John Lenonn y la crianza respetuosa

John Lenonn y la crianza respetuosa

Cuando era pequeña mi abuela me llevó a una reunión religiosa, no recuerdo de que confesión. Sé que había un predicador que decía algo sobre que había un Dios que todos recordaríamos hasta los confines de la humanidad.

Que la gran mayoría de las personas pasariamos sin pena ni gloria por el mundo y que sólo ese Dios sería recordado. Entonces empezó a hablar de los Beatles, un grupo de moda  en esa época, diciendo que dentro de unos años nadie sabría ni el nombre del cantante.

Y para demostrar que estaba en lo cierto, de entre toda la gente que había allí se dirigió a mí (una niña de unos ocho años), y me preguntó:

– ¿Sabes tú cómo se llama el cantante de los Beatles?

Tenía todas las papeletas para no saber el nombre, sólo era una niña. ¿Por qué no le preguntó a algún adulto?. Lo que no sabía ese tipo tan listo es que crecí escuchando «Imagine», «Yellow Submarine» y «Let it Be»… aún así ¿adivinan mi respuesta?….

-«..no lo sé…»
Con el corazón a mil por hora, luchando conmigo misma por mentir, pero, ¿cómo iba a desmontarle el chiringuito al tipo ese que estaba subido en un pedestal? Para mí representaba la autoridad, ¿cómo iba a llevarle la contraría?. Me sentí con la responsabilidad de respaldarle.

Pero,¿ y qué pasaba con esa niña de ocho años que mintió por no hacer sentir mal a un adulto?.

 

¿Importa cómo se sienten los niños en este mundo preparado para adultos?

 

En estos días está volviendo a circular un post que escribí el año pasado: Mamá no quiero ir al cole, ¡¡¡pero nunca más!!!, en el que invito a reflexionar sobre qué sienten los niños en los períodos de adaptación y sobre cómo mis hijos no se adaptaron y nos lo hicieron saber.

Estoy recibiendo muchos comentarios en los que se identifican con nuestra situación y cómo siguen recibiendo mensajes de la sociedad afirmando que los niños son unos mimosos y que nos manipulan.

Y no, no manipulan,  es que saben pedir lo que necesitan insistentemente. Lloran cuando son pequeños porque no tienen las herramientas necesarias para expresarse, su cerebro aún está desarrollándose, somos los adultos los que los manipulamos para que se adapten a nuestro mundo.

Ellos son los más débiles, ellos necesitan que los escuchemos, que les pongamos voz, que los defendamos, que los protejamos, que sientan la seguridad de que si tienen un problema van a venir a contárnoslo porque desde siempre se les ha tenido en cuenta.

¿Por qué tienen que ser los niños los responsables de los estados emocionales de los adultos?.

No quiero que mis hijos sean buenos, ni dóciles, quiero que sean ellos mismos, y que sean felices.

Y al pastor que le preguntó a aquella niña más preocupada de no llevar la contraria y de ser buena le digo:

 

Es Jonh Lennon, ¿ qué te crees que porque soy una niña no lo voy a saber? A ver qué argumento te buscas ahora listillo.

 

 

 

 

 

Si con tu bebé no tienes tiempo ni de ducharte, te proponemos esto…

Si con tu bebé no tienes tiempo ni de ducharte, te proponemos esto…

Si con tu bebé no tienes tiempo ni de ducharte, te proponemos esto… un portabebe, y te voy a contar cómo y porqué. Solemos hablar de los múltiples y variados beneficios del porteo.

Charlamos y debatimos sobre los beneficios para los pequeños a muchos niveles y desde variados enfoques.

Conversamos de los beneficios que lleva asociado para los propios porteadores.

 

  • De las situaciones que nos ayuda a solventar el porteo de forma indiscutible.
  • De la libertad de movimiento y de acción que nos proporciona.
  • De la belleza de esas dos respiraciones acompasadas durante un largo paseo.
  • De la sincronía de esos dos corazones al mismo ritmo, mientras los pequeños descubren nuestro complejo mundo pegados a nosotros.
  • De ese baile, movimiento necesario para el desarrollo armónico que nos proporciona.

