El cáncer y la muerte me llevaron a la crianza Continuum

El cáncer y la muerte me llevaron a la crianza Continuum

A menudo nos preguntamos qué nos ha hecho llegar donde estamos y criar como criamos.

Seguramente conocéis el dicho africano que dice que para criar a un hijo hace falta una tribu,
pues eso es muy cierto y vale sea cual sea la opción que crianza que elijas.

Aunque las que hemos elegido la crianza «con apego», crianza respetuosa, crianza natural, crianza autorregulada  o como quieras llamarla (yo la llamo crianza Continuum, jejeje no hace falta que os diga porque) a menudo vamos a contra corriente y nos sentimos aisladas. Muchas no tenemos a nuestro alrededor gente tanto de la familia o amigos que hayan optado por este tipo de crianza y con el primer hijo menos aún.

Las que vivimos la crianza así, no hacemos las cosas porque sí, porque los han hecho así con nosotras o porque lo hacen todos así a nuestro alrededor. Nos preguntamos el porqué, buscamos información, evidencia científica en libros o en internet para apoyar o avalar lo que nos dictan nuestro instinto.

Ahora, echo la mirada atrás y pienso dónde se han torcido las cosas, aunque ha sido para mejor desde luego. Cual o cuales han sido los puntos de inflexión que me han hecho elegir la crianza Continuum?

Curiosamente para mi estos puntos de inflexión han sido cosas graves, traumáticas que me llevaron a un camino que luego seguí recorriendo porque me sentía mucho más a gusto. Como dice el dicho no hay mal que por bien no venga… ¡Ay que horror cuando lo pienso!

El primer punto de inflexión fue que enfermarán mis dos padres de cáncer. Te preguntarás cómo eso te encamina a la crianza Continuum? Pues porque informándome sobre la enfermedad empece a darme cuenta de lo enferma que está nuestra sociedad y a replantearme mi alimentación entre otros. Así que cuando me quede embarazada desde luego quise  el mejor alimento para mis bebés y al esperar dos me informe bastante sobre el tema y acudí a un grupo de apoya a la lactancia para múltiples.

 

Lactancia crianza Continuum

 

¡Todo empieza con la teta! ¡Pero la teta bien dada! A demanda, sin horarios, confiando en que el bebé sabe y que mientras le damos cuando pide recibirá lo que necesita. Y si hay un problema para eso están las asesoras de lactancia y los grupos de apoyo. Aunque estoy generalizando y obviamente se puede dar el pecho y no seguir en la crianza Continuum o criar así con lactancia artificial porque hay tantos caminos como vidas.

 

Crianza Continumm

 

Pero una vez interiorizas que el bebé sabe y respetas sus ritmos, ya sueles coger el camino de la crianza Continuum. Se suele acompañar de una manera de dormir, el colecho, de una manera de introducir la alimentación complementaria, el Baby Led Weaning, de un contacto más cercano, con el porteo y/o el masaje, una forma de criar en general y a veces incluso de educar siguiendo el respetar sus ritmos.

El segundo punto de inflexión fue la muerte de mi bebé al nacer. Como estaba embarazada de mellizos a pesar del trauma que me supuso tuve que seguir con la crianza de mi otro bebé y desde luego me incito a hacerlo con más empeño y más ganas si cabe de hacerlo mejor.

Yo creo que eso fue lo que me empujó a querer ayudar a otras madres, en participar en el grupo de lactancia de manera activa y en hacerme asesora de porteo y Asesora Continuum. Porque a veces de lo peor sale lo mejor.

Y ahora cuando echo la mirada más atrás todavía, y recuerdo un tiempo en el que el método Estivill no me parecía tan malo, en el que me parecía exagerado que un niño de dos años siguiera mamando y otras lindezas por el estilo, me doy cuenta que la maternidad (y paternidad) es un camino con sus curvas sus cruces en el que sigues de un lado u otro. Y que como dice el dicho en Francia sólo los tontos no cambian de opinión.

¿Y tu te has parado a pensar que te ha hecho elegir el tipo de crianza que vives? ¿También han sido originados por algo grave?

Colecho. Mi “Yaya Paleolítica” era una modernilla

Colecho. Mi “Yaya Paleolítica” era una modernilla

Hace un mes te escribía sobre mi experiencia con “niños de alta demanda” y hoy te quiero hablar sobre mis 5 años de colecho (compartir el lecho)

¡Dios mío! 5 años ya sin dormir del tirón. Ahora me explico por qué mis ojeras ya son parte de mi barbilla

El colecho es uno de los actos más egoístas que he hecho en mi vida. Para mí, dormir con mis hijos es una necesidad para sobrevivir ya que son niños que no duermen toda la noche del tirón.

Cuando yo te hablo de colecho no te estoy hablando de la idea romántica de “mami linda abrazando a sus hijos en una preciosa cama mullidita con toda la familia dormidita en fila”. Te estoy hablando de colecho real. Te estoy hablando del colecho “pie-cara-mano-codo-teta-omóplato-brazo-retorcidos” y gira otra vez.

No te voy a mentir, yo también en algunas ocasiones preferiría dormir sola, pero soy madre y esta es mi elección ¿te cuento por qué?

