujetador de lactancia a nuestro gusto es toda una aventura. Yo no quise comprar ninguno por adelantado, porque no sabía que talla comprar. Quién sabe cómo se te van a poner las tetas cuando suba la leche, y quién sabe cuánto van a bajar después, si es que bajan…
Fue en las primeras semanas, cuando apenas salía a la calle, siempre medio desnuda, con las tetas de fuera goteando leche por toda la casa… cuando descubrí por casualidad que el mejor sujetador de lactancia es un bikini de triangulo. “Sujetador de cortinilla”, le llamo.
La verdad es que no tenía sujetador que ponerme porque, como os dije, no quise comprar hasta ver de qué tamaño se me quedaban las tetas, pero tampoco me podía poner los de siempre (ni por tamaño ni por comodidad para dar el pecho a la niña). Así que rebuscando por los cajones en plan “¿qué demonios me pongo para no empaparme yo, ni a la niña, ni dejar regueros por el pasillo?”, apareció un bikini… Es muy cómodo, se “abre” con una mano, no aprieta, es rápido, si se moja de leche seca pronto…

 

¿Nos cuentas tú ahora cuáles son truquillos para el día a día con un recién nacido? ¿Tienes un secreto para eliminar las ojeras?, ¿un truco infalible para sacar las manchas de caca?, ¿una canción mágica que te salva la vida? ¡Contribuye, todas lo necesitamos!

Y, sobre todo, no os olvidéis de decirles a las siguientes que miren a los ojos a su bebé, que lo acaricien, que le hablen y lo escuchen, que lo lleven con ellas y compartan con él cada momento del día.

 

Cuando la maternidad puede ser un cubo de agua fría

Cuando la maternidad puede ser un cubo de agua fría

A la maternidad no siempre se llega de forma consciente. Y no me refiero a si se decide ser madre o no.

Muchas de nosotras pensamos que hemos decidido ser madres, pero en realidad ¿es nuestra esa decisión? O al menos, ¿hasta qué punto somos conscientes de lo que implica realmente lo que estamos decidiendo? ¿Qué factores de nuestro entorno nos condicionan en esa elección?

A lo largo de este tiempo que llevo acompañando a mujeres he conocido muchos casos. Las mujeres podemos encontrarnos con una maternidad a la que no habíamos llamado o a la que hacía tiempo que esperábamos. También podemos decidir tener hijos porque quizás socialmente es lo que se espera de nosotras después de tener pareja estable.  O también decidimos tenerlos porque vemos que nos hacemos mayores y tenemos miedo no poder serlo más adelante, aunque eso implique llegar a la maternidad sin estar del todo preparadas…

Pero, ¿se está preparada para ser madre?embarazo

¿Tenemos información real y de primera mano cuando nos planteamos serlo?

Una persona muy cercana a mí me dijo un día que había sido egoísta al elegir ser madre: “no lo hago por crear una vida y dedicarme a ella, sino por ser un aliciente nuevo y tener otro entretenimiento, una faceta más para darle sentido a mi vida”. Y aunque tengo que reconocer que, en un primer momento también vi esa reacción como un hecho egoísta, con el tiempo me he ido dado cuenta que no es en absoluto cuestionable la decisión que nos lleva a querer pasar por la maternidad o paternidad.

El caso es que las mujeres que llegamos a la maternidad lo hacemos viniendo de un camino concreto, con sus pendientes y características que lo hacen único para cada una de nosotras. Y ese camino, en muchos casos, no ha pasado por el “stand” informativo de: “Todo lo que deberías saber para ser madre”. Ese stand, precisamente, nos lo vamos encontrando, en pequeñas o grandes dosis, a medida que vamos descubriendo, o no, qué es eso de tener una criatura a tu cargo.

Yo decidí ser madre, lo tenía claro. Pero he de reconoder que no me había planteado nunca qué podía suponer tomar esa decisión.

El primer bebé recién nacido que tuve en mis brazos fue mi hijo.

Recuerdo el sentimiento de ridiculez que me invadió cuando, en el hospital, me “enseñaban” a amamantar a mi hijo, me mostraban cómo debía sujetarlo, los cuidados que debía tener con el ombligo y, lo mejor de todo, cómo cambiarle el pañal y bañarlo. La sensación de “no saber”, de novata, de inexperta, de que todo era nuevo y todo debía ser aprendido era abrumadora. En vez de empoderada, salí del hospital con un sentimiento de “madre mía, esto es más grande que yo y no voy a saber ni por dónde empezar”. Y en parte, no iba tan mal encaminada.

 

¿Cómo puede ser que una especie animal que tiene más de 2 millones de años de existencia tenga que aprender en un hospital cómo atender a su cría? Visto ahora, con cierta perspectiva, me parece terriblemente patético.

 

¿Qué hemos hecho como sociedad que la crianza de nuestros hijos, el conocimiento de lo que es un “bebé real” se ha desvinculado tanto de nuestro día a día?

La respuesta no es muy difícil de encontrar, lo sé.

Mi reflexión es que la mayoría de mujeres llegamos a la maternidad sin ser muy conscientes de lo que realmente significa ser madre. Y eso también incluye que muchas de nosotras no tenemos mucha idea de lo que implica para el bebé nacer y de cuáles son sus necesidades reales.

Lo que conocemos de la maternidad antes de llegar a ella es una imagen. Un modelo expuesto en un mostrador llamado sociedad consumista que nos da una idea de lo que quieren que sea la maternidad, de lo que quieren que sea un bebé. Y, como en muchas otras cosas, nosotros confiamos en lo que nos dicen y consciente o inconscientemente nos lo creemos y lo integramos.