 

ñSi, muy bonito todo…

¿Y el día a día? ¿la parte más práctica? ¿las barreras diarias y más cotidianas? ¿Los entuertos más variados a solventar todos los días?

Asumamos que todas y todos vamos al baño, todos y todas necesitamos una ducha al final el día (por pararnos en dos actos más que cotidianos), todos y todas comemos y necesitamos cocinar.

Y ahí están los portabebés, son tan necesarios de puertas para dentro como de puertas para afuera, cada familia decide cuando y donde les da uso por supuesto.

Pero es indiscutible la capacidad que tienen para  facilitarnos la vida, el poder llevarlos contigo cuando es lo que esperan para hacer comidas, cenas, lavadoras, aseos personales y ajenos varios soluciona muchos de esos momentos.

Por ejemplo, sobre todo, una buena ducha para retomar fuerzas de cara a la noche, cuando tienes bebés pequeñitos, que suele ser tan movida como el día, nos da la vida y ánimos para afrontarlo.

Pero a veces no es posible, parece que tienen que alinearse veinte estrellas con quince planetas para que ese hueco aparezca, y no todos los días, y a mi personalmente tener que perseguir ese hueco me provoca una importante irritabilidad

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Si además tienes otros hijos la cosa se complica, un poco más o un mucho más, porque justo cuando parece que podrás darte esa ducha, tu hija mayor necesita que la atiendas, porque justo cuando parece que se abre esa posibilidad, tu pareja tiene que ponerse con la cena y todo al tiempo no se puede hacer, por ejemplo.

Porque si es tu primer bebé y tienes una pareja que asume ese momento del día para que tu te des una ducha (normalmente fugaz y bien rápida) puede resultar más sencillo (no siempre). Pero cuando pasas de ser tres a ser cuatro, las mamás nos ponemos el disfraz de mama-pulpo (como siempre dice una buena comadre) y parece que nos cuesta encontrar un hueco que por otro lado es más que huidizo.

Pues ese rato lo puedes salvar con un portabebés también!. Igual no te lo habías planteado, pero hay portabebés específicos para piscina y playa, puedes usarlos también para el baño y la ducha. Se secan rápido, te proporcionan seguridad y comodidad y el momento «ducha-precipitada» se puede convertir en un rato de diversión y alegría si el pequeño lo acepta de buen grado.

Conviertes así, un momento de lo más común, en una fiesta, en un circo de tres pistas, para ellos y para ti.

portabebes ducha

 

Ya de otras tareas más escatológicas no hablamos, porque ese suele ser justo el momento en el que tu baño, se convierte en el camarote de los hermanos Marx si o si, y de eso amiga, ya si que no te libra ni un portabebés. XD

¿Y tu? ¿Para que usas los portabebés en el día a día? ¿En que te ayudan y no habías pensado que lo harían?

Soy la mejor madre del mundo ¡Y tú también!

Soy la mejor madre del mundo ¡Y tú también!

 

        “15 cosas que debes decir a tu hijo para fomentar la autoestima”

“10 cosas que no debes decir a tu hijo”

“84 formas de preguntarle qué tal el colegio»

“27 maneras diferentes de conseguir que tu hija no sea una princesa”

 

Las redes sociales se llenan de listas de consejos y normas sobre qué decir y qué hacer con tu hijo…

Al final no sabes si lo que haces es correcto o no y hasta haciendo la cosa más mínima, las dudas te corroen…

¿Eso está bien? ¿Hacer caso de todo es lo que nos convierte en madres buenas o en buenas madres? NO. Rotundamente no.

Nos hacen dudar de nuestra propia maternidad. Nos hacen dudar de nuestro instinto más primario que es el de proteger, cuidar y querer a nuestros pequeños.

Soy la mejor madre del mundo para mis hijos.
Y tú eres la mejor madre del mundo para los tuyos.