Mis hijos tienen despertares nocturno, y estar con ellos en la misma cama siempre ha sido la forma más “fácil” de continuar con el descanso familiar sin que esos despertares lleguen a mayores.

colecho 1Esto exactamente es lo mismo que debió pensar mi “tátara-tátara-tátara-bisabuela” paleolítica cuando se puso a tener “chiquillos” como una loca y seguramente hasta sea hereditaria esta manía nuestra de no dormir toda la noche sin despertares y compartiendo el lecho (co-lecho).

Como tanta gente a mí alrededor se preocupa por mí y por mis hijos ante el hecho de que durmamos juntos, me he puesto a investigar y me he quedado alucinada. Mira lo que he averiguado:

Resulta que la supervivencia de nuestra especie ha venido determinada en gran medida porque a mí  “tátara-tátara-tátara-bisabuela paleolítica” se le fue la cabeza y se puso dormir con sus hijos mientras los amamantaba cada vez que lloraban en lugar de dejarlos en la cueva de al lado. Ella seguro que en su día fue una moderna incomprendida, pero pensó:

– Tengo la sensación de que yo soy la fuente de alimento, calor, protección, consuelo y soporte de este bicho indefenso que se despierta mil veces por noche y que además llora como un mamut castrado. Y adicionalmente, resulta que cuando le meto el pezón en la boca se calla automáticamente… Pues debe ser que es así como funciona un bebé humano ¿no?

Con esta idea en la cabeza mi “tátara-tátara-tátara-bisabuela paleolítica la modernilla” empezó a buscar información. Leyó un montón de “cuevas pintadas”, pero nada… ahí no había datos concluyentes sobre el riesgo de que un bebé que duerme sólo sufra bajadas del azúcar corporal (hipoglucemia) y/o asfixia (apnea), así que decidió por su cuenta y riesgo, dormir con sus hijos en la misma cama.

– ¡Toma ya! “¡Qué crack la Yaya oye!”. Y dicen que lo hizo por instinto (que lista la tía ¿no?… Instinto…)

Yo ahora sé que posiblemente el “triptófano” que lleva la leche materna tuviera mucho que ver con el hecho de que sus hijos durmieran mejor cuando estaban con ella siendo amamantados durante la noche, porque los científicos de hoy han averiguado que esta sustancia actúa en el cerebro como inductor del sueño.

Ugga Los Goods

Mi “Yaya Paleolítica” era una modernilla – Ugga Los Goods

Hay otro tema del que últimamente se habla mucho y es del “vínculo afectivo”. Otros científicos de nuestro tiempo se han dado cuenta de lo crucial que resulta esto del “vinculo” para la salud, tanto física como psíquica de los bebés. Algo que afecta incluso a su desarrollo neuronal. Y pienso yo que esto también debió haberlo intuido  la “Yaya Paleolítica”, porque en toda la historia de la humanidad resulta que padres e hijos han dormido juntos favoreciendo así el vínculo. ¿O será al contrario?

– ¿Será que los actos de mi “tátara-tátara-tátara-bisabuela paleolítica la modernilla” condicionaron la supervivencia de nuestra especie?

– ¿Será que somos sus descendientes los que sobrevivimos y por ello todos los humanos seguimos necesitando contacto, afecto, lactancia y colecho?

Por lo visto, los primos que vivían un par de pueblos más allá, los que se extinguieron, tenían otras costumbres y por eso ya no hay gente como ellos en el mundo… A ver si va a ser eso y va a ser endémico de la especia humana esto de que mis hijos no duerman del tirón 9 horas seguidas…

Lo que yo sí tengo claro, es que la decisión de dormir o no con nuestros hijos, ha de ser una opción totalmente libre de los padres y de cada familia. Con este texto en clave de humos no pretendo convencer a nadie de que meta a sus hijos en su cama. Más bien lo que pretendo es que entiendan que esto del colecho no es una “modernidad”, es una necesidad que algunas familias cubrimos como nuestro instinto nos invita a cubrir. Y lo hacemos exactamente igual que lo hacía una mujer paleolítica, porque….

….lo que diferencia a su bebé del mío es “NADA”.

En fin, yo ya no tengo dudas. Si te vuelven a preguntar por qué duermes con tus hijos no te mates a dar explicaciones. Limítate a sonreír, pon cara de Paleolítica y reenviales este post, verás que no te vuelven a preguntar.

Hasta pronto y que duermas bien…

Ana del Río

www.anadelrio.es

TE QUIERO PAPÁ

TE QUIERO PAPÁ

Después de una semana intensa de trabajo, hoy voy a exponer al mundo una experiencia que he tenido la suerte de vivir y un pensamiento íntimo que me apetece compartir con todos vosotros.

Hay veces que lo íntimo tiene que salir y hoy es el día.

Está semana a nuestro centro han venido, a diferentes actividades, una gran cantidad de padres, cosa que me ha encantado y me demuestra que hay un cambio en marcha.

Que la crianza no es sólo cosa de uno, sino de dos, y que hay padres que les gusta implicarse en todo tanto o más que a la madre.

Han venido papis al grupo de lactancia para apoyar a esa mamá que necesitaba llorar acompañada, han venido papás solos, con su bebé, para contar, escuchar, exponer todo lo que sabían y para recibir información que necesitaban.

Han venido papás simplemente a disfrutar con sus bebés de una actividad lúdica y divertida…

Todos ellos felices, contentos, viviendo esos momentos mágicos con sus peques.

Y yo, viéndolo desde fuera, me he sentido feliz, orgullosa, con una sonrisa de oreja a oreja y con ganas de aplaudir a cada uno de ellos y así agradecerles tal implicación en la crianza de sus hijos.