 

Y yo me pregunto, ¿y si llegamos a la maternidad real, la que vivimos en nuestras propias carnes, y no es como nos lo han planteado? ¿Y si la probamos y no nos gusta? Qué hacemos entonces, ¿la devolvemos como los productos que compramos y nos acogemos al derecho de devolución?

 

Pues entiendo que cada una de nosotras, con nuestro camino vivido, nuestro contexto concreto y nuestra mochila emocional más o menos pesada, hacemos y decidimos lo que es mejor para cada una de nosotras teniendo en cuenta todo eso. Y a partir de ahí evolucionamos hacia un sentido o hacia otros muchos que nos vayamos  encontrando en nuestra ruta por esa nueva aventura que hemos  iniciado.madre estresada

Y sí, he visto madres maldecir el día que decidieron serlo. Las he visto llorar, desesperarse y salir de la habitación donde estaba su bebé gritando “no puedo más”. Incluso rechazar el contacto con su bebé, pidiendo que se lo apartaran de su vista. Vivencias durisimas y que hemos juzgado muchas veces por dar por hecho que una mujer debe saber llevar y «soportar» la maternidad porque le corresponde.

 

También las he visto dando gracias a todo lo que supuso para ellas esa misma decisión.

 

Decidir o no ser madre no puede ser juzgable, puesto que cada cual toma la decisión, acertada o no (eso es difícil, casi imposible, de afirmar), que cree más oportuna. Y lo mismo cuando se llega a la maternidad.

Tomar decisiones tiene sus riesgos y sus consecuencias, por eso nos cuesta muchas veces tomarlas. Incluso puede llegar a ser todavía más costoso cuando hablamos de decisiones relacionadas con la crianza de nuestros hijos.

Por ello creo que es importante estar informada. Conocer o no  las necesidades reales de nuestros bebés y las nuestras propias como mujeres que decidimos emprender, o no, el camino de la maternidad, puede representar vivirla de maneras muy diferentes.

Bastante complicado es ir descubriendo en pequeñas capsulas de información o con cubos de agua fría, qué implica ser o no ser madre, como para, además, sentirnos juzgada por la decisión que tomamos. Pero des de la información y la consciencia, la decisión se puede entomar con mucho más poder. Y si hay poder y seguridad para decidir desde esa prespectiva, puede ser más fácil asumir todo lo que esa decisión conlleva.

John Lenonn y la crianza respetuosa

John Lenonn y la crianza respetuosa

Cuando era pequeña mi abuela me llevó a una reunión religiosa, no recuerdo de que confesión. Sé que había un predicador que decía algo sobre que había un Dios que todos recordaríamos hasta los confines de la humanidad.

Que la gran mayoría de las personas pasariamos sin pena ni gloria por el mundo y que sólo ese Dios sería recordado. Entonces empezó a hablar de los Beatles, un grupo de moda  en esa época, diciendo que dentro de unos años nadie sabría ni el nombre del cantante.

Y para demostrar que estaba en lo cierto, de entre toda la gente que había allí se dirigió a mí (una niña de unos ocho años), y me preguntó:

– ¿Sabes tú cómo se llama el cantante de los Beatles?

Tenía todas las papeletas para no saber el nombre, sólo era una niña. ¿Por qué no le preguntó a algún adulto?. Lo que no sabía ese tipo tan listo es que crecí escuchando «Imagine», «Yellow Submarine» y «Let it Be»… aún así ¿adivinan mi respuesta?….

-«..no lo sé…»
Con el corazón a mil por hora, luchando conmigo misma por mentir, pero, ¿cómo iba a desmontarle el chiringuito al tipo ese que estaba subido en un pedestal? Para mí representaba la autoridad, ¿cómo iba a llevarle la contraría?. Me sentí con la responsabilidad de respaldarle.

Pero,¿ y qué pasaba con esa niña de ocho años que mintió por no hacer sentir mal a un adulto?.

 

¿Importa cómo se sienten los niños en este mundo preparado para adultos?

 

En estos días está volviendo a circular un post que escribí el año pasado: Mamá no quiero ir al cole, ¡¡¡pero nunca más!!!, en el que invito a reflexionar sobre qué sienten los niños en los períodos de adaptación y sobre cómo mis hijos no se adaptaron y nos lo hicieron saber.

Estoy recibiendo muchos comentarios en los que se identifican con nuestra situación y cómo siguen recibiendo mensajes de la sociedad afirmando que los niños son unos mimosos y que nos manipulan.

Y no, no manipulan,  es que saben pedir lo que necesitan insistentemente. Lloran cuando son pequeños porque no tienen las herramientas necesarias para expresarse, su cerebro aún está desarrollándose, somos los adultos los que los manipulamos para que se adapten a nuestro mundo.

Ellos son los más débiles, ellos necesitan que los escuchemos, que les pongamos voz, que los defendamos, que los protejamos, que sientan la seguridad de que si tienen un problema van a venir a contárnoslo porque desde siempre se les ha tenido en cuenta.

¿Por qué tienen que ser los niños los responsables de los estados emocionales de los adultos?.

No quiero que mis hijos sean buenos, ni dóciles, quiero que sean ellos mismos, y que sean felices.

Y al pastor que le preguntó a aquella niña más preocupada de no llevar la contraria y de ser buena le digo:

 

Es Jonh Lennon, ¿ qué te crees que porque soy una niña no lo voy a saber? A ver qué argumento te buscas ahora listillo.

 

 

 

 

 

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