¿Por qué lo sé? Por qué eres su madre y harás lo mejor para ellos. Puede que a veces no juegues a todo lo que ellos quieran (sabemos que el escondite-pilla pilla no es lo que siempre queremos hacer), puede que a veces tengas ganas de llorar y desaparecer, incluso a veces lo hagas… Sin embargo, y sin conocerte, sé que:

Eres la mejor madre del mundo para tus hijos

No dudes de tu maternidad. No dejes que los demás dirijan tus acciones con respecto a tus hijos. Las listas de las redes sociales no siempre ayudan, incluso nos hacen dudar de nuestro instinto más primario que es la maternidad.

No dudes nunca de tu propia maternidad. Vívela y Disfrútala.

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Solo debes hacer caso a tu instinto. Escúchate. Escucha a tu instinto maternal. Ese es el único que vale. Los demás, pueden esperar.

El instinto maternal está muy acallado por esta sociedad de la (des)información. Y, como madres, no debemos permitirlo. Es instinto maternal nos hace lo que somos y ¿sabes una cosa? Somos increíbles como madres. No lo dudes. Eres increíble como madre de tus hijos. Que nada, ni nadie te haga sentir lo contrario.

Solo escúchate. Escucha esa voz que, a veces (si no siempre) va a contracorriente, y sigue aquello que te dicte el instinto.

Y cuando dudes y te preguntes si lo estas haciendo bien,
mira la cara de tus hijos al dormir…
Emana paz ¿verdad?

Pues, ahí tienes la respuesta.

Los niños buenos no lloran

Los niños buenos no lloran

Los niños buenos no lloran, desde el otro día me retumba esta frasecilla porque ya la hemos escuchado unas cuantas veces desde que nació Erik y voy a ser muy poco correcta en este post, tan poco correcta como aquellas personas que no se paran a pensar antes de hablar o no miden como hablan de una persona que esta delante y presente aunque sea una persona de un mes de edad.

La gotita que colmo el vaso fue la señora panadera de mi barrio, con la que mantuve, mantuvimos (íbamos los cuatro juntos una buena mañana de domingo) este singular dialogo para besugos, puntualizo, besuga ella, nosotros tenemos muy claras las cosas.

*Advertencia, no ha sido en una sola visita, ni en una sola conversación, me he tomado la licencia de agruparla en la misma para ahorrarnos espacio, por supuesto hemos cambiado de panadería para evitar un homicidio cualquiera de esas mañanas de domingo.

  • Panadera: Uy! has tenido un hermanito!! Que bien no, ahora ya eres la hermana mayor y te toca cuidarle mucho, ayudar a los papas y ser muy buena y responsable (levantada general en el clan Ruíz-Solís de cejas, la mujer ha tenido a bien mezclar todo lo que más molesta en una sola frase, ole ella!).
  • Sira: Si, hemos tenido un bebé, me gusta mucho mi hermanito, pero ya lo cuidan mis papás, igualito que a mi.
  • Panadera: (obviando la respuesta ya ácida de la niña, no sabe lo que la espera si continua…pero ella continua) ¿Y como se llama el hermanito?.
  • Sira: El hermanito, el bebé, se llama Erik.
  • Panadera: Uy! que raro (no lo entiendo porque parece el nombre de moda, en los parques levantas una piedra y salen tres Erik) ¿Y tu? ¿Como te llamas tú?.
  • Sira: Sira, me sigo llamando Sira como el domingo pasado (ains!) también es raro, pero mi mamá dice que Pepes y Marías ya había bastante (Oye, a mi me contesta eso una niña de seis años y ya pillo que va hasta el moño y es mejor dejarlo).
  • Panadera: (Esta es la gota que colmo el vaso) ¿Y el bebé es bueno?.
  • Sira: El bebé? Erik? esto…(aquí ya me miro pasándome la pelota a mi directamente).
  • Mamá (Esto, yo misma): ¿Bueno? si, el niño es muy bueno, como todos los niños no? no hay niños malos.
  • Panadera: Si, si, si que hay! algunos niños son malos, lloran mucho ¿El hermanito es bueno o llora mucho?. (Mirando de nuevo a Sira que ya se escondía detrás de su padre, el cual viendo venir la tormenta ya me miraba con una sonrisa en la cara).
  • Mamá: TODOS LOS NIÑOS SON BUENOS, punto. Que lloren o no lloren, Erik llora bastante más que su hermana, no los hace más o menos buenos, Erik llora bastante y es muy bueno, básicamente porque no le ha dado tiempo a ser malo, no como a otras, buenos días. (todo esto en la puerta ya, con mi pequeño en una bandolera dormidito y con mirada y posición bastante agresiva por mi parte, como merecía la señora besuga)