Por eso, quería dar las GRACIAS a todos los papás que están y acompañan a sus hijos en la crianza y que dan todo para que sus hijos estén felices y en todo momento acompañados.

Estoy segura de que en algún momento vuestros hijos os lo agradecerán. Aunque sea sólo con un… TE QUIERO PAPÁ.

Como no podía ser de otra forma, yo quería dar las GRACIAS A JOSE, a mi marido, a ese padre incondicional que ha dado y da cada minuto de su vida por nuestros hijos.

Que se ha implicado desde el minuto uno al saber que yo estaba embarazada de nuestro primer hijo y que 5 años después y con dos hijos, lo sigue haciendo como el primer día.

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GRACIAS CARIÑO.

GRACIAS POR SER EL PADRE TAN MAGNÍFICO QUE SIEMPRE HE QUERIDOPARA MIS HIJOS.

ELLOS SEGURO QUE TE DIRÁN: TE QUIERO PAPÁ

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Por qué atender el llanto de un bebé es tan importante

Por qué atender el llanto de un bebé es tan importante

Durante el nacimiento de un bebé ocurren, en pocos instantes, cosas que le marcan de por vida.

Pasamos de un medio acuoso a uno seco, de una temperatura estable a notar frío, de estar alimentados en todo momento a conocer la sensación de hambre… y esto no es más que lo que todos apreciamos, hay mucho más.

Los bebés nos irán mostrando sus sensaciones de formas diferentes.

Día a día iremos reconociendo las señales de nuestro bebé a la hora de mostrarnos su desagrado.  El más fácil de identificar es el llanto.

El llanto es una señal tardía de que algo estaba pasando. Y es así de “insoportable” por algo, porque es algo que tenemos que atender. Es una llamada hacia el cuidador.

Y hablo de esto con perspectiva hacia cuidar la salud de nuestro bebé.

 

El llanto no atendido tiene unas repercusiones fisiológicas que alteran el funcionamiento de sus sistemas.

  • Cuando no atendemos el llanto de nuestro bebé sus niveles de cortisol aumentan. Cuanto más se incrementa y dura el llanto más sube el cortisol. Ocurre un estrés psicológico.

Niveles altos de cortisol actúan como inmunosupresores, debilitando al recién nacido y su capacidad de combatir infecciones. El miedo o el dolor activan también cascadas bioquímicas inducidas por el estrés.

  • Aumenta la frecuencia cardíaca, que varía según la intensidad y duración del llanto.
  • Se eleva la presión arterial.
  • Disminuye la circulación cerebral.
  • La sangre que llega a los tejidos está menos oxigenada.
  • Los cambios en el flujo sanguíneo cerebral y presión en combinación con la vascularización inmadura del recién nacido puede producir alteraciones del desarrollo por hemorragias intraventriculares (en casos severos).
  • El llanto puede dar lugar a la aerofagia que provoca una disfunción digestiva normal.
  • Les bajan los niveles de glucosa.

Aquí te muestro sólo unos cuantos aspectos muy importantes sin mencionar que reducir los episodios de llanto promueve una mejor mejor relación de apego.

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Con esta breve explicación quiero desterrar ese mito de quelos pulmones se hacen grandes o de que nos manipulan de alguna manera.

El llanto es un mecanismo de supervivencia, que debe ser atendido por el bien del bebé y la familia. El llanto puede ser muy perturbador (aparte de lo que te cuento arriba). Y eso repercute en el bienestar familiar.

Atender las necesidades  primarias de nuestros bebés no debería ser algo opcional o cultural :

Es una necesidad para una buena salud futura de ellos, para su buen desarrollo como ser humano y para contribuir a una mejor sociedad.

Cura sana….

Cura sana….

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¡Hola!

A mí me tocaba hablaros sobre la fiebre, pero ¿sabéis qué? necesito hablaros de mi otra pasión y de lo que veo gracias a ella.

Soy voluntaria de Cruz Roja desde hace 20 años, y el otro día, al llegar a casa, después de un traslado con una sintomatología que he tenido miles de veces,me vi  repasando la historia con otra perspectiva. Lo miré como persona  y no como profesional. Lo miré como madre, como Continuum, o simplemente como ser humano y me entró una pena enorme.

¿Quieres saber por qué?

..En mi trabajo sé muy bien que las máximas para atender a una persona son la empatía,  hablar tranquilo, despacio , con dulzura (si la ocasión lo requiere), ponerte a su altura para que te mire a los ojos, cogerle la mano para que sienta que le vas a ayudar y preguntar qué le ha ocurrido y cómo está.

Hasta ahí todo bien y todos de acuerdo, pero ¿y cuándo es un niño que se ha caído,  le duele algo o que simplemente está llorando?. Pues ahí casi toda nuestra sociedad falla y falla estrepitosamente, en la empatía  y en todo.

Si un adulto simplemente se tropieza, todo el mundo, o al menos bastante gente, irá a ayudarle a recuperar el equilibrio o preguntará si se encuentra bien.  ¿Y si es un niño? Por desgracia, se sigue escuchando esto: «Déjale, que no ha sido nada y, ya se levantará». Puede que incluso le chillen o le regañan por no fijarse por dónde va.

Si una persona llora porque se ha caído y se ha hecho daño, todo el mundo pensará que le debe de doler muchísimo porque está llorando, (y eso en un adulto está mal visto), e intentarán consolar y ayudar. Si es un niño el que lo hace, quizás escuchemos esto: «Deja de llorar que no eres un bebé. Así aprendes. La culpa es tuya por ir como un loco.»