 

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No hemos vuelto por la panadería, es una lastima porque hacen un pan exquisito, completamente opuesto a su trato a este respecto.

Y es que estoy hasta el moño (por ser correcta) de escuchar lo del niño bueno-niño malo. Esta comparación que establece esta, nuestra sociedad de hoy día de que el niño que no reclama lo suyo, que no llora, que no demanda lo que le corresponde, que el niño que no es como un muñeco es malo, me enferma.

Un bebé es un bebé y no tiene ni la culpa ni la responsabilidad sobre esas expectativas irreales y lejanas que nos hemos creado sobre lo que necesita un bebé pequeño, en este caso de un mes.

Llorar es el único recurso que tiene un bebé chiquitín para reclamar nuestra presencia y contacto, porque necesita algo, sea lo que sea:

  • un cambio de pañal,
  • teta,
  • comunicar que siente dolor
  • que necesita una caricia,
  • sentirnos para saber que existimos,
  • olernos,…

todo ello sólo para sobrevivir.

 

El pequeño bebé no sabe si esta confortablemente colocado en una magnifica cuna con dosel o en una cueva sobre una piedra al alcance de cualquier depredador. El bebé solo sabe que nos necesita y punto, y sólo nos lo puede hacer saber por su llanto.

A nivel personal creo que hay unas ideas poco claras en general o lejanas de lo que necesita en realidad un pequeño humano. Una idea idílica y poco ajustada a las necesidades intensas, vibrantes de un bebé real, de carne y hueso y no de libro.

Creo que muchas madres y padres llegan a la crianza sin saber «qué es eso de la demanda real» de un bebé. Y esa realidad, muchas veces cruda y dolorosa, los desborda, haciéndoles pensar que ese niño que llora y demanda (aquí luego vienen las etiquetas) más de «lo necesario» y seguro más de lo que ellos tenían en mente. Y entonces es malo, y la sociedad que los rodea se lo refrenda y confirma. Puedes leer a mi compañera Ana, sobre una real alta demanda, clicando aquí.

Y ahí, justo ahí, es donde tenemos mucho trabajo que hacer y mucha conciencia que generar y es responsabilidad de todos, vamos a comenzar por no decirle a un bebé de un mes que es malo porque llora, por mucho que sea el único cliché que se nos ocurre para decirle a unos padres entablando conversación, en ocasiones es mejor callarse.

 

Y tú ¿qué opinas? ¿Los niños buenos no lloran?

¡No dejes que te controle! Cada movimiento que haces está bajo vigilancia.

¡No dejes que te controle! Cada movimiento que haces está bajo vigilancia.

– «Ya no se que voy a hacer, no puedo ni respirar, ni moverme. Cada movimiento que hago está bajo vigilancia. Tengo la sensación de que hasta en el baño me controla. Ya no se que voy a hacer».

¿Qué pensarías si tu mejor amiga te cuenta esto? ¿Qué le dirías si su pareja la trata así? ¿Si la hace sentir así?

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Seguramente pensarías la persona que vigila a tu amiga, su compañero, es un mal tipo, que esta haciendo daño a tu amiga, que no merece estar con ella, y posiblemente con ninguna otra persona, que la maltrata…

Quizás también pudieras pensar que su compañero tiene carencias afectivas, que si necesita toda esa atención y vigilancia seguramente en algún momento le habrá faltado, que tiene un problema y gordo.