Si vemos a una persona que sufre, la intentamos calmar y si es conocida, la abrazaríamos  muy fuerte ¿no? pero a un niño…. a un bebé…..habrá gente que diga:  ¡Déjale que llora por nada!, ¡Claro, está acostumbrado a tantos brazos, que ahora no se calma! o ¡ No le puedes dejar con nadie, le has malacostumbrado y ahora tiene mamitis!.IMG-20140724-WA0011

Y lo peor y más cruel, somos flexibles con los adultos e inflexibles con los niños: ¡No le hagas caso que llora por nada, sólo quiere llamar la atención!…. Y todo eso se lo dicen a la madre, para que no escuche lo que le dice su corazón, para que ignore a su hijo…..

En los talleres de primeros auxilios que doy, algunas veces, sale el caso de algún golpe que se ha dado su hijo, y que lo que pensaban que era nada, al final sí había sido algo. Incluso una fractura. Sí, lo habéis leído bien, una fractura o una luxación. Y , ese niño se quejó, lloró, y  esa madre se preocupó pero, también hubo alguien que dijo esas palabras a la madre, que hicieron que callara sus sentimientos  por miedo a que su hijo la estuviera tomando el pelo, por miedo al qué dirán, por no discutir, por dudar de sí misma y pensar que lo que los demás decían, era verdad.

¿Alguien se ha parado a pensar en los niveles de dolor? Todos sabemos que el umbral del dolor es diferente para cada persona  y que lo que para unos no es nada, para otros es una tortura.  ¿Y a los niños? ¿no tienen derecho a expresar que sienten dolor? ¿por qué negar que les  duela realmente? ¿ y si lo que para nosotros es un simple golpe, para él sí ha sido doloroso? ¿por qué no puedo ir a cogerle o por lo menos, darle un beso o la mano y que me sienta cerca?CAM02881

Peor lo tienen los hermanos mayores, que si se hacen daño, depende de la situación, oirá lo de antes o algo peor:  ¡¡Lo que es capaz de hacer por los celos!! ¿Y? aunque así fuera ¿es eso  motivo para no atenderle? ¿Y por qué echarle la culpa al niño en lugar de mirar los padres lo que hacen ellos para que el niño actúe así?

Igual que cuando sabes que hay algo que no cuadra, que a tu hijo le pasa algo, que tu instinto te lo dice, pero que todo tu mundo te dice que son tonterías, que le tienes mimado, consentido y que ese es el problema.

Por desgracia, tengo a mi alrededor, varios casos de esos, madres que no han sido escuchadas a las que se las ha culpado por ser precisamente eso: MADRES.  Madres que han luchado contra todo y todos hasta demostrar  lo que ellas ya sabían, a pesar del asombro del entorno que no supo o no quiso ver lo que pasaba, Que no quiso escuchar a  quienes más conocen a sus hijos. Y no hablo de tonterías, hablo de autismo, hablo de enfermedades neurológicas, hablo de dolor.

Todavía me acuerdo con rabia, cómo hace unos años, recién divorciada, mi hijo empezó a rascarse muchísimo las piernas. La pediatra en lugar de mandarle al dermatólogo, le mandó a la psiquiatra infantil por un posible trauma post divorcio. Yo chillaba a los 4 vientos que era porque había cambiado el gel y mi hijo tiene la piel muy sensible. Nadie me creyó y la pediatra dijo que había actuado así por protocolo. Yo no quería llevarle, pero me hicieron dudar, me hicieron agachar la cabeza, me hicieron negar lo que yo sabía y me hicieron aceptar el «por si acaso». Fui y allí conocí a la psiquiatra más antinatural del mundo. Me culpaba por la lactancia prolongada, por dormir con él, por darle amor. Ni una sola vez le miró a los ojos, ni una sola vez le dijo: ¡Hola!. Ni una sola vez le trató como a una persona. Volví a la siguiente cita, pero volví para decírselo a la cara, para decirle que mi hijo ya estaba perfecto porque yo sabía lo que le pasaba. Para decirle que ningún niño se merecía ese trato vejatorio ni nosotros por ofrecerle nuestros brazos cuando nos necesita…DSC_0034_3

Lo que no te gusta que te hagan a ti, no se lo hagas a los demás.

Empatía, contacto, amor, respeto o simplemente, llamadlo humanidad

Mis brazos siempre estarán ahí para abrazar a mis hijos, para acompañarlos en los momentos que ellos consideren dolorosos o importantes. Nosotros, con la perspectiva de un adulto, sabemos que eso pasará, pero ellos sabrán que jamás estarán solos.

Para acabar os recomiendo ver este vídeo. A mí me encantó, ¿y a ti?

 

http://https://www.youtube.com/watch?v=9Hn4sA_AipA

Alta demanda. Vengo a pedirte perdón.

Alta demanda. Vengo a pedirte perdón.

¡Te escribo para pedirte perdón!

Hace dos años estoy segura de que te juzgué. Estoy casi 100% segura de que alguna vez te miré mal en el avión o puse los ojos en blanco cuando tu hijo se puso a llorar en el tren y tú no pudiste calmarlo. Yo soy esa chica que abrió su ordenador con desdén y se colocó los cascos con desmanes para que notaras mi incomodidad. Mejor dicho, yo “era” esa chica, y hoy vengo a pedirte perdón.