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Ahora leeló de nuevo, y piensa que tu amiga no te habla de su pareja, sino de su hijo de 5 años.

– «Ya no se que voy a hacer, no puedo ni respirar, ni moverme. Cada movimiento que hago está bajo vigilancia. Tengo la sensación de que hasta en el baño me controla. Ya no se que voy a hacer».

¿Qué pensarías ahora? ¿Cuál crees que sería el comentario más común?

Sería algo así como:

– «No puedes dejar que lo haga, va a hacer contigo lo que quiera toda la vida».

– «Si llora que se aguante».

«Si le haces caso ahora, mañana lo volverá a hacer».

– «Nunca se va a despegar de ti».

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Tal vez no seamos conscientes, pero estamos pensando de un niño de 5 años que es malo,… malo no, malvado. Y estamos pensando que en su cabeza trama y urde planes para amargarnos la existencia, para atarnos «en corto».

En lugar de pensar que es un niño que tiene miedo a la separación, que algo le angustia y que necesita seguridad.

¿De verdad pensamos eso de nuestros hijos?
¿De los niños que nos rodean?
¿En serio pensamos que todo lo hacen para salirse con la suya y no para cubrir una necesidad?

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¡¡¡¡¡YA ESTÁ BIEN!!!!!

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El niño que llora en la puerta del colegio lo hace para que su madre no le deje allí, ¿quiere manipularla? o ¿después de todo el verano con ella, de no tener horarios, de no tener que madrugar, le cuesta separarse de ella? Puede estar muy a gusto en el cole, pero eso no hace que sea menos duro.

El niño que llora para que le lleves en brazos a casa después de toda la tarde en el parque no quiere demostrar que es más fuerte y cabezota que tú, seguramente tenga hambre o sueño y esté cansado de tanto jugar.

El niño que llora en la cola del supermercado puede que haya estado jugando todo el tiempo con una pelota, mientras sus padres compraban, entretenido con ella y a la hora de pagar se la hayan quitado «porque no nos la podemos llevar» (ojo, no digo que haya que comprarla, pero se entiende que el niño llore).

Puede que para nosotros sean nimiedades, pero para ellos son problemas importantes, SUS PROBLEMAS, y en ese momento vitales. Necesitan que les acompañemos, que comprendamos sus sentimientos, los validemos y estemos a su lado.

.Los niños no son malos: No han robado, no han maltratado, no han matado.

Pero realmente, la sociedad nos convence que educar hijos independientes es ignorar sus sentimientos, enseñarles equivocadamente que deben resolver ellos sólos sus conflictos, en lugar de ayudarles a comprenderse, y comprender a los demás. Una «independencia» que nos obliga a nosotros como adultos a perder el instinto en el camino.

Hemos olvidado qué necesita un niño.

Hemos olvidado cómo se siente un niño

Hemos olvidado que fuimos niños.

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En una sociedad adultocéntrica los niños y sus necesidades están en segundo plano, no son tan importantes como las nuestras.

Su llanto que muestra su frustración o su dolor, su cansancio o su malestar no merece ser atendido y menos inmediatamente.

Deben aprender a ser adultos desde bien pequeños, deben aprender que la vida es dura, deben  aprender a conformarse con lo que hay, deben aprender que es imposible cambiar el mundo…

 

¡PUES NO!, Los niños merecen nuestra atención, nuestro consuelo, nuestra compañía. Puede que no siempre podamos darles lo que quieren, pero eso no quiere decir que los momentos en los que se sienten mal tengan que pasarlos solos.

Sus padres estamos para ayudarles, para apoyarles, para consolarles, para atender sus necesidades y ayudarles a crecer felices y seguros. Somos su pilar y el lugar al que volver. Somos su seguro, su punto de referencia desde el que descubrir el mundo y la vida.

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Si no les hacemos caso cuando lloran ¿que podrán esperar de nosotros?
Si ignoramos sus sentimientos y necesidades ¿a donde acudirán?

Vamos a darle a nuestros hijos lo que esperan de nosotros.
Criemos hijos felices capaces de cambiar el mundo.

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