Hace unos dos años nació mi segunda hija. Una alegría inmensa que vino de la mano de un gran descubrimiento: Los niños “exigentes” existen.

Estos dos últimos años de mi vida han sido intensos en muchos aspectos. Han sido intensos en aprendizaje (me he formado y sigo formándome como Asesora Continuum) e intensos en cuanto a la crianza de mis pequeños. Soy la orgullosa madre de una niña de “Alta Demanda”.

Mi imagino que ahora mismo, al leer estas palabras “Alta Demanda”, se habrán producido tres tipos de reacciones:

  •  Reacción tipo 1:
    • “No me creo que una Asesora Continuum etiquete a su hija de esa manera. La “Alta Demanda” no existe. Sólo existen las madres “bajo oferentes”. Todos los niños son demandantes.
  • Reacción tipo 2:
    • “¿“Alta Demanda”? ¿Eso qué es? ¿Será mi hijo también de “Alta Demanda”? A ver qué me cuenta esta mamá…
  • Reacción tipo 3:
    • “¡Dios! Qué alivio siento cuando leo a otra madre a la que le pasa lo mismo que a mí. Ya pensaba que me estaba volviendo loca, o que soy una floja, o incluso una mala madre.

Pues bien, tengo respuesta para los tres tipos de reacciones.

 

Respuesta para los del primer grupo:

A ti que ahora me juzgas por definir a mi hija como una niña de “Alta Demanda” te puedo decir que te entiendo. Que las etiquetas son peligrosas y que muchas veces etiquetar consigue lo que en textos de literatura se conoce como “La profecía autocumplida”. Una afirmación que, una vez hecha, es en sí misma la causa de que se haga realidad.

A ti que tienes la suerte de no saber lo que es un niño de “Alta Demanda” no te voy a convencer de nada. No es mi finalidad al escribir este texto. Tan sólo te voy a pedir que cuando veas a una familia pasarlo mal por la “intensidad” de sus hijos, no te sientas más y mejor madre que esa madre… no sabes cuánto tiempo lleva sin dormir más de 4 horas seguidas o lo mucho que le cuesta cada una de sus actividades diarias… Sé generosa y simplemente no le crees más incomodidad. A ella también le gustaría que todo fuera más fácil.

 

Respuesta para los del segundo grupo:

A ti que te interesa el tema, o que no conoces bien qué es eso de un niño de “Alta Demanda”, te cuento que debajo de esta “etiqueta” se agrupan niños que comparten algunas características que te nombro a continuación. No todos son iguales, o no todos presentan todas estas características a la vez, pero lo que sí te puedo asegurar es que sus cuidadores sí presentan exactamente los mismos síntomas: agotamiento extremo, frustración y hasta la incertidumbre de no saber si son o no buenos padres.

  • Los niños de “Alta Demanda” son como todos, requieren de mucha atención pero existe una pequeña diferencia: estos niños la requieren constantemente. Su nivel de demanda es absorbente y en la práctica totalidad de los casos, esas demandas solo pueden ser cubiertas por la madre o en menor medida por el padre y cualquier intento por parte de otra persona (abuelos, tíos, amigos, cuidadores) por colaborar y ofrecer atención, es directamente rechazada por el pequeño de forma notoria.
  • Otra característica que resulta contradictoria en estos pequeños es que son a la vez niños “valientes y curiosos”, combinado con “temerosos e inseguros”. Creeréis que esto es imposible, pero tiene una explicación:
    • Este tipo de niños tienen una alta capacidad de captar estímulos,  son “absorbedores” de información constantemente. Cuando están en “modo aprendizaje” muestran un entendimiento algo superior a lo que se espera de su edad y el mundo que les rodea les atrae y les  impulsa a investigar. Pero en otras ocasiones esos estímulos los sobrepasan, convirtiendo ese mismo entorno en algo hostil para ellos.
    • En consecuencia son niños que lloran con mucha frecuencia, y además ese llanto es exagerado y puede durar mucho tiempo aun cuando, como madre, estés 100%  orientada a tratar de calmarlos.
  •  Un rasgo que  sí comparten todos los niños de “Alta Demanda” es su alta sensibilidad. Dicho de otra manera, son muy emocionales o emocionalmente inestables. Expresan lo que sienten con gran dramatismo, ya sea su alegría o su malestar, y tienen cierta tendencia a las «rabietas». Vistos desde fuera, pueden parecer niños “malhumorados” o poco sociables, pero de verdad que en su “hábitat conocido” son pequeños intrépidos y cariñosos que no dejan de sorprenderte y maravillarte.

Leído todo así puede parecerte un horror, y eso que no te he contado todavía que no suelen dormir mucho, que tienen una voluntad de hierro, que les gusta elegir su ropa, que son exigentes con su comida, que son muy despiertos, que no cambian de opinión con premios, que son de ideas fijas, que necesitan de contacto físico constantemente, que no les gusta dormir solos… Buuffff creo que con esto ya puedes hacerte una idea pero me guardo lo mejor para los del tercer grupo.

 

Respuesta para los del tercer grupo:

Nuestros niños, inquietos y nerviosos, hipersensibles y obstinados, son lo mejor que nos ha pasado en la vida. Ellos son el motor de muchos cambios. Son la recompensa que está por llegar. Son nuestro camino de superación.

Tenemos que saber que nuestros pequeños temperamentales no están enfermos, ni tienen ningún tipo de problema y sobre todo convencernos de que no es culpa de nadie que tengan ese carácter (soy madre de dos, y el mayor tiene otro tipo de carácter que nada tiene que ver con el de su hermana). En nuestras manos está hacer esto lo más llevadero posible hasta que lleguen a ser los maravillosos adultos que llegaran a ser ¿cómo?

  • Trabajando en tener una relación cercana y extremadamente afectuosa con ellos. Yo tengo demostrado que mientras más tranquila estoy yo, más fácil es todo con mi hija.
  • Fomentando el contacto. Contenerlos y abrazarlos. Para mí el porteo ha sido la solución a tantas cosas y a tanto llanto que lo considero casi como una prescripción médica.
  • Trabajando nuestro propio autocontrol. No permitirnos que nuestra falta de sueño, nuestro cansancio o nuestras ganas de hacer “algo” sin oír quejidos nos desborde. No criticarlos. No calificarlos. No etiquetarlos. Pero sobre todo no dejar que nuestro entorno lo haga. Defender a nuestros pequeños del desconocimiento de los “opiniólogos”. Esa es la base de su futura autoestima: Nuestra opinión.
  • Eligiendo las batallas que vamos a librar y esas ganarlas. No podemos decir “si” a todo lo que nuestros niños nos demandan. Evaluar en cuál de sus exigencias podemos claudicar y en cuáles no, y en esas ser firmes. En unos años nuestros niños se enfrentarán a un mundo que muchas veces les dirá “NO” y deben disponer de herramientas para afrontarlo.
  • Dejándoles ser quienes son. No los vamos a cambiar, son así. Es una cuestión de carácter, de temperamento. Tenemos que dotarlos de herramientas para canalizar sus frustraciones y si somos capaces de adelantarnos a una rabieta, debemos reaccionar rápido y cambiar de tercio.
  • Pidiendo ayuda cuando lo necesitemos. Qué difícil es esto a veces. Sabemos que nuestros hijos rechazan estar con otras personas, pero la ayuda puede venir de muchas maneras. Una ayuda en casa con todo lo que no has podido hacer porque llevas varias horas de llanto, quedar a comer con amigos al aire libre en lugar de en un restaurante, pedir directamente que no te juzguen o que no juzguen a tu hijo…
  • Reforzando sus avances. Son niños que cuando están de buenas son tan cariñosos y sensibles que en esos momentos tenemos que hablarles y hablarles y hablarles. Mostrarnos agradecidas por conectar con nosotras y darles mucho mimo para que quieran mantenerse en ese estado fantástico de conexión.
  • Queriéndolos y aceptándolos. Sé que los queremos, que los queremos mucho, pero también sé que hay momentos que nos superan y momentos en los que las fuerzan flaquean. No te sientas mal. Somos humanas. Sigues siendo una madre maravillosa.
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Y bueno, realmente es a ti que estas en este tercer grupo a la que quería pedirle perdón. Nunca imaginé a qué te estabas enfrentando. Nunca intuí cómo te molestaba mi mirada de soslayo cuando tu hijo lloraba y jamás pensé que realmente tú fueras lo que ahora sé que eres:

¡La mejor madre que un niño de alta demanda
puede tener!

¡Tienes toda mi admiración!

Ana Gª del Río
www.AnaDelRio.es

La importancia del padre

La importancia del padre

Desde hace un tiempo se habla mucho de la importancia del rol del padre. Los padres de hoy en día están mucho más implicados y han salido de la sombra en la que han estado mucho tiempo. Esto es una maravilla, pero muchas veces esta paternidad parece que entra en conflicto con la maternidad y cuando eso pasa los perjudicados son los de siempre: los bebés.

Durante el embarazo la pareja sigue siendo pareja, los roles siguen claros. Él, el padre, está lleno de ilusión y su mujer es, a sus ojos, un ser valiosísimo en cuanto porta un tesoro sagrado en su interior. Pero llega el momento del parto y ahí aparece de repente la doble figura: madre y padre. La madre  tiene fácil  ver cuál es su rol (aunque muchas veces no lo tenga claro), es «su parto», pero el padre en muchas ocasiones se encuentra fuera de lugar, desubicado. Entran en juego miedos e inseguridades y no sabe donde está su lugar.

Estas cosas no se suelen hablan durante el embarazo; en otras ocasiones sí se hablan, pero a pesar de ello, a veces la mujer elige sin libertad, por miedo al qué diran o a que cambie su relación de pareja.
Michel Odent no es partidario de que el padre se encuentre en el parto, ya que dice que puede hacer que los partos duren más debido a los altos niveles de adrenalina que presenta el padre en ese momento. Nils Bergman, por el contrario, dice que es bueno que el padre esté presente porque aumentan los niveles de dopamina. Yo considero que la mujer debe decidir con quién quiere vivir ella ese momento. A mí me hubiese encantado que mi pareja estuviese conmigo en ese momento, pero entiendo que no tiene que ser lo mismo para todo el mundo. Las realidades de las relaciones familiares son complejas y cada mujer sabe si la presencia del padre en su parto va a contribuir a que se sienta segura o no.

El parto es de la mujer, y tiene derecho a vivirlo como ella desee, como se encuentre cómoda, tranquila y segura. Si en ese momento no quiere tener presente al padre y quiere que esté su madre, su hermana, un equipo de profesionales o quien sea, éste lo tiene que respetar. Puede que suene políticamente incorrecto, pero el padre tiene un papel mucho más importante que el cortar o no el cordón umbilical del bebé.

El papel fundamental del padre es preservar y proteger el binomio de la madre y el bebé, preservar los momentos de intimidad para que se conozcan, se enamoren, para que la lactancia se pueda establecer de la mejor manera. Todo aquello que haga que la madre se sienta bien será positivo para el bebé, porque aunque haya salido del interior de la madre, durante algún tiempo seguiran siendo una unidad.

En los primeros días  el padre puede dosificar, minimizar o incluso evitar las visitas; estar pendiente de la madre quien, entre la falta de sueño y las hormonas, en alguna ocasión puede sentirse desbordada; ocuparse del bebé mientras la madre se da una ducha o descansa; coordinar todos los recursos a su alcance para que la madre no tenga que hacer otra cosa más que estar con el bebé.

Durante los primeros meses, el padre puede hacer muchas cosas con su bebé, puede cambiarle los pañales, bañarle, portearle mientras la madre descansa un rato,… y, poco a poco, el padre se convertirá en ese héroe maravilloso y divertido que hace a los bebés volar por los aires mientras los bebés se parten de la risa (y a las madres les da un tabardillo).

Padres: sois fundamentales en el desarrollo y la crianza de vuestros hijos, siempre y cuando tengáis claro vuestro papel y no intentéis usurpar el de la madre.

Para gustos los colores

Para gustos los colores

Ser historiadora y humanista es algo de lo que una no puede -ni quiere- desprenderse, pero a menudo supone para mí llevar al extremo de la investigación antropológica cualquier realidad cotidiana que me toca de cerca, en la vida o en la profesión. Un ejemplo de eso es lo que os traigo hoy en este post: una breve, pero espero que clarificadora, perspectiva de lo que yo llamo «Las otras maternidades», una visión desde de la historia de las mentalidades, o lo que es lo mismo la versión post…

PARA GUSTOS… LOS COLORES

En las últimas semanas, he leídos varios artículos en los medios y posts en las redes, surgidos a raíz de las declaraciones de los diseñadores Dolce & Gabanna sobre el derecho de los gays a tener hijos. La mayoría, en mi humilde opinión, han sido lo que yo llamo «post viscerales» que surgen del #yomemíconmigoymiegotenemosmuchoquedecir, tan difícil de abandonar, y no de la reflexión pausada y serena que debería acompañar a cualquiera que escribe algo sobre otros y para otros y siente o cree que puede aportar algo, más allá de la opinión personal, muy respetable, esos sí, pero poco instructiva en la mayoría de los casos.

Me llamaron especialmente la atención un par de artículos denostando a todas aquellas personas que desean ser madres o padres, más allá de su condición física, su elección afectivo-sexual o sus condiciones económicas o realidades familiares, con argumentos biologicistas poniendo en entredicho la libertad o el derecho de ser familia de otros, por el simple hecho de que biológicamente no tengan esa posibilidad o el camino hasta ella les sea más arduo.

Sorprendentemente venían de personas y profesionales que respeto mucho y que supuestamente son afines a la «crianza respetuosa». Y uso con mesura este concepto porque respetuosa, tiene para mí un cariz bien distinto y alejado del juicio, el sentimiento de superioridad o de estar en posesión de la verdad absoluta. Este hecho me preocupa especialmente, puesto que la forma, «crianza respetuosa», debería acompañar el fondo «actitud respetuosa», que últimamente no veo mucho y que no debería referirse únicamente al trato con nuestros hijos, sino con todas las personas de nuestro entorno.  Si no, flaco favor nos hacemos al abanderarnos de ideologías o posiciones con las que no somos capaces de ser consecuentes después en el día a día.

Tomar partido significa ser honesto, con uno mismo, con nuestro origen, nuestro destino y nuestros fantasmas, miedos, tabúes y sonrojos, perdonarnos para perdonar,  aprender a amar desde la diferencia y a respetar desde el corazón.

Y es que si algo he aprendido en esta vida, con sus cambios de rumbo, sus lecciones, sus errores, las personas que han dejado en mí un poso profundo, las experiencias vividas propias y compartidas, y después de más de siete años al lado de personas en su despertar como familia, es que no hay verdades absolutas, no hay fórmulas mágicas únicas, no hay soluciones mejores que otras, ni caminos perfectos y a cada cual le sirve su verdad. Estoy segura de que mi experiencia personal y profesional me ha llevado a querer visibilizar la riqueza que aporta la diversidad. 

Cuando una bucea por las profundidades del ser humano a lo largo de los siglos se enfrenta a menudo con etapas históricas, corrientes religiosas o visiones políticas o culturales fruto de un tiempo concreto, del miedo, la intolerancia, el ego, la injusticia, y hasta la sinrazón. Por eso es bueno para la evolución como sociedad y como especie, no anclarse en ningún pensamiento de manera categórica, ni pretender sentar cátedra sobre sistemas, opciones o elecciones que nos son válidas hoy, aquí y ahora, a nosotros, pero que no necesariamente van a evolucionar con los tiempos y a adaptarse a nuevas formas y sistemas de vida futura.

Esto es, grosso modo, lo que siento que está ocurriendo hoy en ciertos sectores de esta «crianza respetuosa»: sentimos que hemos vuelto al origen, a lo natural, a la esencia de las necesidades biológicas como especie de nuestros bebés y nuestras madres y nos vanagloriamos de ser pioneras del cambio. Y eso está bien, obviamente yo abogo también por un cambio de paradigma que nace de una maternidad y paternidad más consciente, pero me preocupa enormemente que esos puntos de vista, marginen o juzguen la realidad de otros, que escapan a lo «normal», habitual o convencional, y hasta diría, a lo políticamente correcto, porque nuestra sociedad no es blanca y negra, ni siquiera está teñida en escala de grises, sino que brilla cada día con tonos nuevos, y está claro que para gustos, los colores.

Si uno se para unos minutos a reflexionar sobre su vida, sobre las personas que conoce (familiares, amigos, compañeros del trabajo) seguramente verá que no hay dos realidades iguales, que no hay dos personas idénticas,  ni hay dos modelos familiares siquiera parecidos.. y aún así juzgamos. Y juzgamos porque somos fruto de nuestro tiempo también, porque tememos al «otro» y a lo que nos aleja o distingue de él, pero también a que se parezca en el fondo demasiado.

Hoy, aún vivimos nuestras maternidades y paternidades en una sociedad castradora. Durante toda nuestra vida, sufrimos una y otra vez de la insana costumbre de etiquetar, de constreñir, de necesitar colocar, por miedo a aceptar la diferencia, al «otro» en un lugar distinto al nuestro, como si por ello fuéramos mejores que él. Pasa en la infancia, en la adolescencia y en la vida adulta. Y con la llegada del deseo firme de ser madres y padres surgen de nuevo los miedos personales, los tabúes y los prejuicios de la mayoría, y somos muchos y muchas los que debemos enfrentar las críticas, las miradas y a menudo el desconocimiento sobre nosotros y nuestras particularidades.

Vivimos en una sociedad -la occidental-eurocéntrica- compleja, abierta, democrática, todo esto entre muchas, muchas comillas, porque supone  una variedad y riqueza a veces difícil de digerir. Salvando las distancias, y si me permitís el símil, somos como el mejor de los buffets de desayuno de un hotel: fruta fresca, en almíbar, zumos, cafés, infusiones, pastas, panes, cereales, embutidos, chocolates, dulces… y así hasta el empacho. Un sinfín de posibilidades, atrayentes, saludables y nutrientes, pero también insanas si no se toman en su justa medida, distintas pero no necesariamente opuestas…

Somos una sociedad global y diversa, en la que cada cual puede encontrar la opción que mejor le parezca, pero ¡ojo! siempre que no toquemos el tema paternidad/maternidad, porque ahí sigue habiendo clases. Ahí se acabó la tolerancia y el ser polite.  Ahí enarbolamos de nuevo la bandera, y resucitamos a la Santa Inquisición, ahí nos creemos con derecho a decidir sobre las libertades de los otros. Y lo hacemos, claro está, como intelectuales occidentales y paternalistas, por su bien, porque no saben nada del tema, y nosotros sí, por un fin mayor, y escudándonos en la biología y la evidencia científica, que como es sabido por todos, no deja de ser, aleatoria, randomizada, controlada, parcial y orientativa. Y es que en una sociedad de la información, supuestamente culta, veraz y tolerante, lo ideal seria ver que todos tenemos voz y voto, y que cuando alguien opina, habla o teclea, lo hiciera desde la piedad, en el sentido más latino de la palabra.

Píetas, pietatis; píus, pía, píum; pío, piare, piavi, piatum...

Os invito a practicar la piedad en todas sus acepciones: como inclinación afectiva, como empatía con la realidad del otro, como amor y respeto al individuo por lo que es y no por lo que yo espero que sea, como reconocimiento y cumplimiento de los deberes para con los otros, de aceptación de su identidad e integridad, de amor respetuoso, veneración sincera, de ternura, amistad, equidad, justicia, gratitud y simpatía.

Os invito a vivir sin juicio la diferencia y sus riquezas, a dejar a cada cual, la elección de a quién, cómo y cuándo amar o de cuándo y de qué manera ser familia o de qué tipo. A ser capaces de ver en los demás lo que nos hace iguales y no lo que nos hace distintos. A dejar al margen lo que «es mejor» para nuestros pequeños. Porque ellos sólo necesitan amor del bueno.

Os invito a aprender a difundir nuestro mensaje de «crianza respetuosa» adaptándolo a cualquier modelo, con todas sus particularidades, porque ese sí es un mensaje universal y válido para cualquier bebé y familia.

Porque os aseguro que en esto de ser familia, todos somos Familias Singulares seamos familias homoparentales, lesbomarentales, por reproducción asistida, por maternidad subrogada, por maternidad o paternidad en solitario o adolescente, de adopción, coadopción o acogida, tengamos diversidad funcional, situaciones especiales de prematuridad o enfermedad de progenitores o niños, seamos interraciales o familias reconstituidas o familias sin hijos… En esto de ser familia nadie es más que nadie. Y porque, en el fondo, a todos nos une lo mismo, por un lado, como mamíferos, el deseo intrínseco como especie de contribuir a la evolución, y por el otro, como seres racionales, la voluntad cultural e intelectual de ser familia, esto es, de aportar nuestro granito de arena, de sembrar el amor incondicional y absoluto, de dejar huella, de sentir, de amar, de crecer y de explorar nuevas formas de ser más humanos y en definitiva más personas. ¿No os parece?…

Mamen Conte

Asesora Continuum  y UMUMA, la aventura de ser familia

 

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